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J. López-Lago
Domingo, 20 de marzo 2016, 00:37
Por muchos es conocido el pasado de Aldea Moret, un barrio minero donde se sacaba fosforita; la polémica de las minas de uranio de La Haba, junto a Don Benito; o cómo el granito ha dado personalidad a un pueblo como Quintana de la Serena, donde aún vive gente de sus canteras. Extremadura guarda hasta oro.
Tipos de aprovechamiento en la actualidad. Según la Junta de Extremadura, 12 explotaciones de aguas minerales, 1 mina metálica en Monesterio, (Badajoz), a la que se sumaría La Parrilla (en Almoharín, Cáceres) en el momento en el que se reanuden los trabajos ; 77 explotaciones de rocas ornamentales de granitos, pizarra y mármol; 93 de áridos; y 12 de minerales y rocas industriales, de feldespato, caliza, sílice, y arcillas.
Para todos nuestra región está en el suroeste peninsular, pero hay una minoría que sitúa Extremadura sobre dos dominios del Macizo Ibérico: la Zona Centro-Ibérica y la Zona de Ossa Morena. Así se entienden los geólogos, que distinguen hasta quince territorios en la península prácticamente imposibles de memorizar. Si el discurso tradicional se basa en que estas tierras se han dedicado a la agricultura y la ganadería, los especialistas en minerales no pasan por alto que otros grandes recursos de la región que también generan riqueza son inertes y están bajo tierra.
La existencia contrastada de oro en La Codosera, Alburquerque o Valencia de Alcántara disparó hace apenas cuatro años las especulaciones sobre la posibilidad de reabrir minas en estos lugares ante la subida del precio de este metal precioso de color amarillo. Hace nueve años también se barajó la reapertura de La Hoya del Lobo, una mina de La Haba donde se estuvo extrayendo uranio entre 1966 y 1990 y cuya posible reapertura causó el lógico revuelo en el pueblo. En localidades como Torrejoncillo o Pedroso de Acim cundió el optimismo cuando la pasada legislatura la Junta confirmó el interés para volver a extraer allí estaño, expectativas que luego se frustraron, pero que sirven, como el resto de historias, para recordar que en esta región, además de agricultores y ganaderos, ha habido palistas, martilleros y barrenistas.
Las últimas noticias hablan del posible cierre de la mina de Aguablanca, al sur de la región junto a la localidad de Monesterio, donde en 2004 una multinacional canadiense empezó a extraer níquel. Ahora quiere cerrar y tiene en vilo a más de 400 trabajadores.
Mientras tanto, en otras partes de la región otras empresas realizan sondeos para iniciar otra actividad minera, por ejemplo Alconchel.
Según su alcalde, Óscar Díaz, Valoriza Minería (filial de Sacyr) lleva dos años de prospecciones para averiguar qué cantidad de mineral hay en la zona de Las Herrerías (unas 20 hectáreas de terreno público y privado). A finales de este 2016 esperan llegar a alguna conclusión para saber si abren el monte y lo dejan a cielo abierto para extraer cobre y níquel o abandonan la zona en busca de una veta más rentable. Solo en los trabajos previos han invertido 4 millones de euros, señala el regidor de Alconchel, historiador que recuerda que en su pueblo ya extraían minerales los romanos.
Potencia en metales
Los expertos coinciden en que Extremadura es rica en recursos bajo tierra. Pero la minería es un concepto muy amplio y antes conviene distinguir tres grandes grupos. La Ley de Minas separa los recursos en tres secciones: A, B y C.
Los de la sección A son fundamentalmente áridos que se usan para carreteras y construcción. Los de la sección B son las aguas minerales, clasificadas en minero-naturales y de manantial (aguas envasadas) y minero-medicinales (balnearios).
Por último, están los recursos de la sección C, que son rocas ornamentales (canteras de granitos y mármoles), minerales industriales (arcillas, grafito, litio, sílice, etc.) y los minerales metálicos (oro, plata, plomo, zinc, cobre, níquel, entre otros).
Extremadura tiene de todo un poco. Además de numerosas explotaciones de áridos y de granitos, existen varias plantas embotelladoras de aguas (Riscos, Aquarel, Las Jaras o Sierra Fría), y hay varias explotaciones de minerales industriales como arcillas rojas, sericitas, cuarzo o feldespatos.
Según la última estadística minera disponible del Ministerio de Industria, Energía y Turismo, de 2013, en el conjunto nacional la comunidad extremeña destaca por su níquel y granito, que representa el 3,4% de lo que se extrae en general en toda España. En el país Andalucía (cobre, sal marina, mármol, yeso, hidrocarburos) y Cataluña (hidrocarburos, potasa, rocas industriales y creta) son las grandes locomotoras, pues suman casi la mitad de toda la producción minera nacional. Si nos fijamos solo en minerales metálicos, Extremadura, con el 9,3% de la producción, es la tercera comunidad más potente, muy lejos de Andalucía (79%), pero muy cerca de Asturias (10%).
