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JULIÁN MORA ALISEDA
Martes, 14 de diciembre 2010, 01:21
LEO en el diario HOY una noticia que me ha provocado estupefacción. La Consejería de Industria y Medio Ambiente, ha presentado un Mapa de Impactos del Cambio Climático en Extremadura. Al parecer se hacen previsiones sobre el incremento de temperaturas y la reducción de las precipitaciones por las diferentes zonas de la región. Si es verdad lo que dice la prensa, me recuerda mucho al timo de la estampita.
Ya hay errores anteriores en este sentido, cuando el Ministerio del Ambiente de España avisó que el verano de 2008 sería uno de los más cálidos conocidos y luego resultó que fue el más fresco de los últimos 30 años. Dijeron, también, que el año 2010 sería cálido y seco, bueno ya han visto que ha sido frío y excesivamente lluvioso; acabamos de tener el mes de noviembre más gélido de las últimas décadas, aquí y en toda Europa, y las lluvias continúan (incluso con alerta naranja) con mayor frecuencia de lo habitual.
Lo que parece evidente, y lanzo un reto a quien quiera (y quienes se atrevan que suban la apuesta hasta donde lleguen), que Extremadura (ni que el clima fuese como los nacionalismos que se circunscriben a unas fronteras administrativas) no va a reducir sus precipitaciones de 40 a 50 litros por año hasta el 2070, simplemente porque es imposible, pues si eso fuera así (la media regional es de unos 670 litros anuales, incluyendo áreas de penillanura, vegas y montañas) para el 2020 ya no llovería ni una gota, y en los próximos cinco años habríamos reducido las precipitaciones actuales a la mitad, según ese ritmo. ¿Pero alguien se cree tamaña falacia?
Nadie duda que tendremos períodos de sequías, como siempre, y fases más húmedas de lo habitual como ha sucedido en la media de los últimos 15 años. Claro que con una cierta tendencia al calentamiento, pues estamos en una fase interglacial denominada Holoceno Flandriense, con lenta transgresión marina en los últimos diez mil años.
Sinceramente, creo que la Administración tiene otras prioridades antes que gastarse el dinero en plantear escenarios climáticos tan absurdos y que se evidenciarán falsos. En estos momentos la ciencia es incapaz de predecir cómo será el tiempo dentro de dos meses (la propia Agencia Estatal de Meteorología, en Extremadura, predijo que este otoño seria más caliente y seco de lo normal, cuando la realidad ha demostrado todo lo contrario) y, sin embargo, algunos osados nos dicen lo que va a pasar dentro de 50 o 100 años.
Aún recuerdo cuando en 1999 me invitaron a participar en algunas mesas redondas en España y Portugal para que opinara y debatiera sobre el que iba a ser el mayor embalse de Europa, el de Alqueva. Pues bien, las asociaciones ecologistas de uno y otro lado de la raya afirmaban con toda rotundidad y con datos de sus 'investigaciones' que esa presa era una obra faraónica y que nunca se llenaría por dos razones: primera, porque esta zona de Extremadura y Alentejo es semidesértica y, segunda, porque el agua ya estaba retenida en los embalses del Guadiana construidos para el Plan Badajoz. Y claro, yo quedaba como la única voz discordante al apuntar que desde el embalse de Orellana hasta el lugar de la presa de Alqueva, la cuenca hidrográfica se extendía a lo largo y ancho de casi 30.000 kilómetros cuadrados, lo que suponía que con una media de 550 litros por metro cuadrado de precipitación, excluyendo después el consumo, la infiltración subterránea, la evapotranspiración, etc. aún llegaría agua suficiente para que en el plazo de cuatro años normales sin sequía el embalse llegaría a su cota. Pues bien, después de tanta controversia el embalse estaba lleno dos años y medio después de cerrarse las compuertas, al gozar de unas precipitaciones superiores a la media, lo que es algo tan habitual como la pertinaz sequía.
Así que, en el tema del cambio climático voy a hacer lo mismo, esperar para desmontar toda esta gran farsa en la que nos han metido ecologistas, científicos que se creen que con unas cuantas variables pueden diseñar escenarios (como si el clima no fuera algo realmente complejo para modelizarlo sobre unos cuantas hipótesis) que luego se apresuran a desmentir cuando ven que no se van a cumplir, como ha pasado con el IPPC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático) que afirmó con toda rotundidad que en el 2035 ya no quedarían glaciares, mientras ahora ya dicen que es para el 2100 o más tarde, así no estarán vivos para que les saquen los colores por mentirosos.
A esto del cambio climático se ha apuntado todo el mundo, incluso los políticos (Al Gore, Caldera o Aznar) y, ahora en Cancún, también han dejado de ser escépticas las grandes empresas multinacionales al ver una doble oportunidad de negocio, pues antes y ahora cobraron por contaminar y en el futuro, como controlan la tecnología, quieren lucrarse descontaminando. En fin, lo único realmente 'verde' en todo esto son los billetes.
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