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MILAGROS L. DE GUEREÑO CORRESPONSAL
Domingo, 21 de marzo 2010, 01:29
Berta Soler, 46 años, es una de las fundadoras de las Damas de Blanco. Vive en un modesto piso en Alamar, una barriada dormitorio a diez kilómetros de La Habana, junto a los dos hijos fruto de su matrimonio de veintidós años con Ángel Moya Acosta, uno de los 75 disidentes apresados en la primavera de 2003. Por la liberación de los 53 que quedan en prisión, el colectivo de mujeres ha realizado esta semana siete marchas en las que han sufrido el acoso del Gobierno, que las acusa de contrarrevolucionarias y piezas de una campaña internacional contra el régimen comunista. Las movilizaciones se producen tres semanas después de la muerte tras 85 días de huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo, y del ayuno que realiza Guillermo Fariñas por la excarcelación de 26 presos de conciencia enfermos.
-¿Qué opina de la reacción del Gobierno de Raúl Castro ante sus marchas?
-El Gobierno es ahora una fiera que está herida, que está en sus últimos momentos y no tiene recursos con los que parar la desobediencia cívica y pacífica que estamos llevando a cabo las Damas de Blanco. Y como está tan rabioso recurre a estos actos de repudio.
-Raúl Castro lleva más de dos años de presidente. ¿Cuándo asumió el cargo tenían esperanzas de que introdujera cambios?
-No los esperábamos; Raúl es igual que Fidel. Los Castro juntos son los Castro juntos. No les interesa el pueblo, sólo sus posiciones.
-¿Qué efecto está teniendo en la oposición la muerte de Zapata, la huelga de hambre y sed que realiza Guillermo Fariñas desde hace casi un mes, y también sus marchas?
-La oposición se ha unido con mucha más fuerza para luchar por la libertad del pueblo y por la democracia. Pero es triste que haya tenido que morir un hombre para que el mundo entero se diera cuenta de que este Gobierno es una dictadura.
Giro de España
-¿Cómo interpreta el giro dado por España, que ya no buscará cambiar la posición común de la UE, y Europa con la resolución del Parlamento sobre los derechos humanos?
-Muy positivo, porque hasta la muerte de Zapata, España no se daba cuenta de cómo era este régimen. Al castrismo hay que apretarlo de todas formas, sancionándolo o como sea para que reaccione. Pero como es tan obstinado, tan prepotente, no sé cómo va a responder. Lo que sí está es desesperado.
-¿A qué atribuyen que las personas que se encuentran con sus manifestaciones se queden al margen, observando en silencio?
-Al miedo. Pero estoy segura de que muchos están a nuestro favor. Lo importante es que no se suman al repudio. Algunos nos reconocen y nos dicen que nos admiran y alientan.
-¿Una persona integrada cómo llega a hacerse opositor?
-El engaño y la desconfianza en el Gobierno provocan que se les caiga la venda de los ojos y se hagan disidentes. Otros ya no tienen miedo a expresar en la calle lo que sienten. Hay también hay algunos que buscan poder salir del país como refugiado político.
-¿Y qué influyó en su esposo, Ángel Moya?
-Fue cadete de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), especializado en tanques, y luchó en la guerra de Angola. Pero al regresar en 1991 cambió su vida. Vio algo que chocaba con lo que estaba defendiendo. Y se dedicó a la oposición, a defender los derechos civiles a través del Movimiento por la Democracia y la Libertad de Cuba, que presidió. Trabajó en una fábrica hasta 2001 y desde entonces estuvo parado porque no quisieron darle empleo.
-¿Usted milita en algún partido político?
-No. Soy Dama de Blanco. Trabajé veinticinco años como técnico medio en microbiología en un hospital y el pasado septiembre pedí la baja por el hostigamiento de la Seguridad del Estado, la Policía política. Me dedico a mis hijos y a los presos de conciencia.
-El Gobierno les acusa de ser mercenarias al servicio de Estados Unidos, igual que sus esposos.
-Dicen que nos manda dinero. Pues no es así. Los hombres fueron a prisión por sus ideas. Nosotras lo hacemos para defender a nuestros seres queridos. Igual que las esposas de los Cinco (agentes cubanos presos en EE UU hace once años tras infiltrarse entre terroristas anticastristas) tienen derecho a hacer campaña por la libertad de sus hombres. Recibimos dinero de un grupo de exiliados cubanos, como Willy Chirino y Arturo Sandoval, que hacen colectas y rifas. Son cincuenta dólares (37 euros) al mes para cada uno de los doscientos presos de conciencia, aunque el régimen no reconoce ninguno.
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