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MANU MEDIAVILLA
Lunes, 15 de marzo 2010, 01:05
«Una chica ha tenido que cambiarse de centro. El agresor sigue en su sitio, y ella tuvo que salir de ahí». Elena Muñoz, de la asociación Afanias, se refiere a una mujer con discapacidad intelectual víctima de malos tratos, y su testimonio deja ver la complejidad de un problema que se sabe que existe pero permanece en gran parte invisible. A falta de estudios sistemáticos sobre su amplitud, investigaciones europeas y estadounidenses aportan estimaciones inquietantes de cómo la violencia machista se ceba en las mujeres con discapacidad (entres dos y cinco veces más que el resto de población femenina), y aún más en las del apartado intelectual (de cuatro a diez veces más).
Las cifras las dio Mariano Casado, presidente de la sección madrileña de la Confederación Española de Organizaciones en Favor de las Personas con Discapacidad Intelectual (Feaps Madrid), en una jornada sobre el citado problema enmarcada en el programa 'No me dañes'. Y su mensaje sobre la necesidad de sacarlo a la luz fue rotundo, porque la difusión de noticias y la divulgación de medidas para evitarlo «no tiene un efecto de imitación, sino protector». Se trata, pues, de «informar, formar y sensibilizar al conjunto de la sociedad» y, a la vez, de facilitar al entorno de esas mujeres los «mecanismos de detección y prevención» adecuados.
Observar y escuchar
La tarea se complica por su doble vulnerabilidad derivada de su condición femenina y su discapacidad. Máxime cuando, como alertó la directiva de Feaps Madrid Lola Triviño, «ellas tienen dificultad para expresar» que están siendo maltratadas, «pero aún más nosotros, que no sabemos observar ni escuchar». Para remediar tal déficit, las propias mujeres con discapacidad intelectual han participado en la adaptación en lectura fácil de un folleto «para que sepas qué es la violencia contra las mujeres, qué hacer si la sufres» y cómo «eliminarla». Aunque «nos cuentan pocas cosas porque piensan que no nos enteramos», remachan, «tenemos derecho a que nos den información fácil de entender de las cosas importantes». Por ejemplo, que «no hay ningún motivo para maltratar a una mujer» y que «tenemos derecho a que nos traten bien», porque «somos personas».
Menchu Cantón, de la asociación Rudolf Steiner, ha sacado provecho a los encuentros semanales del grupo de mujeres con sus personas de apoyo. Primero, porque «hablamos también de violencia de género» y «muchas sabemos ya qué hacer si nos molestan o maltratan». Y sobre todo porque ahora puede «charlar con su familia de sexualidad, embarazos y malos tratos». También María Ángeles García, de la asociación Afandem, recalca que «ahora sí sabría qué hacer: contarlo a alguien de confianza para que me acompañase a la comisaría a denunciar el caso». Y es consciente de que «el agresor puede ser cualquier persona, aunque parezca imposible, como nuestra pareja, un amigo o un familiar. Por eso tenemos que estar todos muy alerta».
Dificultades
Elena Muñoz cree que con la guía de lectura fácil se ha avanzado bastante, pero considera que «todavía falta mucho» para que las mujeres con discapacidad intelectual tengan suficiente información. De ahí que, como informa Triviño, esté ya previsto que las autoras de la adaptación y su personal de apoyo acudan a todos los centros y asociaciones que soliciten su presencia. El objetivo de esa «presentación didáctica» sería «aclarar conceptos» sobre esa violencia, «identificar los sentimientos que ayudan a saber si somos víctimas» de maltrato, «mostrar qué hacer si ocurre» y «señalar las cosas que nos desprotegen y nos protegen contra la violencia de género».
El mayor riesgo, apuntó la funcionaria autonómica Filomena Rodríguez, se plantea en su relación de pareja y su entorno --cuidadores, educadores, personal sanitario--, ya que se producen «relaciones con estrecha dependencia y sumisión a otras personas, con pérdida de intimidad y falta de información». De hecho, advirtió Triviño, «en muchas ocasiones ni siquiera son conscientes de que están sufriendo malos tratos, y cuando lo son, no saben adónde ir a denunciar. Y a veces van, pero ni son creídas». Esto sucede, según explicó Philip Madden, vicepresidente de la Asociación Europea de Proveedores de Servicios para Personas con Discapacidad, por falta de formación especializada de la Policía, que con frecuencia «no sabe cómo recabar pruebas y evidencias de estas personas» cuando la comunicación se hace difícil.
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