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Sociedad

El enemigo de Günter Grass

Joachim Fest, intelectual conservador, escribió en 'Yo no' el testimonio de su familia, resistente al nazismo

IÑAKI ESTEBAN

Lunes, 18 de junio 2007, 03:49

Joachim Fest, católico y conservador, no apoyó el nazismo y pagó las consecuencias. Günter Grass, santón laico de la izquierda, se metió en el régimen de Hitler hasta el cuello. De esta oposición salieron chispas cuando Grass publicó su autobiografía, 'Pelando la cebolla', que prácticamente coincidió en la mesa de novedades alemana con las memorias de Fest, 'Yo no', ahora traducidas al español por Taurus.

En éstas no hay un ataque directo al novelista, que se produjo en los medios de comunicación, aunque sí se desacreditan sus argumentos. Fest muestra con el ejemplo de su familia que hubo 'alemanes corrientes' que supieron ver la naturaleza terrorífica de lo que se avecinaba y que la posibilidad de resistirse estuvo ahí, al contrario de lo que ha esgrimido Grass para justificarse.

Fuera de Alemania, el autor de 'Yo no' no es ni la mitad de conocido que su contrincante. Pero dentro de su país, hasta su muerte en septiembre de 2006 a los 79 años, brilló por su instinto polémico. Ayudó a redactar sus memorias al arquitecto Albert Speer, el único ayudante de Hitler que se arrepintió de su relación con el nazismo. Y a mediados de los años ochenta, publicó en el 'Frankfurter Allgemeine Zeitung', donde trabajaba como jefe de Cultura, los artículos de Ernst Nolte, un historiador revisionista que explicaba el nazismo como la reacción alemana ante el peligro soviético. Para Nolte, el Gulag de Stalin y los más 2.000 campos de exterminio nazis eran de algún modo comparables.

Fest no tenía buena fama entre los mandarines de la izquierda, a los que acusaba de imponer sus dogmas. Por eso reaccionó de forma tan furibunda ante las memorias de Grass. De hecho, el título de 'Yo no' remite a las confesiones previas del novelista, en las que admite que se apuntó voluntariamente a las Waffen-SS a los 17 años, un hecho que ocultó durante toda su vida y que quizá le hubiera marcado en su carrera literaria, premio Nobel incluido.

Habermas y la carta

Al contrario que Grass, Fest evitó las SS y prefirió apuntarse voluntario, a los 18 años, al ejército regular para no entrar en las tropas de asalto del Tercer Reich. Hacia 1940 estudiaba en el instituto Leibniz de Berlín y dibujó una caricatura de Hitler en el pupitre. Un compañero le delató y le echaron. El antinazismo lo había mamado en casa. Su padre, de marcadas convicciones católicas, se había resistido a integrarse en la estructura del Partido Nacionalsocialista y le expulsaron de su puesto de profesor.

La autobiografía de Fest narra esos años de familia que coincidieron con el ascenso del nazismo y concluye con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Sus abuelos maternos estuvieron entre los primeros vecinos de Karlshot, un barrio de Berlín, en el que también Fest vivió su infancia.

El autor describe cómo a partir del rechazo de su padre empezaron las penurias económicas, y cómo dejaron de hablar a su familia personas antes muy próximas. También recuerda que en la escuela se daban asignaturas como la llamada 'Ciencia de las razas', y que los miembros de la Gestapo entraban de improviso en las casas para intensificar el clima de terror.

En 1937 aprobó el examen de ingreso en el colegio de los jesuitas de Berlín, pero le echaron en cuanto el director supo quién era su padre. Después pasó por el Instituto Leibniz y vio cómo un compañero judío desaparecía de la noche a la mañana. La vida en el frente no resultó problemática para Fest, aunque su hermano murió a causa de una pulmonía y su padre, reclutado a los sesenta años, volvió de Rusia con 50 kilos menos.

Con este currículo, Fest pudo plantar cara a la izquierda cultural y apadrinar al sospechoso Nolte, que intentaba descargar a Alemania de su histórica culpa. Cuando se produjo la polémica sobre los revisionistas, Grass atacó con estilete, lo mismo que el intelectual Jürgen Habermas, que protagoniza las páginas más ácidas de 'Yo no'. A él se refiere Fest en su autobiografía como «uno de los mayores filósofos del país», y recuerda que militó en las Juventudes Hitlerianas. Habermas, que nació en 1929, nunca lo ha negado. Al terminar la guerra tenía 14 años y, como bien sabía Fest, la filiación a las organizaciones del nazismo era obligatoria a esa edad. Pero el autor no se priva de atacar a su enemigo y cuenta una anécdota envenenada. Fest saca a colación una carta que Habermas escribió en 1943 a su amigo Hans-Ulrich Wehler, en la que celebraba la guerra y la figura del führer. Wehler le enseñó la misiva a Habermas en los años setenta y éste, en cuanto la vio, se lanzó a por ella y se la comió.

La revelación en 'Yo no' de este 'mal trago' hizo que el filósofo, ilustre miembro de la Escuela de Fráncfort, se querellara contra Fest, y que un juez de Hamburgo detuviera la publicación del libro. Su autor fue un experto en tirar dardos a la diana que más duele. Cuando salió el adelanto de la confesión de Grass, después de haberse guardado durante tantos años su pertenencia a las SS, él comentó: «Jamás le compraría a este hombre un coche de segunda mano».

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