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JESÚS BERROCAL MONTERO
Miércoles, 3 de enero 2007, 02:41
El pasado 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, leí en este periódico una noticia sobre un indigente que se cocinó y se comió cuatro huevos fritos en plena calle. Al principio me chocó porque no la consideré una noticia digna de un periódico serio y más con el tratamiento un tanto burlesco que se le daba; pero luego pensé que era la inocentada propia de la fecha. Como noticia broma para este día está bien, es original y muchos habrán picado y se la habrán creído; sin embargo, reírnos de las miserias de nuestra sociedad, no es de buen gusto. Quién sabe si al cabo de los años alguno de nosotros no va terminar friéndose los huevos en la calle. Los indigentes no eligen serlo, han sido un cúmulo de circunstancias las que le han llevado a esa situación. A ellos también les gustaría tener una mesa bien repleta y una familia que le diera el calor necesario en estas fechas navideñas. Los indigentes o excluidos, que para todo hay eufemismos, son el producto de una sociedad competitiva, consumista, excluyente, egoísta, intolerante... La mayoría vivimos bien, pero siempre hay personas que por alguna razón se descuelgan de la espiral de producción-consumo y no siguen las pautas sociales. Merecen un gran respeto y no se debe bromear con ellos. Si nosotros, los adultos, no los respetamos, ¿por qué nos extrañamos cuando unos adolescentes le dan una paliza y lo graban en vídeo? ¿Por qué no se publican noticias de alguna familia que los acogen en su casa para prepararles unos huevos fritos? Aunque solo sea en Navidad.
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