PARA PINCHOS, PLASENCIA

Me gustan las criadillas rebozadas, qué le vamos a hacer. No, no me refiero a las correctas, sofisticadas y de moda criadillas de tierra, sino a las criadillas de toda la vida, a los testículos de cerdo, vamos, cortaditos en rodajas, rebozados y a comer. El mayor atracón de criadillas me lo pegué en Badajoz hace 30 años. Mi mujer estudiaba allí y cuando iba a verla, hacía la compra y la comida para ella y para sus tres compañeras de piso. En una carnicería cercana tenían un mostrador refrigerado lleno hasta arriba de criadillas: compré 10, dos para cada comensal. Ellas se negaron a tomarlas, yo me las zampé todas de tres tandas. Cuando me fui a vivir a Galicia, las pedí en una carnicería y las clientas me afearon que le diera eso a mi perro. Ya les he comentado alguna vez la cara de asco que pusieron cuando les aclaré que no tenía perro. Mi mujer sigue sin querer saber nada de criadillas: ella se lo pierde. El jueves me detuve en dos páginas del HOY llenas de fotos de tapas. Recogían las delicias que sirven 22 bares de Plasencia con motivo de las I Jornadas del pincho estrella (un euro, un pincho). Los hay de todo tipo, pero el que más me llama la atención es uno bautizado como El cipotálamo. Lo ponen en el bar La Capacha, tiene una evidente forma de falo con su natural acompañamiento testicular y está elaborado con ¡criadillas de cerdo!, champiñón estofado, crema de boletus y puerros fritos. Merece la pena acercarse a Plasencia por probar el Cipotálamo. Y si no les gustan las criadillas, acérquense igual. No hace falta viajar a San Sebastián para probar exquisiteces en la barra de un bar.