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Eva Vidal (25 años), a las cuatro de la tarde de ayer junto al cruce de La Fatela. :: LORENZO CORDERO
El fuego deja  a Eva sin su boda

El fuego deja a Eva sin su boda

Una joven de Hoyos no se pudo casar ayer porque no la dejaron acceder al pueblo, que había sido desalojado

Antonio J. Armero

Domingo, 9 de agosto 2015, 08:43

La estampa de Eva (25 años), al pie de la carretera, con su vestido negro sin una arruga, manejando el móvil con una mano y con la otra limpiándose la lágrima que le baja por la mejilla, es un puñetazo en el corazón. Ayer era su día. A las doce y media se casaba con Carlos, en la iglesia parroquial de Hoyos. El banquete iba a ser en Coria. Le dieron la fecha hace un año. Pero ayer, Eva no se casó. No la dejaron llegar a su pueblo, desalojado la noche anterior. Y las autoridades fueron inflexibles. «Solo me dieron una opción -cuenta la chica, que parece aún más joven de lo que es-: que mi novio y yo nos subiéramos al coche con los padrinos y que nos escoltara la Guardia Civil hasta la iglesia, que nos casáramos y luego nos volviéramos a salir del pueblo».

La historia es pura realidad. Imposible no adjetivarla. Es cruda. Tristísima. «Tenía pagadas las flores y los autobuses para que los invitados fueran al banquete en Coria», cuenta la chica, a la que le cuesta seguir con el relato. Lo completan sus padres, al lado de ella, a diez metros del cruce de La Fatela, del puesto en el que la Guardia Civil controla que no pase un coche sin sirena. «Hemos dormido en Moraleja, no en el pabellón polideportivo sino en el coche -relata el padre-, me he levantado pronto y me he venido al pueblo». «He llegado sin problemas -sigue explicando-, serían las nueve y media de la mañana o así y no había control ninguno, se podía circular libremente». Eso movió a la familia a pensar que el enlace podría celebrarse. «Luego me bajé y cuando quisimos volver al pueblo, ya no nos dejaron pasar, y aquí estamos», zanja el hombre, que tiene otro frente al que atender: su hijo está en el pueblo y no le dejan salir. Según cuenta, Hoyos en un pueblo con puertas imposibles de franquear. Nadie entra y nadie sale.

Visto el panorama, tomaron una decisión: retrasar la boda hasta las seis de la tarde, a ver si decidían «abrir la carretera» y volvía la normalidad. En el cruce se plantaron Eva y sus padres, a esperar. «Me dijeron que fuera a Perales del Puerto -allí estuvo todo el día de ayer el puesto de mando avanzado, donde se reúnen los que deciden- y solicitara el permiso del coordinador para que nos dejaran pasar», sigue detallando el padre. No consiguió nada. Los conos en la carretera no se quitaron para ellos.

«Tenemos invitados que han venido desde Santander y de San Sebastián para la boda -añade la madre- y se han tenido que quedar en Moraleja, por ahí andan algunos de ellos buscando casas rurales o algún sitio para alojarse». Eva lo escucha todo y no dice nada. Dos jóvenes de Protección Civil que han llegado desde Plasencia aparcan su vehículo, abren el portón trasero y de una voz, Javi, el voluntario, ofrece agua fresca y bocadillos para todos. En medio minuto se forma una cola de gente con botellas de plástico en la mano. «¿No comes nada, Eva?». «No, qué va», contesta ella, que no olvidará en la vida el día de ayer. El 8 de agosto era su boda. Pero el día pasó y sigue soltera.

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