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ENRIQUE FALCÓ
Domingo, 4 de julio 2010, 02:20
UN año más llegan las celebraciones del día del orgullo gay. Éstas, lúdicas y festivas, se mezclan con las reivindicaciones de este colectivo, que en los últimos años ha conseguido importantes, justos y necesarios avances para la defensa de sus derechos y libertades. Quien 'supraescribe' respeta a los homosexuales como el que más; estaría bueno. Ya sé que parece un tópico, pero es cierto que tengo amigos gays, así como compañeros de trabajo. En mis grupos musicales he tenido colegas gays, y no sólo no ha sido nunca un problema, sino todo lo contrario: me han hecho estar más cerca de los problemas de estas personas, así como de sus necesidades e intereses, y de las injusticias que se producen con muchas de ellas. En alguna que otra ocasión, también he sido testigo de lamentables insultos y desprecios a estas personas. Todas estas vivencias no han conseguido otra cosa sino aflorar y procurarme cierta simpatía hacia este colectivo, que desgraciadamente ha sufrido y mucho en este país.
Ahora bien, estos hechos no necesariamente me hacen estar de acuerdo con todas sus ideas o pretensiones. Como la estupidez de querer convertir nuestros mitos de la infancia en mártires homosexuales que aún no han querido salir del armario. Ahí es cuando me enciendo, pues a mi adorado Tintín no me lo toca nadie.
¡No señor! ¡Tintín no es gay, carajo! Y ya pueden venir en tropel Jorge Javier, Jesús Vázquez, Pedro Cerolo, Boris Izaguirre o el mismísimo Ricky Martin a intentar convencerme. ¡A ver si se atreven! Quien piense así, además de ser un cateto y un inculto, demuestra que no ha leído un cómic del personaje de Hergè en su vida. No hago más que escuchar estupideces, y no solo del colectivo gay, en torno a la posibilidad de que mi ídolo de la infancia, adolescencia y edad adulta fuera homosexual. Que conste que, si así fuera, me importaría un pepino, pero es que realmente no lo es. ¡Qué ganas tiene el colectivo gay de hacernos 'entender' que todos somos algo homosexuales, incluido Tintín! Miren ustedes, porque alguien no tenga novia conocida no significa que sea gay. Porque alguien muestre especial interés por temas, a priori, más femeniles que otros, no tiene por que ser gay. El hecho de que dos amigos vivan juntos no evidencia que compartan el catre.
Mi amigo Javi (ya saben, íntimo mío y de la gula, como quien escribe) que es otro cachondo mental, cada vez que entra conmigo a cenar en algún restaurante -hay veces en las que vamos solos, sobre todo cuando nuestras parejas tienen mejores cosas que hacer que aguantarnos- y observa que algunas personas se nos quedan mirando, exclama en voz alta: «¿Qué pasa, es que acaso una joven pareja gay no puede acudir a cenar a un restaurante sin ser presa de las homófobas miradas?». En ese momento todo el que nos mira, aunque sea de casualidad, agacha la cerviz sonrojando su rostro. Yo, desde luego, me parto de la risa, porque no tengo ningún complejo y estoy muy cómodo con mi sexualidad. No me siento ni un poquito homosexual, ¡qué le vamos a hacer!
A pesar de todo el apoyo que brindo a los homosexuales, tengo que romper una lanza a favor de muchos heterosexuales, varones, de raza blanca y sin religión reconocida, que sufren gran rechazo por la sociedad sin sentir la compasión de nadie. Y es cierto, piénsenlo. Si eres mujer, o de color (negro o cualquiera no blanco), homosexual, travesti o hermafrodita, recibes el apoyo de cientos de asociaciones que velarán por tus derechos y la defensa de tus libertades. Ahora bien, como te acusen injustamente de un delito que no has cometido y cumplas las características anteriormente mencionadas, más vale que pidas un préstamo y contrates a Perry Mason porque nadie va a mover un solo dedo por ti.
Pero volvamos a Tintín, Epi y Blas, Astérix y Obélix o Espinete y Don Pimpón. Déjenlos tranquilos, se los ruego, que ya se ganaron en su día el respeto de todos como para que ahora los utilicen como mascotas.
La única meta realmente importante con la que deberían soñar los seres humanos es la de llegar a ser buenas personas, y por supuesto sentirse bien consigo mismo. Lo demás es irrelevante. Todo mi apoyo para todos desde estas líneas, en especial para los más desfavorecidos. Por tanto que el colectivo gay se preocupe de reivindicar sus derechos, de luchar por su felicidad y, sobre todo, por su libertad, teniendo en cuenta que ésta acaba donde empieza la de los demás, la de aquellos a los que no nos gusta que nos definan como homófobos por no comulgar con ciertos pensamientos como la homosexualidad de mi admirado Tintín. No aprovechen la magia de los dibujos, cómics o ilustres personajes de televisión de la infancia para utilizarlos en favor de su causa por muy noble que sea, pues éstos están por encima de todas ellas. ¡Mil millones de rayos, truenos y centellas!
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