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CELIA HERRERA
Miércoles, 17 de enero 2007, 09:30
El gran complejo fortificado de la Alcazaba Árabe, que se terminó de construir en el año 835, cuando Mérida era uno de los principales focos de rebeldía en la península contra el dominio emiral, está enfermo. Por ese motivo, un equipo de especialistas de la Escuela Superior de Ingenieros de Minas de la Universidad Politécnica de Madrid está intentando diagnosticar su mal utilizando incluso tecnología médica, como la endoscopia.
«Venimos a visitar al enfermo», bromeó ayer en el interior del Alcazarejo el director de esta investigación, José María García de Miguel, catedrático de Petrología y director de la cátedra Unesco-Icomos de Patrimonio, entre otros cargos.
A pesar de estar sólidamente asentado sobre los cimientos de la muralla romana, los muros de la Alcazaba se abomban y resquebrajan, existiendo riesgo de derrumbes similares a los que se produjeron en 1998, 1982, 1972 y prácticamente desde sus inicios.
Haciendo un diagnóstico
Para intentar buscar una solución definitiva a este mal, que no se detiene a pesar de los numerosos remiendos que ha experimentado a lo largo de su historia, la Junta de Extremadura ha encargado un estudio exhaustivo de los problemas y patologías del monumento.
El equipo de investigación, dirigido por García de Miguel, trabaja en la evaluación del diagnóstico, tanto desde sus laboratorios, donde realizan numerosas pruebas analíticas y de resistencia, como en la propia Alcazaba, que ya han visitado en varias ocasiones para estudiar su sistema constructivo y hacer un mapa de sus patologías.
La última de estas visitas se realizó ayer, durante la que estuvieron acompañados por diversos técnicos, entre ellos arquitectos y arqueólogos.
También completaron el estudio endoscópico del interior de los muros del Alcazarejo que les faltaba. La técnica y el aparataje es igual al que utilizan los equipos médicos en los hospitales.
Problema constructivo
Por medio de un tubo flexible, cuyo movimiento se puede controlar, los investigadores pueden estudiar de cerca en qué estado se encuentra el interior de los muros y qué composición y grado de deterioro sufre su relleno.
Este estudio ha permitido corroborar que uno de los principales problemas del monumento es constructivo, al margen de los males de humedades y sales que puedan afectar a los sillares de piedra.
Al parecer, debido a las prisas con las que se construyó la Alcazaba en el siglo IX, el interior de los muros de tres metros de ancho no se rellenó de forma adecuada, lo que está provocando huecos internos y abombamientos en la muralla.
«La Alcazaba se hizo a todo correr y, a pesar de todo, ha aguantado todos este tiempo. De lo que se trata es de que aguante aún más», explicó Iñaki Ubiria, uno de los encargados de manejar el endoscopio para saber qué pasa en el interior de los muros. Así ha visto cómo parte del relleno está sufriendo un proceso de lavado y sale por los huecos en forma de material fino.
La de ayer era su sexta visita a la Alcazaba, en la que también ha cogido muestras de las piedras para llevarlas al laboratorio.
El estudio se realiza sólo en la zona del Alcazarejo, que se está utilizando como elemento piloto de todo el complejo al entenderse que los resultados de la investigación pueden ser extrapolables al resto del monumento.
Testigos de yeso
Durante su recorrido por el recinto, el equipo de científicos aprovechó para comprobar el estado de los testigos de yeso que habían colocado en visitas anteriores en algunas de las grietas más preocupantes que observaron en el Alcazarejo, y que podrían causar en el futuro algún otro derrumbe.
Afortunadamente, y por ahora, los testigos de yeso no indican que las grietas hayan sufrido un empeoramiento, aunque García de Miguel reconoce que las intensas lluvias del otoño motivaron cierta preocupación respecto a su estabilidad.
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