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J. P.
Domingo, 11 de julio 2010, 12:16
Extremadura ha dejado su huella en la selección española. Una representación casi por goteo, pero en las paredes de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas cuelgan las fotografías de quince futbolistas nacidos en la región y que han vestido la codiciada camiseta nacional.
Adelardo encabeza una lista de extremeños ilustres. Hasta hace poco la nómina se conocía casi de carrerilla. Adelardo, Diego Lozano, Francisco Delgado Melo (placentino que compartió con Adelardo en el Atleti la Intercontinental) y Gordillo. Los mosqueteros de la armada extremeña del combinado nacional. Pero los caballeros de la corte investidos con La Roja es algo más amplia. Joaquín Vázquez, Miguel Ángel Ochoa, Roberto Simón Marina, Manolo, 'Txingurri' Valverde, 'Paquete' Higuera, Ángel Cuéllar, Morientes, César, Ito y Víctor Fernández. Sólo cuatro tuvieron la suerte de participar al menos en una Copa del Mundo (Adelardo, Gordillo, Morientes y Manolo).
El pacense Vázquez formó parte de la primera selección española en competición oficial. Debutó en los Juegos Olímpicos de Amberes 1920 y no volvió a repetir. Gordillo se mantiene inalcanzable. El mítico jugador de Real Madrid y Betis se lleva la palma con 75 internacionalidades, dos participaciones mundialistas (España 82 y México 86) y un subcampeonato de Europa (1984). Morientes también hizo doblete en un Mundial (Francia 98 y Corea y Japón 2002) y era hasta la confirmación de Villa en Sudáfrica el máximo goleador español en los mundiales, junto a Raúl. Para la mayoría su experiencia en la selección resultó fugaz. Otros como Valverde tuvieron una aparición envuelta de polémica. El de Viandar tuvo que esperar dos años desde su primera convocatoria (en 1988) al caer lesionado durante la concentración y provocar el primer cisma entre Clemente y la Federación. Marina entró en la lista del seleccionador tres veces, pero su protagonismo se reduce a 8 minutos. Y curiosidades como que las dos veces que Cuéllar vistió La Roja fueron para suplir a Amavisca.
Pero todos pusieron su granito para que España forjara su leyenda de una selección maldita que en los dos últimos años se ha elevado a los cielos. Superado el síndrome de cuartos, logró liberarse de todos sus miedos. Se rompieron tres maleficios en uno. La barrera de cuartos, superar una tanda de penaltis y eliminar en esa ruleta rusa nada menos que a Italia. En Viena quedó sepultado ese derrotismo con ciertos tintes románticos que perseguía a la selección.
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