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Celestino J. Vinagre
Domingo, 23 de agosto 2015, 00:05
El tramo urbano del río Guadiana a su paso por Mérida impacta. Y no solo por la sucesión de puentes que lo salvan o la isla, acondicionada desde hace más de una década como pulmón verde de la capital de Extremadura. El calor de finales de primavera y de un verano especialmente tórrido ha adelantado la visibilidad de un manto verde flotante asentado en el Anas romano. Aquí está desde 2004. También se ve mucho en Medellín. Y algo ha llegado a Badajoz. Es el jacinto de agua o, como casi todos le conocen, el camalote. Una planta invasora, típica del caudaloso Amazonas, dañina para el ecosistema del río y que está generando unos costes considerables para el erario público a través de las partidas anuales que saca a concurso la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG). Es una plaga que, cuando se desarrolla sin control, bloquea las vías fluviales y reduce los niveles de oxígeno al impedir el paso de la luz solar al ecosistema acuático.
El trabajo de la CHG, que lleva gastados más de 24 millones en los últimos once años contra el camalote, pasa por minimizar su impacto y, sobre todo, por impedir que se extienda al último tramo del Guadiana hacia la frontera con el vecino Portugal, aunque esporádicamente se haya detectado camalote en puntos de la ciudad pacense.
Su labor es preventiva porque, lo peor ahora mismo, es que no existen métodos infalibles para eliminar esta planta. Su erradicación es ahora mismo un sueño imposible. Se habla de que un pesticida podría hacerlo pero se temen por los efectos secundarios sobre la fauna y flora del propio Guadiana en caso de aplicación.
El camalote es una especie sin predadores ni competidores en aguas como las del Guadiana. Es una planta que flota sobre las aguas. Sobre ellas abre un rosetón de hojas que en su base son esponjosas y que están hinchadas, de manera que se comportan como flotadores.
«La obsesión es que no llegue a la presa de Montijo y, sobre todo, no entre en los canales de riego de Lobón y Montijo. Entonces las consecuencias serían mucho peores», resume de forma contundente Nicolás Cifuentes, jefe del servicio de Aplicaciones Forestales de la CHG.
Cifuentes es un ingeniero de montes que desde hace una década se dedica a coordinar un operativo que ha ido creciendo, tanto en personal como en medios, aunque con las limitaciones presupuestarias que fija el Gobierno central. Es el Estado quien asume las competencias hidrográficas estatales a través de las distintas confederaciones.
Material y efectivos
Un combate contra el camalote que llegó al Guadiana porque alguien arrojó una semillas de jacinto de agua, posiblemente por el entorno del río Ruecas, y de ahí al tramo del Guadiana por el término municipal de Medellín.
Allí explotó el camalote, con una temperatura óptima entre 25 y 30 grados para su desarrollo, para después extenderse hasta Mérida, donde, desgraciadamente, es un habitante más del río y se acumula también en la desembocadura del arroyo Albarregas. Su visibilidad más evidente ha originado una indisimulada inquietud ciudadana.
En la conocida como playa de Medellín es igualmente reconocible. «Este año se ve más. Eso contribuye negativamente a explotar un recurso como es el río Guadiana para la localidad ya que es fuente generadora de empleo», resalta el alcalde metelinense, Antonio Parral, quien enfatiza que la plaga perjudica notablemente la imagen turística de la localidad.
El trabajo de la Confederación Hidrográfica del Guadiana para mitigar el impacto de la planta invasora adquiere unas dimensiones mayúsculas. Así, al día, la CHG calcula que puede llegar a sacar del río entre 150.000 y 300.000 kilos de camalote, esto es, entre 150 y 300 toneladas. Para eso desarrolla jornadas de trabajo que, con los descansos obligados, puede arrancar poco antes de las nueve de la mañana y acabar pasadas las seis de la tarde de lunes a viernes. La Confederación, que lleva ya gastados 24 millones desde 2004 contra el jacinto de agua, destina ahora anualmente unos 750.000 euros de presupuesto público para esta labor, focalizada básicamente en el entorno de Mérida.
