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¿Qué ha pasado hoy, 30 de marzo, en Extremadura?
Félix, el hijo de Fabiola, en el Círculo de Artistas de Garrovillas. :: E.R.
«Mejor el cementerio que el Carnaval»

«Mejor el cementerio que el Carnaval»

Félix 'Fabiolo' es sepulturero en Garrovillas y ha enterrado a más de mil muertos

J. R. ALONSO DE LA TORRE

Lunes, 16 de febrero 2015, 07:58

«Prefiero el cementerio al Carnaval. Es más tranquilo», declara Félix en la barra del Círculo de Artistas de Garrovillas. Con ese nombre y situado frente al Corral de Comedias, uno imagina que este bar es un centro social de actores, pintores y creativos en general. Pero no, aquí el único artista es Félix, al que todos conocen en Garrovillas como Fabiolo por la sencilla razón de que su madre se llama Fabiola.

Mañana de sábado de Carnaval en uno de los pueblos más bellos de Extremadura. Vamos a tomar unos chatos. Primero, a la taberna más antigua y auténtica del pueblo, tanto que se la conoce por el nombre de su antiguo dueño, Jesús El Neni. Nos sirven de pincho unas salchichas caseras muy ricas. Hoy no ponen ranas ni orihuelos... ¿Orihuelos? «Son las anguilas. Antes de que los embalses taponaran el río, las anguilas subían Tajo arriba y las comíamos, sobre todo en verano. Ahora se siguen poniendo, pero hay que traerlas de fuera», nos informan.

Garrovillas fue siempre un pueblo muy vitalista. Llegó a tener, a la vez, tres cines: el Colón, el San Luis y el Terraza, y tres casinos: el de Labradores o Católico, el de los Señores y este Círculo de Artistas, fundado en 1906, el único superviviente, que en realidad era de artesanos, pero aquí, en estos pueblos ribereños del Tajo (Ceclavín, Garrovillas, Torrejoncillo), los zapateros, los orives o los carpinteros siempre han sido considerados artistas.

Y en la barra del Círculo, apurando su chato de pitarra y su pincho de morcilla, Félix, aunque a nosotros nos gusta más su nombre artístico, Fabiolo, que nos cuenta sus planes festivos para la tarde: «Me voy a disfrazar en una comparsa con otros 60, pero a mí me gusta más mi trabajo. En el cementerio estoy más tranquilo».

Fabiolo lleva 12 años encargándose de enterrar a los muertos en Garrovillas. «Domingo, el anterior enterrador, cogió una depresión de tanto sepultar, me traspasó el empleo y me enseñó el trabajo», informa. Asegura que él no se deprime nunca. «Antes trabajé en las mil y una noches, fui ferralla, zapatero, de todo, pero me cayó bien este oficio y soy feliz. Estoy mejor trabajando en el cementerio que trabajando en la calle. Y no estoy loco», avisa.

Los parroquianos que chatean en el Círculo de Artistas apuntan que su sepulturero es un magnífico profesional. «Tiene el cementerio limpio, ordenado y lleno de flores. Además, es muy sensible y hace más llevadero el trance del entierro», opinan. Y Fabiolo resume su dedicación con una declaración solemne: «Soy un sentimental». Y un estadístico, que hace sus particulares cuentas sobre las causas de las defunciones en Garrovillas. «Últimamente, entierro de media cada año a 56 personas. De ellos, cincuenta mueren de cáncer y seis, de paro cardiaco. El cáncer es la gran epidemia de la humanidad», sentencia.

El sepulturero de Garrovillas revela que un enterrador extremeño como él cobra unos 1.200 euros al mes, «aunque si alguien me da 20 euros de propina, los cojo». Tiene dos pagas extraordinarias y un mes de vacaciones, que coge en verano, «pero no me puedo ir muy lejos porque si se muere alguien, he de venir a enterrarlo. Yo soy muy profesional. Los más de mil muertos, que llevo a cuestas pueden dar fe de ello. Bueno, sus familias, que aún no me han planteado ni una queja».

A veces, alguna mujer le ha dicho que le da reparo que la toque con esas manos que han estado entre huesos. Fabiolo les replica inmediatamente: «¿Y con qué andas tú en la cocina?, pues con los huesos. Y a mí no me da reparo». Aunque lo que más valoran en Garrovillas es que Félix está dispuesto a hacer un favor a cualquier hora.

Félix, o Fabiolo, parece un buen tío: expresivo, atento, sin dobleces. Y también, delgado, con barba de un par de días, pantalones militares y piercing en la oreja . «Me estoy haciendo un bohemio», confiesa, apura después el chato y se va a comer. Esta tarde toca comparsa de carnaval. Si no se muere nadie.

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