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Miércoles, 28 de febrero 2007, 09:18
El profesor de Historia Antigua José Luis Ramírez Sádaba, de la Universidad de Cantabria, lleva más de 20 años estudiando todas las inscripciones latinas de época romana de Emerita. Ha catalogado ya más de 500 placas, además de un sinfín de aras, lápidas y cupas funerarias.
De hecho, es el encargado de poner al día el corpus de inscripciones latinas que se realizó en el siglo XIX de la zona de Mérida, en el que tiene que incluir todos las novedades epigráficas que generan las numerosas excavaciones que se están realizando en los últimos años.
Ello le obliga a desplazarse a Mérida varias veces al año para encerrarse en los almacenes del Museo Romano y del Consorcio de la Ciudad Monumental.
Ramírez Sádaba intervino ayer en el coloquio que se celebra en Mérida con una conferencia sobre la epigrafía imperial como patrón de la sociedad emeritense.
En ella mostró cómo los ciudadanos de Emerita Augusta enseguida adoptaron la costumbre, iniciada por los emperadores, de encargar placas conmemorativas, estatuas e inscripciones funerarias para afianzar y enaltecer su imagen.
Disponer de una elogiosa placa o lápida era un símbolo de poder y gloria, como lo es ahora tener un deportivo u organizar una boda por todo lo alto, por lo que algunos destinaban gran parte de sus recursos a sus ritos funerarios, aunque su nivel social fuera humilde.
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