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MARTA PÉREZ GUILLÉN
Miércoles, 21 de julio 2010, 10:44
Suena el despertador. Es mediodía. Descansar es fundamental tras una jornada que ha acabado de madrugada tras representar una obra de teatro. Son cinco actrices de la compañía Q-ars Teatre y quedan todas para desayunar, aunque Mercè Anglès y Anna Güell son las más madrugadoras en una Mérida que ya lleva horas despierta.
De beber, mejor un café que sea capaz de reponer las energías perdidas en la representación que, entre función y celebración, se alargó hasta las 3 de la madrugada. De comer, tostadas, dulces, algo que consiga asentar el estómago, que antes de la función será un manojo de nervios. Es el ritual de cada mañana de las actrices Mercè Anglès, Mercè Arànega, Muguet Franc, Anna Güell y Àngels Sánchez, que ponen voz al poema más longevo de la historia, La Ilíada, una de las ofertas del Festival de Mérida.
Junto a los primeros sorbos del café o agua con gas, además, aprovechan para conectar con el mundo exterior a la par que se despegan del suyo. «Me gusta leer la prensa y enterarme de lo que sucede», comenta Anglès. Güell, además, indica que «prefiere leer antes que ver la televisión», a la que parece no tenerle mucho afecto.
También es el momento en el que se organizan el día. Como norma, hacen un repaso al texto en conjunto que dura dos horas, a modo ensayo. Pero todavía es pronto para volver al trabajo, el encanto de Mérida es irresistible aún con el sol pegando fuerte. Comentan que el tiempo que hace aquí es soportable, hasta las 14 horas, «después es verdaderamente inaguantable, aunque ayer por la noche hasta tuve frío», afirma Anglès.
«Yo quiero ver el Puente Romano, que me han comentado que es el más largo que hay, ¿no?», pregunta Àngels Sánchez . «También podemos ir a la Plaza de España», sugiere Angèls. «El Templo de Diana está aquí al lado», informa Güell, quien estuvo aquí hace algunos años con una Electra y recuerda el primer momento que vio el escenario del Teatro Romano como uno de los más especiales de su vida. «Cuando me enteré que podíamos venir aquí, les comenté a todas lo maravilloso que es este Teatro», afirma. Y resalta: «la comunicación que se consigue entre el actor y el espectador es única».
Entre recuerdos y charlas metafísicas sobre el Teatro Romano, el tiempo se pasa volando. Después de ver algunos monumentos y encontrarse con parte del equipo que viene alucinado por los secretos que oculta la ciudad, llega la hora en la que las actrices se reúnen en una pequeña terraza del hostal El Alfarero, donde se alojan. Vestidas de calle, sentadas en sillas de plástico, con la manguera refrescando el lugar, el texto de la obra comienza a cobrar vida. Y de qué manera.
Las letras, la entonación, la energía que depositan en sus palabras son capaces de hacer fluir emociones en la terraza, como seguro ocurrirá por la noche. Mientras llega el momento del estreno, la compañía, que descarta echarse la siesta, apura las horas que quedan para irse al Teatro entre tentempiés, confesiones de anécdotas y más repasos.
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