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MARTA P.G
Miércoles, 6 de agosto 2014, 07:33
Se define una persona normal, sin más. Aunque los que comparten minutos con ella, saben y se percatan que es de todo menos eso. Simpática y divertida. Una fuera de serie. Complicado es aguantar la risa si se lo propone. Anabel Alonso regresa de nuevo al Festival de Teatro Clásico con el fin de hacer lo que mejor sabe, provocar las carcajadas de los presentes. La actriz se mete en la piel de una cortesana, a la que la edad comienza a causarle estragos.
¿Cómo fue ese momento en que te comentan el proyecto de obra?
Fue maravilloso. El origen son Pep Anton Gómez y Pepón Nieto. Yo entré como tercera en discordia, cuando ya la tenían ideada, y sabían por dónde iban a ir los tiros. No me había leído la versión ni nada. Pero como era de Pep y Pepón y había trabajado con ellos, me tiré de boca al barro. Y más, con la perspectiva de que fuera en Mérida. No me lo pensé, con esos ingredientes, salga lo que salga, me tiro de cabeza. Fueron los elementos que me hicieron decir que sí. No sabía ni cual era mi personaje ni cuál era la versión, ni el texto. Yo estoy aquí porque venía a Mérida. El proyecto ha ido enriqueciéndose, ver como se ha ido formando este gran elenco de actores, que estamos aquí ya, que ya estamos con los ensayos, es una sensación muy gratificante. Además creo que es un escenario por donde un actor tiene que pasar sí o sí. Es como una especie de consagración, de bautismo actoral. Y por eso nunca diría que no a venir aquí. Además, por como está configurado el Festival, sabes que vas a estar siempre arropada por un gran texto y un gran personaje.
¿Y cuándo supiste cómo sería?
Pensé, esto va a ser un disparate. Va a ser una risa. Mi personaje, Thais, me encanta. Yo en comedia estoy acostumbrada a ser un poco más pizpireta. Pero esta es una mujer tremenda, venida a menos, porque ya todo le cuelga, las carnes le cuelgan. La pobre está un poco insegura. Tiene dos amantes alrededor, canta y baila. Todo esto lo iba leyendo y se iba sumando por capas, para emocionarme y entusiasmarme mucho más.
¿Ha seguido algún referente para llevar a cabo su personaje?
Sí, a las mujeres explosivas de los años 30. Una Mae West, pasada por mis tripas claro. Ella está un poco chulita, pero luego se va descolgando poco a poco.
¿También canta en la obra?
Canto un tango, que me permite más interpretar que cantar. Le pongo ganas, yo tengo además mucho arranque y mucho morro. Es una arenga a las mujeres de Mérida, espero que todas se entusiasmen y se vengan arriba. Hay que caparlos a todos ya de una vez, ella ya está harta de los hombres y no los aguanta. Los insulta, les dice mamarrachos, zopencos y todo. Depende de ellos para poder mantener su nivel de vida. Antes dependía de si misma, y podía escoger. Pero ahora tiene que esperar a lo que le venga, y está muy mosqueada.
¿Qué mensaje sacará el público?
Es un canto a la vida y al amor. En el amor y en la guerra todo está justificado. Cuando te llega, vívelo, no lo dejes escapar, no tengas miedo, lánzate. Es una gran inyección de optimismo. Y de vida, sí que es verdad que hay crisis, problemas económicos, profesionales. Pero creo que también es importante apostar por otras cosas. Por las relaciones personales, por lo afectivo.
¿Le impone el público emeritense?
Es muy curioso. Un capítulo de una serie lo ven tres millones de personas, pero tú estás currando y no eres consciente. En un estreno, no te digo tres mil, sino ciento cincuenta personas y el corazón te sale del pecho. No te digo ya tres mil. Una pulsación por cada espectador.
¿Cree que se reirá?
Yo espero que se ría. Pero también es una función de mucha sonrisa. No es una obra solo de carcajada, sino que es eso. Es un vodevil, es divertida. Ves como sufren los personajes. Yo creo que cuando vean los actores, el público no va a saber con quién quedarse. Los trabajos de todos son maravillosos.
¿Es de las que sigue algún ritual para enfrentarse a un estreno?
No, la verdad es que no. Lo veo como que te crea un poco de esclavitud. Yo es que tengo compañeros que cada vez hacen más cosas. Como en fin de año, empecé con la ropa interior roja, pues la ropa roja. Que si levanta el pie, tómate las uvas, el dorado, ahora las lentejas. Y dije, no. Así que no tengo ninguna cosa.
¿Alguna vez le ha sucedido que se quede en blanco delante del público?
Totalmente. Pero claro cuando es un monólogo, puedes cambiarlo y que no se note. Puedes hacer tu pausa, y tus recursos. Para bien o para mal, cuando tienes un compañero siempre te puede echar una mano. Pero claro si te vas de repente a una página anterior, es complicado. Pero en la ficción de todo se sale. Te enteras tú y tu compañero, el público no se da cuenta. Pero claro que me ha pasado.
¿Recuerda alguna anécdota curiosa que le haya pasado en escena?
Haciendo 'Maribel y la extraña familia', yo hacía de una de las prostitutas. En la escena estábamos tres prostitutas, y Maribel, que era Magüi Mira. El resto Pilar Bardem y Paloma Paso. Les empezó a dar la risa. Se fue Magüi primero, después Pilar, también Paloma y me quedé yo sola en el escenario. Yo ya no me podía ir, y me quedé aguantando. Allí estuve aguantando como pude, hacía de tonta además, y no se me ocurría que más decir. «Vaya casa más rara, vaya muebles, todo esto es raro raro», era lo que decía. Hasta que se les fue pasando la risa y fueron volviendo una a una. Pero claro, yo no me podía ir, no podía dejar el escenario solo. Fue muy cómica la situación.
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