En realidad, la presencia del jacinto de agua es perfectamente visible en el tramo medio del Guadiana a su paso por la provincia pacense, a lo largo de unos 75 kilómetros, entre el Ruecas y Montijo, aunque, como se ha reseñado, ya se ha detectado puntualmente su presencia en algunos lugares de la ciudad de Badajoz como ha informado este periódico esta semana.
Esta planta amazónica, muy vistosa, está activa en el río durante todo el año pero es durante los meses de más calor cuando se produce un crecimiento desmesurado. Por tanto, las puntas de expansión se producen durante los meses de julio y agosto. Solo a partir de octubre-noviembre empieza a esconderse, pero nunca se va. En invierno se ralentiza su crecimiento pero sigue vivo porque suelen resistir las temperaturas que se producen en la región en el tramo medio del Guadiana, de tal manera que la Confederación mantiene durante ese periodo las labores de prevención para evitar su expansión por la cuenca.
«Se han colocado barreras para frenar la planta, aunque estas hay que abrirlas cuando se produce un crecimiento importante del caudal», relata Cifuentes, quien se queja de que estas barreras sufren actos vandálicos (se rompen desde la orilla, donde están amarradas) lo que dificulta su efectividad.
La Confederación Hidrográfica del Guadiana tiene medios humanos y embarcaciones de distinto tipo para diferentes tramos del Guadiana y sus afluentes. Así, el organismo hídrico cuenta con 20 embarcaciones ligeras y maquinaria específica para actuar ante grandes manchas de camalote.
También cuenta con una embarcación cosechadora y un vehículo anfibio que se desplaza al lugar donde tiene que actuar. A eso se suma una retroexcavadora, un camión y numerosas barreras establecidas a lo largo del cauce medio del río para impedir que el camalote navegue sin impedimentos y abarque más territorio.
Todo ello con una plantilla de unas treinta personas, dieciocho de ellas de la adjudicataria del concurso que anualmente convoca la CHG para la retirada del camalote del Guadiana a su paso por Extremadura. En este caso, la adjudicataria del concurso tiene trabajo seguro hasta el próximo mes de febrero. Entonces, como ocurre cada primer trimestre de año, volverá a producirse el mismo proceso administrativo para que los trabajos se reanuden a partir de finales de la primavera.
Cosechadoras de agua
Como se ha reseñado, la Confederación ha mejorado sustancialmente su combate contra el camalote con la adquisición de dos infraestructuras mecánicas reseñables. De un lado, una cosechadora que trabaja en agua (como si fuera para un cultivo normal, pero en este caso, con el objetivo de extraer la planta invasora). Y, de otra parte, un barco anfibio.
La cosechadora, cuyo precio ronde los 300.000 euros y ha sido adquirida en Alemania, permite recoger hasta 1,7 toneladas de camalote. En su interior acumula la planta cada determinado tiempo debe acercarse a la orilla y depositarla allí para que se pudra. Una descomposición, por cierto, absolutamente inocua para el medio ambiente. Lo peligroso sería que se descompusiera en el propio río, subrayan los técnicos.
Mientras, el barco anfibio puede actuar desde el propio río, en su superficie, y desde la orilla, en los casos en los que no es necesario bajar al agua para capturar el jacinto acuático. Su coste ronda los 150.000 euros y es posible que el organismo hidrográfico compre uno más a corto plazo por su efectividad.
El problema que ha alcanzado el camalote ha supuesto también un cambio legal. Los técnicos de la CHG recuerdan que hasta hace bien poco se podían adquirir semillas del mismo en cualquier hipermercado sin ninguna traba. Ahora su comercialización está prohibida.
El camalote se encuentra distribuido por prácticamente todo el mundo debido a su elevada capacidad de propagación y a la exportación con fines comerciales al poderse utilizar en estanques y láminas acuáticas de jardines en climas templados y cálidos.
Nicolás Cifuentes añade que la ciudadanía debe evitar cualquier tipo de imprudencia. «Por estética, porque es vistosa, o por desconocimiento a uno le puede llegar una planta de jacinto de agua y puede arrojarla a un estanque propio o ajeno. O, peor aún, a algún canal o arroyo. Al poco tiempo verá lo dañino de su acción», resume este responsable de la Confederación Hidrográfica del Guadiana.
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