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Cajas de cerezas picota, en la cooperativa de Piornal. :: E.R.
El payaso y el payés

El payaso y el payés

Somos la primera potencia agropecuaria española sin salir del bar

J. R. Alonso de la Torre

Jueves, 3 de septiembre 2015, 07:32

De vez en cuando, a algún simple le da por utilizar Extremadura como arma para conseguir mejor financiación y acaba metiéndose con nuestros trabajadores del campo. ¿Por qué demonios pensarán los políticos de Baleares y Cataluña que nuestros campesinos pasan el día en los bares? Hombre, es verdad que en Almendralejo y en muchos pueblos abren los cafés a las seis de la mañana para que los hombres del campo desayunen, pero luego no se quedan en el bar 'jartándose' de cazalla y zurrapa, sino que se van al campo hasta la noche.

Ante simplezas tan estúpidas, a veces hay que responder con exabruptos como el del diputado Miguel Ángel Morales, llamando payaso al simple. Pero más allá del insulto rotundo, que todo el mundo entiende, hay un problema de fondo que no acabamos de solucionar. Cuando Durán i Lleida en Barcelona o Miquel Ensenyat en Palma de Mallorca recurren a esa simpleza del extremeño ocioso, sentado en un bar esperando la subvención, es porque esa imagen funciona. La cuestión es adivinar por qué funciona.

Extremadura es la región española donde más arroz se cosecha, la que produce el 96% del tabaco en rama nacional, la primera productora de corcho, la primera de tomate, la primera de higo, soja y frambuesa, de carbón vegetal, de cereza, de fruta de hueso, la segunda productora nacional de olivo y derivados y de maíz, la cuarta de avena, la sexta de trigo, la séptima de cebada, líderes en uva... Conseguir todo eso desde la barra de un bar es un milagro de primera magnitud.

¡Y qué decir de la ganadería! Primera comunidad autónoma de España en cría de porcino extensivo y en producción de carne de cerdo ibérico, primera criadora de ovino y de reses bravas, tercera de bovino y de caprino y líderes en equino. ¡Caramba, y todo eso sin salir del bar! No me digan que no tenemos mérito.

Pero algo falla para que esa sea la realidad y, sin embargo, no se conozca. El español medio sabe que tenemos buen jamón, buena torta y cerezas muy ricas. Poco más. El maíz se asocia con el norte; el arroz, con Levante; el tomate, con Almería y la fruta de hueso, con Lérida. El turista visita nuestras ciudades monumentales y en la retina se lleva los secarrales que las rodean. Pero si, por azar, circulan por una rotonda llena de tomates espachurrados, se quedan muy sorprendidos. Cuando les explicas la razón ponen cara rara, como preguntándose: «¿Qué me estoy perdiendo?».

Sí, efectivamente, se están perdiendo la realidad agrícola de esta región. Si Extremadura es la gran desconocida, nuestros campesinos son los grandes injuriados por culpa de esa ignorancia. Quizás, en lugar de llamar payaso a Ensenyat, habría que enseñarle las cifras de nuestra agricultura, aunque me temo que a ese señor le dan lo mismo las razones y prefiere creer que seguimos en el tiempo de 'Los santos inocentes'.

Esa gran película, estrenada en 1984, ha sido vista solo en cines por más de tres millones de españoles y ha moldeado en el imaginario colectivo la figura del pobre extremeño al que es preciso subvencionar para que sobreviva. Un año antes, se estrenaba 'Bearn o la sala de las muñecas', una buena película sobre el mundo rural de Mallorca, también con sus pobres campesinos y sus señoritos, pero no tenía la fuerza de 'Los santos inocentes' ni llegó a tantos espectadores (477.000), aunque los payeses reciban las mismas subvenciones que los extremeños más un extra por la insularidad.

Este episodio del payaso y el payés ha demostrado una vez más que o cuentas tú tu historia o te la cuentan otros a su manera. Y a nosotros, ¡maldita sea!, nos cuesta mucho explicarnos.

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