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A orillas de la EX-100, Gerard Depardieu y Sigourney Weaver hicieron de Cristóbal Colón y la reina Isabel; una folclórica tuvo un accidente con su Mercedes y dicen que perdió una joya junto a un puente, lo que dio pie a decenas de excursiones familiares en busca del tesoro perdido; una batalla con diez mil hombres tirando a matar ayudó a escribir la historia de España; y alguien atropelló al último lobo de Extremadura. La carretera que une las dos capitales de provincia ya tiene su libro. Lo ha escrito José Manuel López Caballero, un biólogo cacereño que vivió diez años en Badajoz y que calcula que ha hecho ese viaje «unas mil veces». En muchas de ellas dejó su coche a un lado, se bajó, hizo fotos, apuntó datos y memorizó imágenes. Todo eso lo ha ordenado en 'EX-100: El viaje de Cáceres a Badajoz' (Editamás, Badajoz, 2017, 14 euros, 230 páginas), el primer libro sobre la revirada carretera entre las dos ciudades más importantes de la región.
De la glorieta del ferial cacereño a la de la estación de tren pacense hay 87.350 metros, y en rigor, el emblemático restaurante del kilómetro 40 está en el 38,500. En las mesas de ese histórico establecimiento al que la crisis le bajó la persiana hace ya unos años, «se han fraguado pactos y alianzas, se han nombrado rectores y se han acordado plazas de becarios, profesores y catedráticos», escribe López Caballero. «Hasta tal punto fueron importantes estos encuentros formales e informales 'a mitad de camino' -añade- que cuando la Universidad de Extremadura contó con una plataforma de videoconferencias, la llamó 'Kilómetro 40'; una genial ocurrencia, otra más, del profesor Juan Manuel Sánchez Guzmán, que entonces era vicerrector de Investigación, Desarrollo e Innovación».
«No es objeto de esta obra tratar sobre la conveniencia o no de su conversión en autovía», previene el autor al inicio de la obra. Y lo cumple. Su libro viene a ser un atlas de la EX-100. Geográfico, histórico, ornitológico, humano, paisajístico, anecdótico... Nada pretencioso, ni en las formas ni en el fondo, López encontró dos motivos principales para escribirlo: las fotografías que había ido haciendo durante años yendo de una capital a otra y la necesidad de responder a las preguntas que le hacía Víctor, un compañero de trabajo.
Y un tercer argumento, que él define como la razón más sentimental. Se refiere a su abuelo, Victoriano Caballero, dueño de la empresa de autobuses que durante décadas cubrió la ruta entre las dos capitales. «Solo hice este trayecto con él una vez, y me iba contando cosas de la carretera», recuerda el autor, que se conoce cada curva de la EX-100. Si se le habla de las edificaciones abandonadas que hay unos veinte minutos después de salir de Cáceres, a la derecha, contesta que eso es El Campillo, en el kilómetro 21, justo tras pasar el puerto del Clavín. «La primera de las casas de la sierra que se encuentra el viajero -escribe en su ensayo- y el mejor ejemplo de construcción decimonónica diseñada para solaz de los más pudientes». Y tan pudientes. Tenía jardín con palmeras y escalinata, cocheras, cuadras, pajares, zahúrdas, fuentes, casa del guarda, capilla...
Razones editoriales explican que las fotografías que él guarda no estén incluidas en el libro, que sigue un orden lineal, con Cáceres como punto de salida y Badajoz como meta. De esta forma, el viajero va haciendo paradas a cada rato. En el kilómetro 4 para conocer la quinta de la Enjarada, con sus «aires de palacio italiano», y que «en su momento debió de ser una de las mejores casas de Cáceres». Allí rodó Ridley Scott '1492', y allí «se alojó Felipe II al regreso de su toma de posesión de la corona de Portugal en las Cortes de Tomar, en el año 1583». En el kilómetro 8,500 se aconseja dejar el coche a un lado y cruzar andando el antiguo puente sobre el río Salor, al que se llega por la antigua carretera. En el 9,700, «dos joyas medievales: Mayoralguillo de Vargas y la Casa del Aire». Y un poco más adelante, el Heredamiento de Seguras y Mogollones, con su castillo «que parece salido de un cuento».
