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«Nos dejamos seducir por Hitler», se justifica Günter Grass
Sociedad

«Nos dejamos seducir por Hitler», se justifica Günter Grass

TOMÁS GARCÍA YEBRA

Martes, 22 de mayo 2007, 03:51

«A los 17 años, cuando fui llamado a filas, pensaba que Hitler ganaría la guerra; lo pensaba y lo quería, como también pensaba que yo me convertiría en un héroe». Así de sincero y de contundente se mostró Günter Grass (Danzig, 1927) durante la presentación de 'Pelando la cebolla', unas controvertidas memorias en las que el Premio Nobel alemán confiesa, entre otras cuestiones, su pertenencia a las SS.

Cuando apareció la edición alemana produjo tal conmoción que el autor se sintió «linchado» por sus «enemigos de siempre», pero también recibió cartas de apoyo por la valentía de contar unos hechos que formaron parte de su vida y que no quería llevarse a la tumba. «Fue gratificante recibir cartas de compatriotas alemanes en que me confesaban que gracias a este libro han podido hablar abiertamente a sus hijos de lo que ocurrió en aquellos años», explicó el autor de 'El rodaballo'.

Preguntas

Grass se reprocha el no haberse hecho las preguntas que luego, de mayor, sí se hizo. «Un día desapareció uno de los profesores del colegio, pero yo no vi en aquella ninguna anomalía; otro profesor fue internado y luego volvió; tampoco me pregunté si había algo detrás». El escritor reconoce la fascinación que el 'führer' ejerció en miles de jóvenes. «Nos sedujo y nos dejamos seducir». Grass tuvo suerte, pues no llegó a disparar un solo tiro en los meses que estuvo en el frente. Entró en acción un par de veces, resultó herido y cayó prisionero en manos de los norteamericanos. «Hubo compañeros míos que pasaron de la ideología nazi a la comunista en cuestión de días; yo tuve la suerte de conocer lo que era la democracia y de asimilar sus reglas del juego», explicó. «Si no me hacen prisionero hubiera pegado tiros y quién sabe qué habría sido de mí».

El libro comienza cuando el autor cumple 12 años y acaba en París, en el momento en que publica 'El tambor de hojalata'. El escritor, que afirma que dentro de su alma no hay sitio para el odio ni el resentimiento, se sintió satisfecho de su vuelta a Madrid. «Aquí, en una buhardilla cerca de la Plaza Mayor, terminé de escribir estas memorias". Fue en enero de 2006.

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