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LUIS EXPÓSITO
Lunes, 12 de marzo 2007, 01:56
Resulta difícil escribir sobre algo si no se tiene referencias sobre ello. Por eso, y para que no se diga que comentamos de oídas, este diario ha querido probar en primera persona las virtudes del Linex. Así, con una copia del sistema operativo en la mano, y recibidas cuatro instrucciones básicas, metí el cedé en el equipo de mi casa y esperé a que se instalara. Por si acaso, no perdía de vista el teléfono por si había que llamar de urgencia a Alfonso, nuestro informático-ángel de la guarda en el periódico. Mi intención era que fuera compatible con el Windows que ya tenía.
Primer contratiempo. Parece ser que hay que decirle a la máquina que el ordenador arranque leyendo el cedé. Con mis rudimentarios conocimientos, consigo modificar el BIOS, que así lo llaman, para que comience la instalación
En este momento, surge la primera gran recomendación: nunca, nunca, intente instalarlo solo si no es un experto. Por mucho que le digan que es muy fácil, no se fíe. En mi caso, el diálogo de besugos con el ordenador acabó en catástrofe. Más o menos, fue este:
-«Linex ha encontrado una partición previa, ¿desea redimensionarla?», dice el cacharro
«Redimensionar no suena mal -pensé-, igual me lo ordena todo un poquito, vamos a darle que sí».
- «Los datos sobre la partición se perderán, ¿desea continuar?»
«¿Y yo para qué quiero datos de una partición antigua del disco? Pa'lante».
-Formateando...
«Ups... creo que no era así».
Menos mal que había tenido la precaución de guardarlo casi todo antes en discos. Después de un buen rato de instalación, ya se puede probar las excelencias del Linex, lo único que, por cierto, había para entonces dentro de mi ordenador. La primera impresión no es nada mala. Su aspecto y su modo de manejarlo son casi iguales que los programas de Microsoft. La única diferencia es que el colorido del Linex quizás sea un poco mejorable.
En definitiva, es como el Windows, pero en verde, y en versión cañí. Las versiones libres de los programas más utilizados están 'extremeñizadas'. Así, el editor de imágenes se llama Zurbarán, y el procesador de texto es Espronceda. Monfragüe o Grulla son los nombres de otras aplicaciones.
En conjunto, el sistema resulta bastante operativo, y las aplicaciones funcionan con rapidez. Tiene la ventaja de ser, por regla general, más fácil de manejar que el Windows tradicional. Por el contrario, da la impresión de que todo funciona un poquito más lento.
Dicen los que saben que el gran problema del software libre es la compatibilidad de cierto hardware y de los periféricos (tarjetas de memoria, cámaras de fotos, joystick...) En mi caso, no tuve problemas con las pocas pruebas que realicé.
Finalmente, uno de los aspectos que más echan para atrás de este software es que se nota demasiado que es público. Casi en cada rincón de la pantalla aparece el logotipo o el nombre del Gobierno regional, lo que queda demasiado publicitario. Incluso, en el programa para navegar por Internet aparecen por defecto como páginas favoritas las de las Consejerías.
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