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SERGIO LORENZO
Lunes, 6 de septiembre 2010, 10:40
«Sucedió el miércoles 9 de febrero de 1954 - señala el cacereño Pablo Romero -. Era una fría noche cacereña cerrada en niebla. En mi mesa de estudio luchaba con un problema de navegación marítima, disfrutando del agradable calorcito de un brasero de picón. De improvisto, el sonido estridente de los motores de un avión me hizo correr al balcón con objeto de intentar ver qué monstruo alado estaba sobrevolando a baja altura mi casa. Una segunda pasada a menor altura me hizo sospechar que el piloto tenía un grave problema. Después... nada, el silencio absoluto que reinaba en las calles de Cáceres en aquella época de crudos inviernos. A la mañana siguiente, la voz de 'Polito' en Radio Cáceres informaba de que un avión militar americano se había estrellado en las cercanías del Guadiloba». Así recuerda Pablo Romero, marino mercante jubilado, el accidente aéreo que pudo originar una catástrofe en Cáceres. El avión era un Fairchild C-119 Boxcar, un aparato de transporte militar que pesaba 20 toneladas, y se hizo famoso en la Segunda Guerra Mundial.
El bimotor C-119 que se estrelló en Cáceres era el número 0163. Un día antes del accidente salió de la base alemana de Francfort del Main en dirección a Estados Unidos, con escala en Las Azores. Se les averió un motor en alta mar y decidieron volver para ir a Lisboa, pero se perdieron en la niebla y llegaron a Cáceres sin saber dónde estaban. Sobrevolaron la ciudad alrededor de la una y media de la madrugada. Al ver que ya no tenían combustible los cinco militares que ocupaban el avión saltaron en paracaídas.
A 5 kilómetros
El avión se estrelló a sólo 5 kilómetros de Cáceres, a la izquierda de la carretera de Trujillo, en la finca 'Fuente del Guadiloba' de la viuda de Gregorio Andrada. Los trozos del avión llegaron a 12 metros de una choza en la que vivía el pastor Pedro Granado con su mujer y sus tres hijos. Pablo Romero recuerda que el pastor fue entrevistado en la radio, y que decía que vio pasar el aparato cerca del chozo, que giró y se fue contra ellos.
En el Cáceres de posguerra, que aún tenía en mente el bombardeo del 23 de julio de 1937 que origino 35 muertos, se movilizaron las autoridades. Se lanzaron bengalas y cohetes al no encontrar restos humanos entre los amasijos del avión. Los cinco miembros de la tripulación saltaron en paracaídas. Cuatro aparecieron en la finca 'La quinta' de Joaquina Montenegro. Les auxiliaron los guardas del cortijo. El quinto fue el primero en tirarse y estaba más cerca de Cáceres. A las cinco de la madrugada los reunieron a todos. Tenían trajes de goma y una embarcación por si caían al océano. Sólo dos resultaron heridos levemente.
Chaquetas de Casa Terio
El gobernador civil los alojó en el hotel Álvarez. Pablo Romero comenta que Casa Terio les vistió con chaquetas y bufandas, y que el Ayuntamiento les agasajó, mientras los cacereños acudían al lugar del accidente. «Fue una romería. Diseminados en un radio de 200 metros, los restos del aparato rodeaban el chozo del pastor, cuya familia salió milagrosamente indemne. De todo aquel amasijo metálico, los dos enormes motores y las ruedas eran lo único que lo identificaba como un avión. Disimuladamente, hurtándome a la vigilancia de una pareja de la Guardia Civil, rescaté de entre los restos una especie de bote de color verde oliva con una anilla en la tapa superior. En mi inconsciencia juvenil - tenía 17 años -, de regreso a casa, en compañía de mi padre y hermanos, manipulé la anilla hasta que se produjo una pequeña detonación. Lancé el bote lejos de mí y fue a caer a pocos metros de la pareja. De aquel chisme comenzó a salir un humo naranja con gran fuerza y sibilante sonido. Todos corrimos como locos, incluida la pareja con mosquetón y capa, y a mí, mi padre me propinó un buen pescozón».
Estos son los hechos históricos y los recuerdos; pero hace sólo seis meses, revolviendo entre sus cosas, Pablo Romero encontró la fotografía que compró a Caldera, de los militares norteamericanos entre los restos del C-119. «Me pregunté ¿vivirá aún alguno de aquellos aviadores? Me puse manos a la labor y 'colgué' la foto en una página web de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, con la ilusión de encontrar con vida a alguno. Me interesaba saber qué ocurrió realmente y cómo se desarrollaron los acontecimientos antes de lanzarse. Cual no sería mi sorpresa cuando al cabo de un mes y medio recibí un correo de un aviador norteamericano, que había volado muchos años en este tipo de avión y se interesaba por mi historia. Es Charles Lunsford, autor de varios libros sobre los C-119 y su participación en la Guerra Fría y asesor de la película 'El vuelo del Phoenix'. Luego de decenas de mails intercambiados con mi amigo Chuck, recibo de él una fotografía en la que aparece el C-119 que se estrelló en Cáceres, cuando estaba en la base alemana de Neubiburg en 1953. Luego de haber transcurrido 56 años, los cacereños que como yo vivieron aquellos emocionantes días, gracias a internet y a las investigaciones de Charles Lunsford, pueden ver hoy qué es lo que pasó volando sobre nuestras cabezas aquella noche de febrero de 1954».
Los cinco tripulantes eran: El capitán Williams Adams, de 37 años (herido en la cabeza, le dieron 5 puntos); el teniente Lieutenants Tomás Johnson, de 26 años; el teniente Jhon Matteheso de 25; el sargento Clemente Sink, 32 años; y el sargento Mervinn Strang, de 22 (sufrió un rasguño en la cabeza). Si viven, el más joven tendrá ahora 78 años. «Mi amigo Chuck y yo tenemos esperanzas en encontrar a alguno con vida para que nos cuente qué pasó. Les seguimos buscando por internet».
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