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OSKAR L. BELATEGUI
Domingo, 31 de agosto 2014, 09:33
Lejos de cogerse vacaciones y celebrar que a la sexta ganó el Goya, Javier Cámara ha sudado el agosto madrileño en el rodaje de 'El tiempo de los monstruos', de Félix Sabroso. Eso sí, en su Albelda de Iregua natal el riojano ya puede presumir de una plaza con su nombre.
Luego los actores se quejan del paro.
Ruedo entre amigos. Los actores normalmente no descansamos en agosto, aprovechas para hacer teatro o una película.
El día que ganó el Goya me dijo que ahora necesita la energía de los demás para actuar, que ya no tiene la pasión de sus inicios.
Ahora necesito enamorarme de un proyecto, antes era más kamikaze. Si no me sobreestimulan...
David Trueba dice que usted es el único actor que puede imaginar en una película de Fernando Fernán Gómez sin parecer que es de otra época.
Lo dice porque hablamos mucho de una generación de actores españoles que se nos ha muerto en un periodo muy corto de tiempo. Ya no existe el reparto de 'El viaje a ninguna parte'.
¿No odiaba los Goya después de acudir cinco veces e irse de vacío?
No, aunque estar en la butaca me supone una pesadilla, es mucho más divertido estar en el 'backstage' o ver la gala desde casa. Soy muy buen espectador de los Goya desde casa. He estado en los Oscar y es un poco lo mismo, aunque, claro, allí estás solo mirando.
¿Toca a menudo la estatuilla?
No. La tengo tapada con un gorro de lana rojo que le hizo mi hermana. Me hace gracia que todos los que vienen a casa buscan el Goya para hacerse la foto. Encima del piano pasa desapercibido.
Diga la verdad: le hizo más ilusión la plaza con su nombre en Albelda que el Goya.
Por supuesto. Fue la hostia. Todo el pueblo sintió el Goya más suyo que mío. Llevé la estatuilla a los chavales del colegio, porque recordaba que de pequeño nos vino un ciclista a clase para explicar lo que hacía.
Los riojanos también le han elegido el paisano favorito para irse de cañas. Se sabe usted querido.
Sí. La televisión te da una popularidad a través de las generaciones. Hay gente que me recuerda de '¡Ay, señor, señor!', 'Hostal Royal Manzanares', 'Periodistas'... Sé que debo a la televisión ser una figura en un cartel reconocible y empática.
A veces parece que este país no quiere a sus cómicos.
No creo que sea por la batalla derechas izquierdas de los últimos tiempos. Yo consideraba a López Vázquez una especie de tío mío. Ahora se olvidan de los cómicos mayores, que pasan a un limbo a partir de los 60 años. Al resto, si nos ponen a parir, es que en el fondo importamos. 'Seguimos caminando', que le decía Quijote a Sancho...
¿Sigue creyendo que la gente buena es la que mueve este país?
Sí, como la Blanche DuBois de 'Un tranvía llamado deseo' confío en la bondad. Este país está lleno de gente fantástica, a pesar de un tanto por ciento pequeño que lo está destrozando. Hacen mucho ruido y roban demasiado.
En su Twitter le preocupan las hipotecas, Gaza...
Retuiteo a gente coherente, como Médicos del Mundo y Oxfam Intermón. Me congratulo con esa información sobre el terreno, nada partidista. Ellos son los que tienen que hablar, los que combaten el ébola y tienen la osadía de ser utópicos en este mundo de desinformación.
¿Cuáles son sus caprichos?
Estoy a punto de concretarlos. Mi trabajo es también mi capricho, disfruto mucho del parón del bocadillo para cotillear con los técnicos.
Igual soñaba con volver a Albelda a cultivar las huerta de su padre.
Las cultivaré en otro sitio. Necesito el sol y la calma. Allí no me reinventaría, me conozco demasiado.
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