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Plasencia mira a las 'ciudades slow'
PLASENCIA

Plasencia mira a las 'ciudades slow'

La asociación nacional acaba de constituirse, y entre sus estatutos hay factores a favor y en contra de la candidatura de la ciudad El Consistorio contacta con el grupo de municipios para amantes de la vida lenta

ANTONIO J. ARMERO

Viernes, 30 de abril 2010, 03:32

Plasencia, ciudad lenta. El lema sonará extraño a algunos, pero seducirá a otros. En tiempos globalizados, con la prisa metida de lleno en tantas vidas, hay quien suspira por tener más tiempo, o lo que es lo mismo, poder vivir más despacio, dos condiciones probablemente más al alcance de la mano que la de tener más dinero, una aspiración más generalizada.

¿Cómo explicar si no que exista un movimiento de 'ciudades slow' (lentas en inglés)? El deseo de cambiar el ritmo de vida es lo que justifica la aparición de este movimiento, nacido en Italia en el año 1999 y que desde entonces ha crecido de forma llamativa, ayudado sobre todo por Internet. A día de hoy está presente en más de cien naciones.

En nuestro país, esta iniciativa es más reciente. El pasado 16 de abril se presentó en público la Asociación Española de Cittaslow, que se define como «la red estatal de municipios por la calidad de vida». Lo integran seis poblaciones: Pals y Begur en Gerona, Lekeitio y Mungía en el País Vasco, Bigastro en Valencia y la aragonesa de Rubielos de Mora.

Todas ellas tienen en común varias características, obligatorias para ser admitido en el grupo. Queda claro, pues, que no se trata de un movimiento al que pueda sumarse cualquiera, sino que cuenta con sus propias normas, una serie de requisitos a cumplir para quien quiera adherirse. Y entre ellos los hay que sí avalarían la entrada de Plasencia, lo mismo que hay otros que parecen dar la espalda a la que sería la primera localidad extremeña en integrarse en esta iniciativa.

De momento, lo que hay es un interés del gobierno local por calibrar la posibilidad de acceder al grupo. De hecho, la concejalía de Desarrollo Económico ya ha contactado con responsables municipales de Pals, la localidad gerundense. No ha pasado de un primer acercamiento, más informativo que otra cosa, pero deja claro el interés del Consistorio por este movimiento. «Lo que defienden las ciudades slow es una filosofía de vida basada en la ausencia de prisas y la promoción de lo que es propio y distintivo del lugar», explica el concejal Francisco Martín, que ya ha expuesto la idea a representantes de varios sectores económicos de la ciudad. «Se trata, de momento, de ir abriendo el debate: ¿Puede Plasencia entrar en ese grupo de municipios?», plantea en voz alta el edil.

Hasta 50.000 habitantes

Entre los condicionantes, los hay a favor de una hipotética candidatura placentina, como el hecho de no superar los cincuenta mil habitantes, una obligación recogida en los estatutos de la asociación. En líneas generales, el colectivo tiene establecidos seis capítulos a examinar en cualquiera que opte. Son la política medioambiental, las infraestructuras, nuevas tecnologías, las producciones autóctonas y la conciencia ciudadana. En estos seis baremos, lo que se valora es el respeto a lo propio, a lo que históricamente ha distinguido al lugar en cuestión, y las posibilidades que tienen los vecinos de a partir de esos elementos, llevar una vida pausada, que en cierto modo recuerde a otra época.

Traducido a cuestiones concretas, las ciudades slow son contrarias a las grandes cadenas de comida rápida (en Plasencia hay varias), la invasión del cemento o las obras faraónicas. Su declaración de intenciones, de hecho, ilustra bastante sobre cuál es su planteamiento. «Buscamos ciudades -explica la asociación recién constituida- con ciudadanos interesados en los viejos tiempos, ciudades con plazas, teatros, tiendas, cafeterías, hostales, lugares santos, paisajes vírgenes, artesanos fascinantes, donde el hombre reconoce la importancia de la lenta sucesión de las estaciones, con el movimiento del buen producto casero que respeta el gusto, la salud y las tradiciones espontáneas». Ahora, la pregunta está encima de la mesa: ¿Es eso Plasencia?

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