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¿Qué ha pasado hoy, 30 de marzo, en Extremadura?
Philippe Camus, en su casa de La Lalita en septiembre de 2012. :: hoy
Philippe murió donde quería

Philippe murió donde quería

Este parisino explorador de la mente ha fallecido en Acebo

J. R. Alonso de la Torre

Viernes, 27 de marzo 2015, 08:17

Acaba de morir, a los 77 años, Philippe Camus, uno de los personajes más singulares que vivían en la sierra de Gata, en un singular paraíso llamado La Lalita. Había nacido en una familia de constructores y arquitectos y, tras intentar seguir el camino que su familia tenía trazado para él, se fue a la India, donde un lama tibetano le señaló otro camino, el del desarrollo personal. De allí se vino a Ibiza, pasó por París, por las Alpujarras y un buen día llegó a Acebo.

«Me había hablado de este pueblo un chico llamado Luis, que tiene un molino aquí. Era periodista en Madrid y había hecho la primera revista New Age: 'El Mago'. Llegué a Acebo de noche, fui a una casa que está en otro valle cercano a este, dormí 48 horas y cuando desperté, me dije: Ya está, es aquí. Este es el primer sitio donde compré algo. Era el año 1987, más o menos. Fui recorriendo los valles y tuve un flash: Aquí quiero morir. Primero compramos un prado y hemos acabado teniendo 20 hectáreas de prados, bosques robles y olivares», me contaba durante el verano de 2012 en su casa de la sierra, situada en lo más intrincado de un bosque de cuento en las faldas del mítico monte Jálama.

Recuerdo que Philippe me recibió vestido con una larga falda y una camisa tibetana. Estaba rodeado de sus nietos, que vivían y viven con sus padres en las casas de este paraje indescriptible salpicado de árboles, valles y arroyos. Un paraje donde Philippe hizo realidad su sueño: «Recibir gente y meditar, bailar y vivir de una manera más natural, no tanto con una visión ecológica de autosuficiencia, aunque tenemos un huerto, un establo con vacas para la leche y el queso, un horno para hacer el pan. Nuestra meta principal es facilitar a la gente un cierto despertar, un crecimiento personal. La concepción de los edificios ya ayuda a cambiar el chip. Quienes nos visitan nos dicen que aquí los sueños son increíbles. Es que no hay polución y estamos casi sin ondas para los teléfonos móviles».

Philippe consideraba que todas las religiones tienen una parte de verdad y recibía gente de todas las tradiciones. Una de sus preocupaciones era impedir que alguna secta en particular tomara el poder en La Lalita, a la que llegaban viajeros de cualquier lugar del mundo, también muchos extremeños.

Philippe creía que meditar en silencio era muy importante. «La primera condición para el progreso interno y personal es el silencio y la soledad. El silencio no es un silencio físico, sino el silencio de parar tu mente, que no para nunca», explicaba. Otro de sus planteamientos fundamentales era la importancia de hacer casi todo con las propias manos. «En Ibiza, hice una alfombra desde cero. En Acebo, hemos hecho igual plantando trigo, trillándolo, segándolo a mano, moliéndolo y haciendo el pan», contaba.

A veces, en su perpetuo retiro serrano, Philippe tuvo dudas. «Si todo es rosa, es porque algo no va. La gente viene, es fantástico, pero después de un tiempo, se encuentran solos, con muchos recursos cortados, la tele, etcétera, empieza el trabajo interno y hay mucha gente que no aguanta. Yo también he pasado esas crisis hace mucho», recordaba.

Philippe Camus había muerto clínicamente un par de veces. Narraba así su percepción del más allá: «Primero era un paisaje como de tubos enormes que subían al cielo, había gente y al final, antes de despertar, me fundí con un ser de luz y luego me desperté y grité: ¡Merde! Pasé cinco minutos verdaderamente mosqueado. Pero no sentía dolor, había sido una operación de corazón y me dije: Bueno, seguiremos». Y siguió hasta que esta semana se fundió, definitivamente, con su ser de luz.

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