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JUAN ÁNGEL FRANCO
Lunes, 21 de junio 2010, 11:10
Andan por ahí los que se dicen defensores de la fiesta quejándose de los ataques que esta está sufriendo últimamente por parte de catalanistas varios, defensores de las mariposas y amigos del pájaro chogüy sin darse cuenta que el enemigo está en casa, que la fiesta tiene su mal dentro y que son quienes deberían ponerse al frente de la recuperación de la misma los que más están haciendo porque esta fenezca. Las puñaladas vienen de dentro y en gran medida de los que viven de ella.
En los tendidos se congregó ayer media entrada. Sería por la crisis o porque se televisaba, o posiblemente porque el personal empieza aburrirse de lo que ve. Y ve un espectáculo descafeinado al que están quitando una de sus esencias: la emoción.
Las faenas son calco unas de otras, casi siempre sabe usted cómo va a comenzar, cómo se va a desarrollar y cómo va a terminar.
Los encargados de que la emoción no falte pasan ampliamente de proporcionarla, sean toreros o ganaderos.
Estos últimos se han propuesto, desde hace dos décadas o tres en criar un toro que no moleste, que no cause problemas a sus clientes los toreros. Y si no hay problema que resolver, el examen se puede suprimir.
Encastes como el de Murube, antaño predilecto de las figuras del toreo para lidiarlos a pie, hace años que no ven delante de ellos un picador salvo raras excepciones y en éstas con bastante poco juego. Son irrecuperables para el toreo a pie.
Salían al ruedo de Pardaleras los de Fermín Bohórquez y eran el gusano de la carcoma, lo que querían eran tablas. Allí había que clavar, No sólo se iban cerca de la madera, sino que además buscaban descaradamente la puerta de toriles, esa donde siempre acabaron los mansos.
Uno de los actuantes era el criador de los toros, o el hijo del criador que más da, ambos andaban por la plaza. En tiempos lejanos le sale una corrida como esa a un ganadero y se va de la plaza a mitad de festejo. Ayer se llevaron un sueldo el padre y otro el hijo.
Este último clavó muy despegado los rejones de castigo al primero de la tarde, un toro sin codicia ninguna que se dejaba clavar palos y arpones sin la menor entrega ni ganas de embestir.
Por los terrenos de dentro intentó clavar sobre su caballo 'Sinfonía' pero aquello era partitura desafinada. Intentó clavar a dos manos y solamente dejó un palo en cada intento hasta que lo pasaportó de un rejón arriba y trasero de muerte fulminante.
Lo del cuarto fue un lastimero espectáculo. El toro escarbó y salió distraído y Fermín, que está reñido con eso de clavar al estribo, le colocó un rejón infernal.
El toro renunció a la pelea, se desentendía de acometer y se fue al refugio de las tablas. De vez en cuando daba un arreón y volvía al arrullo de las viejas tablas. Buscó la puerta por la que había salido. Fermín se puso a hacer geringonzas y monerías ante el moribundo toro, que cansado ya de tonterías, se echó descaradamente. Lo levantaron y volvía a la situación de reposo, mientras el rejoneador no se sabe que pretendía hacer con aquello que se rerrumbaba. Nadie se decidió a tomar cartas en el asunto. Tiempos hubo en que los rejoneadores llevaban un sobresaliente para estas ocasiones y evitaban semejante bochorno. Aunque allí no se abochornó nadie. Por poco no le pidieron la oreja porque el personal de rejones pide a oreja a nada que el caballo salga.
El toro se llamaba 'Hondureño'. Esperemos que mañana, allá por Sudáfrica, nos toquen once hondureños con tan poca casta.
Del resto de la corrida se salvaron dos toros, el segundo y el sexto, y cada uno fue a manos de un torero diferente.
Al segundo lo enceló Hermoso de Mendoza sobre 'Dalí' y pronto le quitó su tendencia a tablas. Caido cayó el primer rejón de castigo y en lo alto el segundo. Sobre 'Chenel' le dio sitio y lo llevó andand le de costado por todo el perímetro de la plaza para comenzar el tercio de banderillas saliendo de tablas y haciéndole una gran lidia.
Montó luego a 'Ícaro', un bayo que hizo de muleta templando mucho a 'Náufrago' que así se llamaba el toro. Lo citó muy en corto y aguantó mucho la embestida para clavar con limpeza.
Con el tordo 'Pirata' clavó las banderillas cortas adornándose antes de que el de Bohórquez comenzara a mostrar síntomas de pararse. El de muerte fue delantero, caído y contrario. Tuvo Hermoso que hacerse de infantería utilizando por dos veces el verduguillo. Al personal, el final de la función le importó un rábano, pidió la oreja, y desde el palco la concedieron.
El otro buen toro, el mejor del desastroso encierro, fue el sexto. Toro que salió con muchos pies y al que Diego Ventura paró en los medios con 'Girasol', dándole la distancia justa en los galopes de inicio de faena. Arriba le clavó un rejón de castigo al noble toro de excelente tranco y de continuada embestida. Pronto se dio cuenta el hispano-portugués que tal como estaba saliendo la corrida no era conveniente mucho más castigo y desistió de poner un segundo rejón.
Cambió de montura y sacó a 'Nazarí' dejando llegar mucho al toro para dejarlo en los medios. A tablas se fue para iniciar la reunión que realizó en los medios y quebrando en muy corto espacio.
Las condiciones del toro en cuanto a fijeza, nobleza y galope le permitieron toda clase de exhibiciones, lo que aprovechó para calentar al personal y sacar a la plaza a casi toda su cuadra.
Ante 'Vetado' desfilaron el apalousa 'Wellinton', al que alcanzó el toro sin consecuencias, el tordo 'Morante', ese que algún día saldrá a la plaza con cuchillo y tenedor y se merendará allí mismo al toro. Y ese día será la leche, pues los aficionados bajaran al ruedo a participar de la barbacoa. De momento anda a mordiscos pero todo se andará.
Por último sacó a 'Califa' y se adornó en lances varios. Como lo mató de un rejón caído y muy mortal el pesonal se puso como loco y pidió las dos orejas que le concedieron.
Lo que no está muy claro es por qué le concedieron otras dos orejas a Hermoso de Mendoza en el quinto, un toro que buscó descaradamente las tablas y que no quiso abandonar a lo largo de su lidia.
Fue toro sin ganas ni celo y que acabó marchándose a los terrenos de toriles donde el caballero estellés le colocó como pudo un rejón que pronto hizo su efecto. Fue faena de muy poca base puesto que no había materia para realizarla. Tras aquello se pusieron en los tendidos como si tuvieran algo parkinsoniano en las manos y venga a menear pañuelos. Dos orejas. Y olé.
El tercero fue otro ejemplar descastado al que Diego Ventura trató de hacer el toreo de cercanías sin acabar de acoplarse del todo a él hasta que el toro desistió de la pelea. Mató mal, tuvo que finalizar pie a tierra y descabellar.
Poco más dio de sí la primera corrida de feria que, aunque dos salieran a hombros, es de las peores corridas de rejones que se recuerda en mucho tiempo en la plaza de toros de Badajoz. Hubo dos toros aprovechables y un innecesario dispendio de orejas.
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