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CRISTINA NÚÑEZ
Viernes, 4 de junio 2010, 04:07
La memoria de Juan José Narbón aún está muy viva. El pintor, fallecido en 2005, vivió Cáceres plenamente. Nació en San Lorenzo del Escorial en 1927, pero vino a la ciudad siendo un niño. El doctor en Historia Manuel Vaz-Romero (miembro de la Asociación de Críticos de Arte y autor de decenas de libros) firma la tercera entrega de la colección 'Cacereños ilustres', que se entrega mañana sábado por 0,70 euros junto al Diario HOY. En ella desgrana la vida y obra de Narbón, un autor rebelde que produjo una personalísima obra pictórica.
-¿Qué aportó Juan José Narbón?
-Fue un audaz heterodoxo en el mundo de la pintura en Extremadura, siempre fue un heterodoxo y siempre fue un rebelde. Nunca se limitó a hacer lo que hacían los demás. Hizo figuración, pero rompe con la tradición extremeña y se dio al informalismo. Era una especie de arco tenso siempre dispuesto a disparar creaciones originales y excitantes. Narbón descubre al hombre extremeño y lo eleva a la categoría de mito rural, metiéndolo en un paisaje de gran sobriedad y hondura plástica.
-¿Qué es lo más destacado de su obra?
-Hay se destacar su famosa serie, dentro ya del informalismo, como por ejemplo las bandejas, las oficinas, las puertas, los floreros, y su sorprendente serie de las cabezas. Es una obra muy versátil, muy punzante, honda y variada que nunca pasó inadvertida. Nunca fue un fabricante de cuadros ni un pintor de masas. Tuvo muchísimas exposiciones aquí y fuera de la tierra. Sus colecciones están repartidas por distintas instituciones.
-¿Conoció bien a Narbón?
-Yo lo conocía bien. Escribí muchos artículos de arte sobre él en distintas épocas de su trayectoria artística. Di dos conferencias sobre su obra y le conocí personalmente.
-¿Cómo era su carácter?
-Tenía una personalidad poliédrica. Era inteligente, una persona hecha a sí misma. No sólo le gustaba la pintura, tenía más aficiones y todas las hacía bien. Polemista y discutidor, amaba la naturaleza y en especial el campo extremeño. Nunca abandonó su tierra, aun a costa de que si se hubiera ido a Madrid posiblemente su obra hubiera tenido una mayor proyección, como en el caso de Eduardo Naranjo o Barjola. Su infancia estuvo marcada por la Guerra Civil. Fue un rebelde desde el principio. Abandonó los estudios reglados en la Academia de San Fernando y se lanzó de lleno a la creación y al mundo de la cultura. Sus primeros maestros fueron Juan Caldera, Eulogio Blasco y Emilio Macías. Luego, emigró a Europa y a distintas ciudades de España.
-Cuando vuelve a Cáceres, ¿cómo es su vida?
-Llegó a ser director de la Escuela de Bellas Artes de Cáceres. Y fue muy galardonado: tiene la Medalla de Extremadura en 1991, además de otros premios, y se le hizo un museo en Malpartida de Cáceres, para que su obra perdure y se mantenga.
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