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luis alfonso gámez
Jueves, 12 de noviembre 2015, 11:21
El hallazgo en menos de siete días de dos fragmentos de basura espacial en Murcia ha sido para muchos una revelación: hay cosas que caen del cielo y no son piedras. El martes de la semana pasada, dos pastores descubrieron en medio de un campo en la localidad de Mula una esfera hueca de un metro de diámetro, cubierta por una sustancia aislante negra. No tenían ni idea de qué era ni cómo había llegado allí. «Esto ha tenido que caer del cielo», declararon al diario La Verdad al no ver en el barro circundante «restos de pisadas ni ninguna huella». El domingo se encontró un objeto similar en una finca de Calasparra, a unos 35 kilómetros de Mula. Equipos especializados de la Guardia Civil recuperaron los dos artefactos, cuyo origen no puede precisarse de momento, aunque están identificados desde el principio.
«Su estructura corresponde a tanques de gas presurizado», explica Emmet Fletcher, portavoz de la Agencia Espacial Europea (ESA) y experto en basura espacial. Esos depósitos llamados COPV por las siglas en inglés de recipiente de presión para gases sirven para almacenar gases para la propulsión de cohetes y satélites, para experimentos científicos y para los sistemas de mantenimiento vital de las naves espaciales. «Se usan en cualquier ámbito en el que sea necesario el equivalente a una bombona de gas y hay una gran variedad de ellos. Son muy comunes en los lanzadores. Originalmente eran de aluminio o titanio, pero ahora son de fibra de carbono porque pesa mucho menos y resiste lo mismo. Son voluminosos, resistentes y no pesan mucho. Gracias a eso no generan tanto calor al entrar en la atmófera y, por esa razón, muchos pueden sobrevivir, aunque otros se queman completamente». Dada la proximidad geográfica de los dos objetos recuperados en Murcia, lo más probable es que procedan del mismo objeto y reentraran juntos, aunque habrá que esperar a los resultados de los estudios en marcha para confirmarlo.
amenaza en órbita
trozos de basura espacial más grandes que una canica giran alrededor de la Tierra.
Los COPV caen continuamente desde el comienzo de la era espacial. No tenemos noticia de la mayoría porque, como es lógico, se estampan contra el mar al cubrir éste dos terceras partes de la superficie terrestre. Ya en 1962 cinco años después del lanzamiento del Sputnik por la Unión Soviética se encontró en Sudáfrica una esfera metálica de 56 centímetros de diámetro y 21,7 kilos procedente del cohete Atlas de la tercera misión del programa Mercury de la NASA. En julio del mismo año se halló en Porto Alegre (Brasil) otro recipiente esférico de 40 centímetros de un satélite experimental de la Fuerza Aérea estadounidense. Más recientemente, en agosto de 2011, una sequía sacó a la luz en el fondo del lago Nacogdoches (Texas, EE UU), uno de los dieciocho depósitos de combustible del Columbia, el transborador de la NASA que se desintegró el 1 de febrero de 2003 sobre el Estado de la Estrella Solitaria cuando volvía a casa, muriendo sus siete astronautas. «Es una de las piezas más grandes (del Columbia)», dijo entonces Lisa Malone, responsable del Centro Espacial Kennedy. Su resistencia a la explosión demuestra la dureza de estas piezas.
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