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J. R. Alonso de la Torre
Viernes, 19 de mayo 2017, 08:08
Hace un par de semanas ensalcé el 'sombrero' de montehermoseña, pero cometí un error que he repetido aposta en este encabezamiento: lo llamé sombrero cuando su apelativo correcto es gorra de Montehermoso, una gorra que acaba de provocar que el gobierno local de Plasencia haya apoyado la propuesta de conceder la medalla de Extremadura a la localidad de Montehermoso por promover los valores de este singular complemento.
El mismo día que escribía sobre el famoso sombrero, un amable lector me corregía en Facebook con razón y con elegancia y me invitaba a leer un blog donde se explican pormenorizadamente los orígenes, los mitos y hasta la realidad y la mentira de la más famosa gorra extremeña. El lector es Juan Jesús Sánchez Alcón, que en ningún momento presumía de su saber, pero resultó ser el autor de la entrada que sobre la gorra de Montehermoso se puede leer en su blog 'Montehermoso cultural'. Si teclean ustedes en Google estas dos palabras, lo primero que aparece es este blog, donde podrán documentarse sobre la historia de nuestra gorra y sobre otros muchos aspectos del patrimonio, la historia, el folclore y la cultura tradicionales de nuestra tierra.
El blog deja claro algo que hemos defendido desde siempre en esta página: la condición de símbolo, referencia y seña de identidad de la gorra de Montehermoso. Se trata, en fin, de un atuendo único y representativo de Extremadura. Las fotografías más antiguas que se conservan del traje de Montehermoso datan de entre 1867 y 1871. En ellas se observa el gran moño que llevaban las mujeres cubierto por un pañuelo. Habría sido Ana García Ruano (Montehermoso, 1848-1927) quien creó la gorra, reelaborando un sombrero de ala ancha para adaptarlo a ese gran moño que llevaban las montehermoseñas: levantó la copa, elevó las alas en forma de visera y nació la gorra. Con lo cual, y siempre siguiendo las investigaciones de Juan Jesús, la gorra habría nacido entre 1865 y 1870.
La gorra, pues, no tiene origen celta, moro ni hispanoamericano. Es falso que el hombre rompa el espejo de la gorra de su mujer tras casarse con ella para que así ningún otro hombre se pueda mirar en él. Tampoco es ese espejo símbolo de la virginidad de quien lo porta, simplemente es un espejo en el que las mujeres se podían mirar para acicalarse. La gorra de espejo la utilizaban casadas y solteras para ir al mercado de Plasencia, a lavar o a por agua. Otro detalle es que no se trata de una gorra de fiesta, sino de diario, y nunca bailaban con ella. El traje de gala se llevaba con un pañuelo de colores en la cabeza.
Además de la gorra de espejo, que es la más ornamentada, están la gorra de clavelera, con dibujos florales y más sencilla, y la gorra de luto, que no era símbolo de viudedad, sino solo de luto e incluso de mayor edad y se confeccionaba en colores oscuros.
Dirán ustedes que difícilmente podría ser considerada la gorra de Montehermoso un símbolo identitario por un hipotético partido nacionalista extremeño, pues no es creación ancestral del pueblo, sino diseño particular de una artesana hacia 1865 popularizado durante el siglo XIX. Sin embargo, los atuendos nacionales de Escocia, Euskadi o Cataluña han vivido un proceso similar y hoy son símbolo patriótico sagrado.
La falda escocesa fue inventada en 1727 por un empresario siderúrgico de Lancashire, que convirtió en cómodas faldas las bastas mantas atadas a las cintura de sus leñadores escoceses. La txapela vasca se populariza en Euskadi en el siglo XIX, al tiempo que la gorra montehermoseña. De hecho, la famosa fábrica tolosana de boinas Elosegui se inauguró en 1858. En cuanto a la barretina catalana, aparece en grabados egipcios y pinturas medievales europeas, pero hasta el siglo XIX no es adoptada como símbolo de catalanidad. ¿Se imaginan qué hubiera sucedido con nuestra gorra si Ana García Ruano hubiera vivido en Montserrat en lugar de vivir en Montehermoso?
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