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JUAN ÁNGEL
Martes, 12 de octubre 2010, 02:12
En tiempo de tribulaciones, no hacer mudanzas», decía San Ignacio de Loyola, de donde se deduce que, a juzgar por las ganas que le han entrado a muchos por cambiar los toros de ministerio, la fiesta debe atravesar por momentos de gran alegría.
Los partidarios del cambio al Ministerio de Cultura no aportan otros argumentos para la mudanza que los manoseados nombres de Goya, Picasso, García Lorca ., pero ninguno que demuestre fehacientemente los beneficios que el cambio acarrearía al espectáculo.
A la cabeza de la solicitud de mudanza se han puesto los matadores que se pertrecharon para visitar a la ministra del ramo, González Sinde. Siete fueron a verla y los despachó -sin prestarles despacho para que se explicaran- con un folio escrito entre a máquina y a mano y diciéndoles que se creará un grupo de expertos que analice la situación. ¡Dios nos coja confesados! Total, que entraron como los Siete Magníficos y salieron como los siete enanitos tras ser acariciados por Blancanieves .
A los pocos días el asunto cultural-taurino llegó al Senado. Había una propuesta para declarar los toros 'Bien de Interés Cultural'. No salió adelante pues los mismos políticos votan de muy diferentes formas según el momento y el lugar y a la mayoría de ellos solamente les interesa lo que pasa en las plazas de toros en épocas de mítines electorales. Escasa fue la presencia de taurinos para apoyar la propuesta: empresarios, algún ganadero, algunos toreros de los del bulevar de los sueños rotos del escalafón, un matador retirado, y ni una solo de las figuras actuales. El Senado es plaza de segunda.
Dos días después, tres figuras fueron al Congreso, plaza de primera, con el asunto del cambio de Ministerio. No los recibió el presidente señor Bono sino dos subalternos del grupo de los diputados, uno de los cuales, el señor Venegas, les dijo que no veía clara la necesidad del cambio de ubicación ministerial pero que allá ellos.
Aprovechando el ruido, el patrón del ministerio donde ahora moran los asuntos taurinos, señor Rubalcaba, abrió un ojo como un cortijo apoyando la teoría del cambio. Normal. Para los ministros de Interior -excepto Corcuera- los toros no han sido siempre más que un engorro en medio de los muchos y graves problemas que tienen que solucionar en aquella casa. Ahora estamos de descanso dedicándonos a opinar sobre el, al parecer, tan urgente y necesario traslado sin que nadie explique de forma contundente cuales serán las ventajas. Si con ello se van a solucionar los muchos y graves problemas que actualmente padece esta fiesta, que mañana mismo carguen el camión con todo lo necesario y lo lleven del ministerio del interior a La Casa de las Siete Chimeneas, pero si solamente va a servir para que, oficialmente, se reconozca a los toros como arte y cultura, mejor estarse quieto. Cada vez que la política a metido las narices en la fiesta, esta ha salido perjudicada..
Hace pocas fechas el matador retirado Luis Francisco Esplá decía a propósito del tema: «Sería una insensatez llevar el toreo a Cultura. Hay muchas indefiniciones, y no tenemos claro si el toreo es un espectáculo o es un arte o qué es. Primero hay que definirlo y luego seguir dando más pasos. No se puede llevar el toreo de un ministerio a otro como si fuera un mueble. Es lamentable cómo está el toreo hoy, en un estado catastrófico. Lo que queremos es llevar un tullido a agonizar a un hospital». Pues, a lo mejor va a resultar que a donde hay que trasladar la fiesta con urgencia es al Ministerio de Sanidad para que le quite todos los males que la corroen y la infectan desde dentro y desde fuera, de lo que somos culpables todos.
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