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C. M.
Miércoles, 10 de febrero 2016, 07:46
plasencia. Que un entrenador de fútbol base pierda su puesto porque la directiva sospecha que ha estado maniobrando a sus espaldas para llevarse jugadores a otro club es algo que parece verosímil en los grande equipos, donde las brillantes promesas del balón pueden llegar a generar potencialmente millones de euros. Más raro es que ocurra en un humilde club de una ciudad pequeña como Plasencia, con niños de 12 años que aspiran nada más que a jugar con sus amigos al deporte que les entusiasma. Pero así ha sido.
No resulta fácil discernir quién lleva la razón en una historia en la que todos los implicados han querido contar su versión y donde al final los perjudicados son los 18 niños de un equipo infantil de La Bellota Deportiva que, o mucho cambian las cosas, o se van a quedar sin jugar la liga y otros torneos el resto de la temporada. Ellos sólo quieren seguir si sigue Jesús, su entrenador desde hace cinco años, que ha sido cesado por lo que el presidente, Víctor, considera un «comportamiento desleal» hacia la entidad. La acusación: haber contactado con algunos padres a espaldas de la directiva para, aprovechando que se marchaba a final de temporada, llevase a varios de los chavales a un nuevo club.
Jesús, respaldado por los padres, que son quienes han contactado con ese diario para denunciar lo que consideran «una injusticia», lo niega rotundamente. «Me dan arcadas sólo de pensar que me acusan de trapichear con niños, porque no va con mi forma de ser ni con los valores del deporte que yo defiendo», afirma. «Yo lo único que hice fue, por buena voluntad, avisar de que dejaba el club a final de temporada porque me he quedado sin trabajo y voy a buscar algo que puede ser fuera de Plasencia, y dejando claro que hasta entonces iba a seguir porque tengo un compromiso con mis jugadores y con sus padres, y ellos pueden decir si he hablado o no con alguno para llevármelo a otro sitio», señala. Sospecha que todo se debe a que alguien habrá ido contando al presidente que se ha visto con monitores de otros clubes. «Algo totalmente normal en Plasencia, donde nos conocemos todos y somos amigos», puntualiza.
Tras escuchar desde fuera a todas las partes, la sensación que queda es que se trata de un malentendido alimentado por la falta de comunicación, que entre unos y otros han llevado a un punto de no retorno. Mientras, los niños lloran porque, aunque el club cuenta con otro monitor para el equipo, sin su entrenador de toda la vida ellos no quieren jugar más.
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