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P. DE LAS HERAS
Lunes, 30 de octubre 2006, 02:09
La incertidumbre se abate sobre el futuro político de Cataluña mientras que los partidos catalanes aprovechan la la recta final de la campaña para hacer un nuevo llamamiento a la participación en las próximas elecciones autonómicas. A veinticuatro horas para que finalice la campaña electoral, y a menos de dos días para los comicios del 1-N, los principales contendientes manejan datos contradictorios. La federación que preside Artur Mas da por cierta su holgada victoria. El problema será lograr un Gobierno estable con capacidad de maniobra. Las encuestas internas de los nacionalistas auguran a su candidato un máximo de 58 escaños, es decir, diez por debajo de la mayoría absoluta. El PSC cree que la contienda estará más ajustada, pero no tiene garantías de poder revalidar el tripartito.
Los socialistas parecen estar convencidos al menos de una cosa: José Montilla salvará los muebles y el panorama no será muy diferente del actual (CiU 46 escaños y PSC 42). La principal diferencia, de acuerdo con sus sondeos, es que ERC dejaría de ser llave de gobernabilidad por un trasvase de votos hacia Iniciativa per Catalunya. Los convergentes no ven tan claro, en cambio, la caída de los independentistas y entienden que Mas ganará por goleada pero no a costa del partido de Josep Lluís Carod Rovira, sino en detrimento del ex ministro de Industria.
La remarcable diferencia entre las encuestas de unos y otros hablan, en cualquier caso, de una gran confusión. Los aceleradores están pisados a fondo y eso, a veces, cuesta patinazos. El líder del PSC arrancó ayer su jornada -la penúltima de la campaña- con el presidente del Barça, Joan Laporta. Es un dicho que no puede haber un presidente de la 'Generalitat' que no se declare 'culé'. Y el encuentro habría sido de un gran efectismo de no ser porque tras él se vislumbraba un ataque de celos evidente. Artur Mas convocó el sábado a la prensa para que fotografiara un desayuno con el máximo dirigente de esa entidad que. Un día después les tocó a los socialistas.
Tras este golpe, a los socialistas solo les queda jugar la última carta. Hoy Rodríguez Zapatero volverá a Barcelona para participar -por cuarta vez , ya- en la campaña electoral del PSC. El presidente del Gobierno cuenta con una altísima aceptación entre los catalanes y su implicación pretende lograr la movilización del más de medio millón de votantes socialistas que acuden religiosamente a las urnas en los comicios generales pero se quedan en casa ante los autonómicos. La cara oscura de la moneda es que, para muchos, Zapatero equivale a Madrid.
Montilla aseguró ayer, y ya lo hizo el pasado sábado ante el propio jefe del Ejecutivo, que si llega al sillón autonómico su «fidelidad» no será hacia el partido, sino hacia Cataluña. Es su forma de contrarrestar los ataques de los nacionalistas sobre un gobierno 'satélite' del poder central; pero también de lanzar un mensaje hacia un PSOE que respira tranquilo tras la desaparición del 'díscolo' Pasqual Maragall.
CiU dio ayer su 'do de pecho', con un gran mitin en el Palau Olimpic de Badalona, un acto multitudinario en el que contó, como estrella invitada, con Jordi Pujol. Los nacionalistas pretendieron evitar, en cualquier caso, un excesivo protagonismo por parte del ex presidente de la Generalitat, ahora que su heredero 'se ha hecho mayor'.
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