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:: ARANTZA PRÁDANOS
Viernes, 12 de marzo 2010, 01:11
Es natural como la tierra misma, inagotable, ecológica, ubicua. Lo tiene todo para ser la reina de las energías limpias y, sin embargo, no pasa de cenicienta en este país pionero y líder en eólica y solar. La geotermia es el gran filón de los recursos energéticos, la mejor promesa de un futuro libre de la tiranía de los combustibles fósiles y limpio de CO2. En Islandia, Estados Unidos, Italia, Filipinas y otros países la promesa se materializó hace años. En España sigue siendo una perfecta desconocida, aunque asoman en el horizonte tímidos brotes verdes.
A finales del pasado año el campus alavés de la Universidad del País Vasco inauguró un edificio climatizado por intercambio geotérmico que permite ahorrar hasta el 70% del consumo eléctrico. En Vigo, la biblioteca universitaria, un centro de salud y dos guarderías, así como viviendas particulares, contarán con sistemas de calefacción, refrigeración y agua caliente sanitaria por bomba de calor geotérmica, dentro de una experiencia piloto de la Xunta para promocionar las energías limpias. En Huelva se suman a este mismo mecanismo una residencia de ancianos en Aljaraque y un hotel en Almonte. Son algunos ejemplos de última hora de una tendencia que gana músculo muy poco a poco.
El propio término lo dice. 'Geo', tierra, y 'termia', calor; calor que nace de las entrañas del planeta. Hace 4.500 millones de años la Tierra era una bola ardiente de gas y polvo que se consolidó 700 millones de años después. Al endurecerse, la corteza atrapó dentro cantidades inimaginables de calor. Esa energía telúrica se manifiesta de manera natural en las fuentes termales, géiseres, fumarolas o los mismos volcanes, y desde antiguo el hombre le ha sacado provecho. En la prehistoria el calor natural de las cuevas salvó muchas vidas. Después, griegos y romanos hicieron del termalismo un arte y, además del culto al cuerpo, lo utilizaron para cultivos piscícolas y otras actividades agropecuarias. Las bodegas siempre han aprovechado la estabilidad térmica del subsuelo. Todos esos usos sobreviven en la actualidad y, ya en el siglo XX, se le sumó la industria a gran escala. Por simplificar, hoy hay dos grandes grupos de aplicaciones de la geotermia; de generación eléctrica allí donde el subsuelo tiene gran actividad geológica y temperaturas superiores a los 150ºC, y térmicos (usos balnearios, ciertas industrias y calefacción doméstica), a partir de los 25 ó 30ºC. A más baja temperatura se puede climatizar una vivienda con la ayuda de las llamadas 'bombas geotérmicas'.
En España está muy implantado el termalismo lúdico-medicinal, el uso en invernaderos y poco más. Ni un solo kilowatio de generación geotérmica circula por el sistema de distribución, confirma Red Eléctrica, y los hogares con calefacción y refrigeración mediante esta misma fuente son la excepción. Es difícil de calcular, pero en todo el país apenas se contarán unos millares, casi siempre viviendas unifamiliares, donde la instalación de captadores es más sencilla y apenas hay que excavar unos pocos metros en la tierra para extraer y aprovechar su calor.
Según la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA), en 2006 la potencia geotérmica para climatización de viviendas, invernaderos o con fines balnearios era de 22,3 megawatios. Por las mismas fechas la eólica superaba ya los 16.000 megawatios en todo el país. Dentro del 'mix' nacional de renovables sólo cubre el 0,04% del consumo primario. Eso dentro de España; fuera, en los rankings internacionales, «estamos al final de la lista en explotación de este tipo de energía», asegura Íñigo Ruiz, miembro de APPA y responsable de la empresa de ingeniería energética vasca Best.
Zancadillas
Este olvido viene de atrás. En los años 70, a raíz de la crisis del petróleo, y en la década de los 80 se hicieron sondeos y prospecciones que auguraban una rápida implantación. No fue así. En cambio, despegaron como un cohete la eólica y, en menor medida, la solar fotovoltaica. «Sucedió porque existía una voluntad de desarrollo y ya se vislumbraba, sobre todo en la eólica, un potencial de crecimiento y de negocio muy importante, como así ha sido», explica Celestino García de la Noceda, del departamento de Investigación de Recursos Geológicos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME). En el caso de la geotérmica existen «dificultades estructurales». La venta de energía en forma de calor (necesita transformarse antes de pasar a la red eléctrica) «es más complicada» y los proyectos de explotación «son largos en su desarrollo, costosos y entrañan cierto riesgo porque hay que perforar muy profundo», argumenta García de la Noceda. Aquí han prosperado las iniciativas industriales pequeñas donde el productor y el usuario son el mismo, caso de los balnearios, invernaderos, explotaciones agrarias, secaderos de madera...
Íñigo Ruiz habla también de «zancadillas» a la geotérmica dentro del propio campo de las energías renovables y de desinterés de las instituciones como factores clave para el escaso desarrollo actual del sector. El Plan Nacional de Energías Renovables 2005-2010 vigente ni siquiera menciona la geotermia entre las opciones factibles para llegar al objetivo marcado de cubrir con fuentes limpias el 12% de la demanda total de energía primaria. Eso está a punto de cambiar. El futuro plan 2011-2020 sí le reservará capítulo y metas fijas de aportación energética. García de la Noceda no aventura cifras pero se atreve a vaticinar que en los próximos años «será más importante que fuentes como la solar y la biomasa».
Potencial hay, aunque desigual. «Estamos en una situación más favorable que otros países europeos. No para producir tanta electricidad como Italia, pero sí como Portugal en las Azores», señala el experto del IGME. España tiene a Canarias -volcánicas igual que las Azores- como principal foco potencial de producción eléctrica geotérmica de alta temperatura, que exige temperaturas superiores a los 150ºC. Y prometen mucho áreas de Galicia, de las Cordilleras Béticas, la región Pirenaica, en especial Cataluña, y la llamada cuenca de Madrid, a medida que maduren las tecnologías necesarias para estimular de manera artificial ciertos yacimientos que alcanzan entre 100 y 150ºC.
No hay limitaciones en el desarrollo masivo de la geotermia para calentar, refrigerar y proporcionar agua caliente a viviendas particulares y edificios. Cualquier subsuelo sirve aunque, como los captadores de calor se entierran, casi siempre se trata de edificios nuevos o en rehabilitación integral. Cierto que es bastante más cara de partida, pero se amortiza antes de una década -entre 5 y 7 años, asegura Íñigo Ruiz- con lo que se ahorra en energía, entre el 35 y el 70 por ciento, según los casos.
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