

Secciones
Servicios
Destacamos
GERARDO ELORRIAGA
Jueves, 26 de junio 2014, 10:37
El primer misionero de los ahmadíes no eligió el momento más oportuno para tratar de divulgar su fe en España. Llegó en 1936, un año nefasto para cualquiera. Tan solo permaneció doce meses en aquel escenario fratricida. El segundo fue enviado una década después, en plena posguerra, cuando la falta de libertad tampoco alentaba precisamente una buena recepción para esta secta mesiánica islámica fundada en el Punjab indio, hace 125 años por Mirza Ghulam Ahmad, autoproclamado el Reformador, el Mesías, el esperado por todas las religiones del mundo. El aniversario de su creación coincide con el auge de Al Qaeda, Al Shabab o Boko Haram, que reclaman la guerra santa contra el infiel. Los seguidores de esta corriente, en cambio, defienden una vertiente pacífica y dialogante de la doctrina de Mahoma. Los radicales los persiguen e, incluso, rechazan su condición de fieles de Alá.
La elaboración de perfumes permitió a Maulana Karam Ilahi Zafar sobrevivir durante el periodo franquista y mantener la actividad proselitista hasta su fallecimiento. Los restos del pionero descansan junto a la mezquita Basharat, en el pueblo cordobés de Pedro Abad. Erigida en 1982, fue la primera que se levantó en España y actualmente se halla al cuidado del imán Abdul Saboor Numan. «Nuestra fe se basa en el amor para todos y el odio para nadie», explica. Según sus convicciones, todas las religiones provienen de Dios. Jesucristo también forma parte de esta relación de delegados divinos, aunque esta corriente mantiene que acabó sus días en Cachemira. Los ahmadíes han abierto este año su segunda mezquita. Está en Pobla de Vallbona, Valencia.
El colectivo en nuestro país está formado por medio millar de fieles, en su mayoría indios y magrebíes. La confesión se ha expandido por todo el mundo y las estimaciones conservadoras hablan de unos diez millones de acólitos. El crecimiento también se ha acompañado de un acoso creciente, ligado a la expansión del radicalismo islámico. Curiosamente, la mayor represión tiene lugar en Pakistán, el Estado a cuya creación contribuyó y donde se halla el mayor número de seguidores.
La situación de las minorías religiosas en esta república oficialmente islámica y mayoría suní es difícil, pero ni cristianos ni chiíes sufren el repudio que soportan los dos millones de ahmadíes que, además, está amparado por la ley.
Una norma dictada en 1984 por el dictador Zia Ul Haq confirmó otra ley promulgada por Zulfikar Ali Bhutto que los declaraba no musulmanes. Como consecuencia, su comunidad no puede autodefinirse como tal ni adoctrinar, tampoco construir ni denominar mezquitas a sus templos o mostrar públicamente su fe. «Podemos ser denunciados y cumplir una pena de tres años de cárcel si utilizamos el saludo religioso», indica Saboor Numan.
Humillan a los niños
La Constitución local se refiera a los ahmadíes como qadianis, apelativo ligado a la localidad natal de su fundador y que posee un sentido peyorativo. La mayoría de la población sostiene este rechazo con la prohibición de entrada en algunas tiendas y otras prácticas ofensivas en el sistema educativo. «Los profesores suelen apartar los vasos que utilizan nuestros niños como una forma de humillación», explica el clérigo.
El terrorismo en Pakistán se vale de las aglomeraciones religiosas para multiplicar el efecto de sus acciones. Hace cuatro años el ataque combinado contra dos mezquitas ahmadíes en el centro de Lahore provocó cien muertos. Desde entonces, sus edificios se rodean de estrictas medidas de control y los cementerios cuentan con vigilancia privada para evitar profanaciones. «La Policía no hace nada al respecto porque el gobierno está detrás de los extremistas», lamenta Saboor Numan.
Los ahmadíes rechazan la guerra santa para imponer la fe, condenan el delito de apostasía y son favorables a la libertad de culto. La lógica fundamenta la estrategia de la entidad, según su responsable en España. «No hace falta la violencia, solo el amor y los argumentos, y a nosotros nos persiguen porque no tienen argumentos», aduce su líder local. El imán Saboor Numan es consciente de que los ataques no son gratuitos: «En el islam hay 73 ramas, pero nosotros sufrimos la intolerancia fruto de la ignorancia y los intereses ocultos. Los sabios dicen que hay que buscar lo que nos une, pero los políticos se aprovechan de la diferencia para su propio provecho».
No a la yihad. Los ahmadíes rechazan la guerra santa para imponer la fe, condenan el delito de apostasía y defienden la libertad de culto.
Sin castigo. El asesinato de 230 seguidores de los ahmadíes en Pakistán permanece impune.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Descubre la fruta con melatonina que te ayudará a dormir mejor
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.