Según esta misma fuente, hace tres años Extremadura empleaba a 897 personas en el sector minero (642 en Badajoz y 255 en Cáceres), la mayoría en explotaciones de arena y grava, si bien en el caso de Badajoz también hay que subrayar el empleo que genera el granito ornamental. No obstante, con más de 324 personas, destaca la mina de níquel de Monesterio cuya plantilla está a punto de ser despedida.
Este dato vuelve a recordar que la mina de Aguablanca es vital. Valga la referencia de 2010, cuando de los 180,3 millones de euros que facturó en Extremadura en el sector minero la mitad (90,1 millones) procedían de esta mina de níquel. El resto vino de los áridos (47,7 millones), granito y pizarra (37,5) y rocas y minerales industriales (3,8).
Estudios constantes
¿Al margen del níquel de Monesterio, también es Extremadura rica en el grupo de los metales, que es el más rendimiento da? El geólogo extremeño Francisco Fernández Amo afirma que sí, lo es. «Aquí se encuentran algunos de los mejores yacimientos de España de metales como el wolframio en la Mina La Parrilla, Almoharín; antimonio en la Mina San Antonio, de Alburquerque; bismuto, en Oliva de la Frontera); o cromo en Calzadilla de los Barros».
Además -prosigue- existen otros yacimientos de interés minero de estaño en la provincia de Cáceres, oro en La Codosera, Valencia de Alcántara, Talarrubias; litio en Alburquerque, cobre y oro en Alconchel, wolframio-estaño en el Valle de la Serena, estaño-oro en Logrosán, antimonio en Herrera del Duque y Valencia de Alcántara y cobre en la zona de Villagarcía de la Torre.
Pero en estos momentos -añade este experto- la mina Aguablanca y La Parrilla son las dos únicas explotaciones activas de metálicos en la región. Sobre el resto de yacimientos los hay en fase de investigación por parte de empresas internacionales y es posible que en próximos años abra alguna nueva mina.
Según los datos que maneja la Junta a través del Sistema de Información Geológico Minero de Extremadura (Sigeo), se conocen más de 1.100 indicios y explotaciones de minerales metálicos y energéticos distribuidos por la región. Y con el fin de que los inversores interesados tengan información, existe un catastro minero que se actualiza semanalmente, así como otras actuaciones financiadas por la Junta de Extremadura para promocionar el sector minero de la región.
Un recurso turístico más
Francisco Fernández Amo, de Santa Marta y nieto de minero, tiene un gabinete técnico. Entre otras tareas y encargos de investigaciones, elaboran proyectos para poner en valor minas abandonadas.
Según cuenta, la época dorada de la minería extremeña fue desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, cuando se abrieron centenares de minas por toda Extremadura de plomo, cinc, plata, hierro, cobre, estaño, wolframio, antimonio, oro, fosfatos o uranio. «Era el boom industrial, y poco después las grandes guerras originaron una fuerte demanda de metales».
En la actualidad se trata de un producto muy volátil en el mercado, sujeto a vaivenes de precios que, en el caso de los metales, no pasa su mejor momento. Hay que añadir que solo empresas multinacionales con gran capacidad inversora se atreven hoy día a abrir una mina. De igual modo, una vez que se cierran no es fácil su reapertura.
Sin embargo, este geólogo extremeño ve en algunas de estas explotaciones que hoy están cerradas un recurso turístico para pueblos pequeños que carecen de otros atractivos. La Mina de La Jayona, en Fuente del Arco, es en la región buen exponente de esta idea. Como se sabe, en este yacimiento de hierro ya extraían hierro los romanos. Su máximo rendimiento lo dio entre 1900 y 1921. Después cerró, pero en 1997 la Junta de Extremadura declaró Monumento Natural aquel sistema de galerías donde se había creado un microclima excepcional. Ya acondicionado, recibe miles de visitas al mes.
Si bien este antiguo yacimiento tiene un perfil más ambiental, la Mina Costanaza de Logrosán (la mayor de España de fosfatos) podría considerarse el máximo exponente de cómo poner en valor una mina abandonada.
Proyectos similares que cita Fernández Amo podrían ser unas viejas minas de vanadio, plomo, cinc y plata en Santa Marta que albergan un rico patrimonio geológico, además de un poblado minero del siglo XIX; o dos minas de hierro en Burguillos del Cerro, donde el pasado 30 de enero se inauguró un Museo Geominero. Entre minerales, rocas y fósiles se pueden ver fotos, herramientas y utensilios donados por habitantes de esta pequeña localidad pacense cercana a Zafra, lo que confirma que en muchos pueblos de Extremadura no solo se vive, o se ha vivido, del campo y sus animales.
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