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OSKAR L. BELATEGUI
Lunes, 20 de septiembre 2010, 11:40
Pasqual Maragall paseaba ayer por La Concha y algún viandante se detenía a saludarle y preguntarle qué tal estaba. El día anterior, su amigo Odón Elorza le había enseñado la Casa de la Paz en el Palacio de Aiete y habían disfrutado en Anoeta del partido de la Real contra el Madrid. El ex alcalde de Barcelona y ex presidente de Cataluña no se encontraba de visita de placer en San Sebastián. Protagoniza un conmovedor documental que registra la evolución de una enfermedad que en 2007, a los 66 años, desveló al mundo: «Hicimos los Juegos Olímpicos, conseguimos el Estatut y ahora vamos a acabar con el alzhéimer», fue su grito de guerra.
'Bicicleta, cuchara, manzana' toma su título de la prueba mnemotécnica universal para poner a prueba la capacidad de retención. Los pacientes recitan los tres nombres. y a los cinco minutos son incapaces de recordarlos. El director Carles Bosch, nominado al Oscar por 'Balseros', obra un doble milagro: descubre el carisma arrollador y la humanidad de un personaje público y emociona hasta las lágrimas sin caer en la conmiseración. En la primera escena, Maragall advierte al realizador: «Esta película tiene que ser divertida, ¿eh? Ya estoy harto del 'pobrecitos, pobrecitos'».
24 millones de personas en el mundo se están quedando sin recuerdos. Uno de cada tres habitantes de Occidente sufrirá demencia antes de morir y colapsará los servicios de urgencias. El hombre que consiguió los Juegos Olímpicos para su ciudad se empeñó desde que le diagnosticaron el mal en encontrar una cura a corto plazo. Propulsa una fundación internacional que construye un centro de investigación en Barcelona y cuenta ya con veinte empresas donantes. No ha querido ser una víctima, sino el motor de una apasionante aventura científica a contrarreloj, sirviéndose de su condición de hombre de Estado.
«Tengo sordera cerebral»
La película, que se estrena en los cines el 1 de octubre, arrebata por el retrato de un paciente excepcional y un enfermo rebelde. Maragall se resiste a admitir cómo ha ido perdiendo facultades a lo largo de estos tres años. La enfermedad avanza lenta pero inexorable. Irreversible. Nadie muere de alzheimer, pero sí con alzheimer. «Vivir, eso es lo jodido. Tengo sordera cerebral», reflexiona. «¿No pueden quitarme este tapón del cerebro, desatrancarlo como cuando te limpian los oídos de cera?».
Y es que lo peor de esta patología no es que el paciente no reconozca a los suyos, sino al revés, que la familia no sepa ya quién es su ser querido. Bosch captura la intimidad del político con su mujer y sus tres hijos. En su despacho, tarareando las 'Variaciones Goldberg', porque la memoria musical es lo último que se pierde; en su casa del Ampurdán, redactando en inglés sus memorias; en Nueva York celebrando la victoria de Obama. La cultura y el ingenio irónico del protagonista provocan que su deterioro sea aún más injusto. Su familia esconde las llaves del coche para que no conduzca. Vuelve loco a su guardaespaldas. Y todos cruzan los dedos cada vez que habla en público para que no se quede en blanco.
En San Sebastián, Maragall ha posado para los fotógrafos pero durante la rueda de prensa encontró algo mejor que hacer: pasear junto a su nieta y José Ramón Recalde. Tras la proyección, Odón Elorza y el director del festival, Mikel Olaciregui, no podían contener el llanto. En 'Bicicleta, cuchara, manzana' recuerda cómo empezó a anotar todo en su agenda para no olvidar. «Llegaba tarde a los sitios, me iba sin pagar. Bueno, antes también llegaba tarde». El filme, programado en la sección oficial fuera de competición, salta de Barcelona a la clínica Mayo en Estados Unidos, a India y Holanda. Salen laboratorios y científicos. Pero toca el corazón cuando demuestra que, pese a la enfermedad, se puede vivir una vida plena rodeado del cariño de los nuestros.
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