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JUAN SORIANO
Jueves, 28 de octubre 2010, 14:25
José Manuel Romero debutó como torero con apenas diez años. Después de dos cursos recibiendo clases de toreo de salón en Mérida, por primera vez se plantó ante un astado para demostrar su arte. Sin embargo, la experiencia no fue como esperaba. Como reconoce, el miedo le pudo, y ese mismo día concluyó su carrera como matador de toros. La afición perdió un proyecto de figura, pero ganó un fotógrafo taurino que ahora exhibe sus últimas imágenes en una muestra que forma parte de las Jornadas Taurinas que organizan el Consistorio emeritense y la Junta.
La exposición, titulada 'Detalles', recoge 25 fotografías inéditas, todas ellas tomadas en la plaza de toros Mérida y la gran mayoría del pasado año. Se trata de imágenes taurinas en las que el toro es el protagonista pero también el principal ausente. Jairo Miguel resoplando antes de una faena, una espectadora atiende al ruedo en medio de un graderío vacío, una leyenda escrita en tiza que desea suerte a un torero. Como explica Romero, «son cosas que pasan en una corrida de toros y de las que la gente no se percata». Pero que también forman parte del espectáculo.
Atento a todo
Romero lleva trabajando 16 años como fotógrafo de prensa y colabora para medios como HOY, para el que ha cubierto numerosos festejos taurinos, un trabajo en el que ha destacado con la concesión de varios premios. Para ello, reconoce que su pasión como aficionado cuenta tanto como su pericia profesional. «Como torero no tenía futuro, y no sé si lo tendré como fotógrafo; pero te sientes recompensado cuando haces una cosa que te gusta».
Como indica, la dificultad de seguir una corrida de toros como fotógrafo reside en que «tienes que estar atento a todo». Cuando acude a un festejo mantiene permanentemente el ojo detrás del visor de su cámara.
Para que una imagen taurina sea buena, apunta que también cuenta el torero. Un matador alto suele ofrecer mejores fotos, ya que siempre quedará por encima del animal. También ofrecen más facilidades los que tienen más temple, lo que facilita la captación de la instantánea. Entre sus favoritos están Talavante, Finito de Córdoba y Perera.
A su juicio, su mejor imagen como fotógrafo taurino la tomó en la Feria de Mérida en septiembre de 2002. Se trata del momento en el que un toro coge a la altura del cuello al matador emeritense Miguelín Murillo. El rostro del torero refuerza el dramatismo de una imagen hecha en el instante adecuado.
«El secreto está en estar atento desde que llegas a la plaza hasta que te vas». Sólo así puede captar detalles que para otros pasan desapercibidos, y que ahora se pueden apreciar en una nueva exposición fotográfica en Mérida.
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