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¿Qué ha pasado hoy, 6 de abril, en Extremadura?
TRIBUNA EXTREMEÑA

Al final lo hicieron

ANTONIO VÉLEZ

Domingo, 17 de junio 2007, 03:04

ES la frase de un Charlton Heston horrorizado cuando se enfrenta a la imagen de la estatua de la Libertad fragmentada en una playa. Ocurría en El Planeta de los simios, aquella película tan inquietante sobre unos astronautas que regresan sin saberlo al planeta Tierra, rota en su viaje espacial la relación espacio-tiempo, para encontrar una civilización postnuclear dominada por monos inteligentes.

Algo así nos ha ocurrido a quienes pocos días atrás nos desayunamos con el derribo del noble edificio central del archifamoso Matadero Industrial de Mérida. Las máquinas han dado al traste violentamente con un hito de la memoria arquitectónica de la ciudad. Está claro que el negocio está últimamente, al menos en esta ciudad, por encima de otros valores.

Ese edificio y otros fueron construidos a finales de los años veinte y constituían un ejemplo de iniciativa industrial de excepcional factura. La Diputación provincial, los ganaderos de la provincia y el Ayuntamiento de Mérida constituyeron el capital de la sociedad para favorecer el desarrollo en el territorio. Fue un gran esfuerzo que reactivó la actividad transformadora y de empleo en la ciudad, a la que dio fama al alimón con sus ruinas romanas. Valga solo como dato anecdótico que el Ayuntamiento aportó quinientas mil pesetas de la época, una fortuna, a través de un crédito contraído con el Banco de Crédito Local recién creado por la Dictadura -la 'dictablanda' como decían mi padre y sus coetáneos- del general Primo de Rivera. También vendió el Consistorio, a precio mínimo, los terrenos necesarios procedentes de la finca de propios municipales de El Prado. No pudieron regalarse porque las leyes desamortizadoras aún vigentes lo impedían.

Ese matadero era historia de Mérida con letras mayúsculas. Allí operó Fernández López que lo arrendó a la Asociación de Ganaderos de la provincia de Badajoz para luego adquirirlo y trabajar decididamente desde él, obteniendo toda clase de aprovechamientos (conservas, abonos de huesos, gelatinas, envases metálicos, etc.).

De su obsesión por buscar en una época difícil estaño para el bruñido de las latas que él mismo fabricaba, se derivó la contratación de un hombre de la talla de Vicente Sos Baynat (alumno del geólogo extremeño Eduardo Hernández Pacheco). De su mano se volvieron a poner en uso las minas de casiteritas de Logrosán que ya se explotaran en el Neolítico y con Roma, dejando un legado irrepetible como el Museo de Geología de Extremadura. En sus laboratorios dejó su impronta Andrés León Maroto,un químico excepcional (profesor junto a Eduardo García Rodejas, de Severo Ochoa) que dio tono al vetusto y venerable instituto Santa Eulalia como profesor, gual que Sos Baynat pero que marcó una referencia cultural en aquella sociedad oscura de la posguerra, animando tertulias junto al ingeniero de Confederación Pérez Galdós y la 'inteligencia' local en fiestas literarias y que además presumía de anglófilo (a pesar del gol de Zarra a la pérfida Albión ) sobre su bicicleta niquelada o jugando al tenis como un singular y flemático sportman. O publicando magníficos libros de texto para los institutos españoles, uno de los cuales, el que dimos de Físicas en sexto, tenía un cohete espacial en la portada.

Ahora aquellos edificios, me refiero a los emblemáticos de la administración, ya no existen. Sólo son «campo de desolación, mustio collado». Y el alma y las sombras de quienes los animaron ya no están. Ni los notables, ni quienes humildemente se ganaron el jornal cada día. Y tantos emeritenses que tensaron allí sus vidas laborales a la sombra de una filosofia de laboriosidad y de progreso. Era el Matadero una expectativa de trabajo para las legiones de desheredados de esta vetusta ciudad y sus cercanías. Al sonido de las sirenas la marea humana se ponía en marcha cada mañana camino de aquel tajo generoso. Las políticas sociales de aquel empresario, navegando entre procelosas aguas (dicen que proveyó de recursos alimenticios a los distintos contendientes de la segunda guerra mundial) se concretaron en forma de viviendas, becas de estudios o economatos. Esa memoria se perderá indefectiblemente con estos desafortunados derribos.

Quienes vieron esos edificios saben el valor que representaban. Su carácter era poderoso y su belleza irrepetible: La cantería y la fábrica de sus fachadas llamaba la atención, como expresión de un estilo de época sobrio y contundente. Interiormente tenía detalles de solería con azulejos, escaleras con pasamanos de maderas nobles y bóvedas magnificas. Todo está en el suelo. ¿Por qué?.

Cuando se hizo el primer acuerdo de recalificación, siendo alcalde quien esto relata, se convino que los edificios nobles serían rehabilitados para uso cultural y museístico. Así se aceptó por escrito y dotando la propiedad de un montante económico apreciable para tal fin.

En esta última y definitiva recalificación se dio a entender, al menos tácitamente, que esos edificios centrales antiguos serían rehabilitados. ¿Por qué no se ha hecho?

Sorprende tanta pasividad de tantos ante lo que es parte excepcional de nuestro caminar histórico. Pero es más irritante que habiendo tantos edificios a conservar en el Plan General de Ordenación urbana, no haya habido sensibilidad con estos edificios de Carcesa que fueron en su día el mejor exponente del esfuerzo gigantesco de una sociedad pobre. Y que se hicieron con clase, marcando modelo de arquitectura industrial.

Es una puñalada del peor estilo. Solo por el negocio. Y como nadie responderá por este asesinato, solo se me ocurre decir, en clave de lamento, que hay días en que uno siente vergüenza de vivir en esta ciudad tan cobarde en ocasiones.

ANTONIO VÉLEZ fue alcalde de Mérida

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