Secciones
Servicios
Destacamos
JOSÉ FRANCISCO SÁNCHEZ ALÍA
Martes, 17 de octubre 2006, 03:12
PONERSE a hablar de despedidas en estos tiempos que corren, además de ser escasamente original, puede convertirse en una tarea harto comprometida. Incluso en otras circunstancias, resultaría muy complicado considerar todas las perspectivas desde las que se puede observar el fenómeno de la despedida. Además de no ser lo mismo para el que se despide que para quien despide, las despedidas pueden ser amargas, apasionadas, frías, ansiadas, definitivas, temporales, desmadradas, interminables, formales, por la puerta chica, a la francesa, de soltero, de soltera, y un etcétera más largo que los tres juntos de don Simón. La sabiduría popular se multiplica en un esfuerzo por repartir soluciones a diestro y siniestro: si el que se va es amigo, el cantar prescribe un pañuelo de silencio; si es enemigo y su despedida una huida, el refrán recomienda puente de plata; si quinto, el folclore asegura que la que lloraba era la madre, que la novia no lo sentía. Sin duda, el acervo proverbial es rico en materia de despedidas, pero sus recetas no son aplicables en todas las ocasiones. Así las cosas, me calzaré las botas de siete leguas para andar raudo este camino arduo, sin extraviarme entre sus sinuosos vericuetos.
No será imprudente afirmar que, según sean las relaciones entre los afectados por la despedida y en función de lo que cada cual esperara de esa partida y lo que realmente obtenga, las despedidas se acompañarán de tristeza, indiferencia, rabia, decepción, alegría, desconfianza o esperanza. Seguramente, la despedida de Rodríguez Ibarra ha provocado estas o similares reacciones, así como una ensordecedora cascada verbal de valoraciones de su persona y su mandato, en la que no han faltado algunas voces críticas, pero prevaleciendo un tono generalizadamente elogioso, como corresponde al referirse a quien se despide, siempre que su marcha se presuma definitiva. Personalmente, aunque reconozco que es de buena educación, no me parece práctico derrochar energías en hablar bien, ni mal, del que se va. Lo que es realmente provechoso es entregarse al panegírico del que viene, agitar como bienvenida ante sus ojos el pañuelo blanco de la alabanza y pedir para el torero bravo las dos orejas y el rabo ya cuando los clarines anuncian el cambio de tercio, sin aguardar a que remate la faena, demostrándole así nuestra incondicional confianza en su maestría. He podido comprobar que este parecer que sostengo es abrumadoramente compartido por infinidad de opinadores profesionales y aficionados, amén de ciudadanos de toda suerte y condición, que unánimemente se hacen lenguas en los medios de comunicación de las excelencias personales y políticas del aclamado ya como presidente in pectore, Fernández Vara. Este consenso es tan generalizado y tan heterogéneo el grupo de quienes lo suscriben que todo hace presagiar otra despedida, no demasiado lejana. Efectivamente, si en las grandes empresas los altos ejecutivos que persisten en fracasar en sus resultados son defenestrados, sin que conste una especial preocupación por que acaben espachurrados contra el suelo, el partido que se mira en el liberalismo ideológico y político debe reflejar esta imagen. Consecuentemente, allá por mayo del próximo año, cuando haga la calor, Floriano habrá de aprestarse para su despedida, ya que no faltará quien esté dispuesto, no sé si por solidaridad o insensatez, a relevarle en el cargo de candidato a la siguiente defenestración. En cualquier caso, si hay algún partido político capaz de impedir la victoria de Vara, desde luego no parece que ese pueda ser el PP.
La serenidad de Sócrates
Cambiando considerablemente el punto de vista, la despedida que a mí más me sigue impresionando sobre cualquier otra es una definitiva y muy antigua, la de un filósofo griego. El día que, cumpliendo la sentencia de los tribunales atenienses, Sócrates bebió la cicuta, los amigos y discípulos que habían ido a acompañarlo en aquellas horas últimas experimentaban, para su desconcierto, una sensación más poderosa que la tristeza: el asombro, ante la serenidad y la felicidad con que su maestro y amigo se enfrentaba al final de sus días. El enigma lo despejó el propio Sócrates, de la pluma de Platón, cuando expuso su convicción de que la extinción de su cuerpo no supondría el fin de su trayectoria existencial, sino que su vida se prolongaría en condiciones claramente ventajosas, ya que, libre de las limitaciones corporales, podría contemplar la belleza en sí, la exacta verdad, la verdadera sabiduría. Esta confianza trascendente es una constante a lo largo de todo el diálogo platónico Fedón, formulada en expresiones como « hay una gran esperanza de que, una vez llegado a donde me encamino, se adquirirá plenamente allí, más que en ninguna otra parte, aquello por lo que tanto nos hemos afanado en nuestra vida pasada; de suerte que el viaje que ahora se me ha ordenado se presenta unido a una buena esperanza ». Es, sin duda, un adiós reconfortante y generoso con quien se va y con quien permanece. Aunque el oído social no siempre le ha prestado la misma atención, es una despedida de la que se lleva hablando casi 2.400 años y de la que se seguirá hablando todavía unos cuantos milenios más, mientras que aquéllas otras despedidas, como hojas caducas, se las llevará el viento del próximo otoño. Es la despedida de un hombre singular que pasó su vida defendiendo ideas tan heterodoxas para su tiempo como extravagantes para el nuestro, más fáciles de compartir en la teoría que en la práctica, y de las que traemos este botón, puesto en boca del filósofo por Platón, en su Apología de Sócrates: «Yo no tengo otra misión ni oficio que el ir deambulando por las calles para persuadir a jóvenes y ancianos de que no hay que inquietarse por el cuerpo ni por las riquezas, sino como ya os dije hace poco, en cómo conseguir que nuestro espíritu sea el mejor posible la muerte, lo digo sin ambages, no me importa lo más mínimo, mientras que intentar no cometer acciones injustas es para mí lo más importante».
JOSÉ FRANCISCO SÁNCHEZ ALÍA es psicólogo
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Encuentran muerta en un río a la actriz Sophie Nyweide
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.