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ANTONIO J. ARMERO ajarmero@hoy.es
Miércoles, 10 de marzo 2010, 01:28
La cárcel no es lo que era. Mantiene su función de toda la vida, la principal, que es la de acoger a quienes un juez ha condenado a vivir sin libertad. Y entre las cosas que han cambiado en este sentido en los últimos años está la masificación que caracteriza a casi todos los centros penitenciarios de España. La cárcel no es lo que era porque tiene otra dimensión más allá de los barrotes. En el caso de Cáceres, el pasado septiembre abrió sus puertas el CIS (Centro de Inserción Social) Dulce Chacón, situado justo al lado de la prisión, para internos en régimen de semilibertad y que cumplen penas distintas a la de vivir entre rejas. Y lo último del centro penitenciario cacereño es una iniciativa dirigida a los empresarios, un ofrecimiento que puede resultar atractivo en tiempos de crisis.
Desde el pasado mes de enero, Instituciones Penitenciarias tiene en el mercado una nave de ochocientos metros cuadrados, equipada con todo lo necesario para producir y vender. Lo que ha hecho el Estado con ese espacio es ofrecerlo a los empresarios, para que puedan trasladar a él sus máquinas, sus trabajadores e instalarse allí. «La nave -explica José Pedro Rejas, el director del centro- tiene todo lo que debe tener una nave industrial, está totalmente equipada: redes de abastecimiento de luz y agua, saneamiento, oficinas, almacenes, dispositivo de seguridad... Está lista para que cualquier empresa pueda instalarse en ella mañana mismo».
Las condiciones
¿Y qué es lo que se ofrece? La pregunta puede responderse con un caso práctico, inventado pero más que factible. Pensemos, por ejemplo, en un trabajador autónomo, dueño de un negocio familiar, que tiene alquilada una nave por la paga unos cuantos miles de euros al mes, y que dado el panorama económico del momento, ve que su negocio va cuesta abajo y necesita reducir costes.
En esta tesitura, la nave del centro penitenciario aparece como una opción. Ese autónomo podría abandonar la que tiene alquilada y ocupar un espacio dentro de los ochocientos metros cuadrados que se le ofrecen en la prisión. El cambio, claro está, no le saldría gratis, pero probablemente, si le resultaría menos gravoso. A cambio de utilizar la nave, Instituciones Penitenciarias pone una condición: la plantilla de esa empresa debe incorporar un número determinado de internos.
«La empresa -aclara Rejas- no tendría ninguna relación contractual con esos internos, no tendría que contratarles». Lógicamente, lo que sí tiene que hacer es pagarles por sus horas de trabajo y por las piezas que ayudan a producir. En este sentido, hay que tener en cuenta que en la cárcel, como regla general, el interno cobra por su hora de trabajo menos de lo que obtendría en la calle, con lo que esto supone de ahorro para el empresario. «Si pensamos en ese ejemplo del autónomo con una empresa familiar, es seguro que ahorraría costes de una forma importante», concluye Jose Pedro Rejas. El director de la prisión matiza que con este iniciativa, la administración «no pretende robar empleados a las empresas, sino ayudarlas en tiempos de crisis y ofrecerles una oportunidad para que no se tengan que ir fuera, a producir a sitios donde les sale más barato».
De hecho, la cárcel cacereña cumple esta vertiente de servicio empresarial desde hace años. En su interior hay varios talleres que dan suministro a empresas de la ciudad. En ellos trabajan internos, que perciben un salario por ello, y entre los trabajos que hacen está la verificación de piezas para automóviles o la producción de sillas y mesas.
Precisamente esta faceta, que intenta beneficiar al preso -otorgándole unos ingresos económicos y una formación que le pueda servir cuando vuelva a la calle- y a las empresas, se ha desarrollado de tal manera en los últimos años que el centro penitenciario tiene otros proyectos para ayudar a mejorar el servicio que se presta. Entre ellos está construir una carretera que conecte el CIS con la zona en la que están los talleres -al lado está también la nave que ahora se ofrece-. El objetivo es habilitar una vía lo suficiente ancha como para que los camiones de grandes dimensiones que habitualmente entra y salen para cargar o descargar mercancía puedan hacerlo con la suficiencia de espacio que ahora no encuentran.
La mejora, además, se hace con la vista puesta en que el ofrecimiento de la nave, una suerte de semillero de empresas, cale entre los empresarios cacereños.
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