¿Cómo hace el viaje por la EX-100 alguien que se sabe al dedillo lo que hay tras cada cambio de rasante? «Al principio -admite José Manuel López-, entretenido, pero desde que escribí el libro la recorro preocupado por si encuentro algo importante que sin darme cuenta he dejado fuera del texto». Difícil. Porque en su libro hay referencias a cada requiebro del camino. Está el cortijo de la Malanda y el de la Torre del Gaitán; está la historia del conde que fundó La Roca de la Sierra y también la explicación de cómo Puebla de Obando surgió para acabar con la inseguridad que generaban los bandoleros que por allí danzaron «hasta bien entrado el siglo XIX».
Hay pormenorizadas referencias a la cañada real soriana occidental, que juega al ratón y el gato con el trazado de la EX-100. Y a la calzada romana, que haberla hayla aunque esté más bien escondida. Y en el kilómetro 25 está, cómo no, la historia del puente de 'La Chunga', o sea, de Micaela Flores Amaya (Marsella, 1938), folclórica gitana, pintora naif que intervino en un par de películas con Ava Gardner, que bailó en Nueva York y Las Vegas y que inspiró a Picasso, a Dalí, a Alberti o Cela. «En 1960 -cuenta López en su libro- se encontraba en plena gira por España y se dirigía en su flamante Mercedes de Cáceres a Badajoz, cuando la velocidad y el desastroso trazado de la ruta acabaron con el coche en la cuneta junto a un puente». «La leyenda local -continúa- afirma que la actriz y bailaora, que salió magullada pero sin más daños, perdió en el accidente un pendiente de oro. La búsqueda de la joya atrajo a este paraje a curiosos y ociosos de Cáceres y alrededores sin que se sepa si alguien llegó a encontrarla». Lo que es seguro es que hubo expediciones al lugar en busca de la joya. «Yo conozco a gente que me ha dicho 'Sí, yo estuve allí buscando el pendiente'», ratifica el biólogo y escritor, para quien 'EX-100' es su primera obra en solitario, al margen de un par de cuentos infantiles.
José Manuel López Caballero aparece en una docena de obras, principalmente ensayos sobre el patrimonio natural y cultural de Extremadura. Que es biólogo -trabaja en la Junta- se nota en varios pasajes a lo largo de su viaje literario entre capitales. Por ejemplo, cuando detalla que en el kilómetro 26 está el mejor sitio para ver ciervos, y en el 65 y 66 la mejor atalaya para fotografiar grullas, cerca de la laguna de las Carboneras, «una de las contadas lagunas naturales de Extremadura», detalla. Y se nota también cuando desgrana las excelencias de la ZIR (Zona de Interés Regional) de Los Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes, o cuando habla de la sierra de San Pedro, que en su opinión «es una de las mejores zonas de bosque y matorral mediterráneo de todo el planeta».
Esas 115.000 hectáreas repletas de fauna y diversidad biológica podrían haber sido declaradas parque nacional. Cuenta el autor que «la idea fue desestimada hace unos años por el Ministerio de Medio Ambiente y por la Junta de Extremadura, principalmente debido a sus actuales aprovechamientos -léase caza mayor-, además de a la casi completa ausencia de terrenos de titularidad pública, algo que habría dificultado enormemente su gestión».
En el libro se explica eso y también que hasta el último cuarto del siglo XIX no había un camino específico entre Badajoz y Cáceres. Y hechos históricos como la batalla de Sagrajas, que tuvo lugar el 23 de octubre de 1086 cerca del kilómetro 80 de la EX-100 -que antes fue la carretera N-523- y que «supuso la expansión del imperio almorávide en Iberia». Y se cuentan curiosidades como que en el kilómetro 27,300, en una curva descendente, fue atropellado el último lobo cuya presencia se ha documentado con rigor en la región. O esta otra: que gracias a la EX-100, entre otras vías, se pueden recorrer 150 kilómetros pisando solo dos términos municipales -los de las dos ciudades, los dos más grandes de España-, «un caso sin parangón en toda Europa Occidental que dice mucho sobre la idiosincrasia de esta tierra extremeña».
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