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Lenguas de gato
OPINIÓN

Lenguas de gato

El dinero gastado en traducciones innecesarias hace que me pregunte si el Senado conoce la realidad de España y las necesidades de los españoles

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 23 de enero 2011, 01:40

YA conocen ustedes mi poco gusto por aburrirles con temas de índole político en mis tribunas. En primer lugar, porque siempre me ha parecido que debía ofrecerles algo diferente, y por supuesto bastante más original, y en segundo por aquello de que ya hay periodistas, expertos y articulistas mucho más doctos y preparados en la materia que mi menda, lo que me evita arrebatarles a ellos el dudoso honor de ser yo quien les aburra sobremanera. No puedo engañarles. También existe algo de preocupación, y más con la que está cayendo en este país. Uno corre el riesgo de aventurarse, 'sin ton ni son' y sin comerlo ni beberlo, en un berenjenal del que corre el riesgo de salir escaldado, por aquello de que nunca puedes gustarle a todo el mundo, y la poca transigencia que siempre ha mostrado el ciudadano de a pie en el tema político. Y es que conozco casos realmente preocupantes de personas que no leen a un escritor, no escuchan a un músico ni ven las películas de algún director por aquello de sus ideales políticos. «Es una cuestión de principios», te dicen; y se quedan tan orgullosos. Demuestran tener muchos principios, pero también ser bastante tontos, me parece a mí. Renunciar qué sé yo, a leer a Miguel Hernández porque uno sea de derechas, o a Muñoz-Seca por ser de izquierdas me parece una tontería como un templo, y no será quien suscribe el que se pierda a uno u otro por su manera de pensar o actuar.

Alguna vez he tocado muy de pasada algún tema político, pero siempre de fondo o de manera humorística. Hablé en alguna ocasión de la reforma laboral o de la edad de jubilación, pero casi siempre con un marcado acento neutral. No sé qué pensarán muchos de ustedes cuando sepan de mi opinión sobre el tema del uso de las lenguas cooficiales en el Senado, pero les aseguro que no existe ningún trasfondo político.

Soy muy respetuoso con todas las lenguas. Cada una tiene su propia y noble historia, y soy de la opinión de que hay que cuidarlas, fomentarlas y ayudarlas a trascender todo lo posible. Ahora bien, teniendo los españoles una lengua común para comunicarnos, no sé a cuento de qué viene el superfluo gasto inútil de dinero público en el Senado con la de problemas reales que nos ocupan.

Todo esto me lleva a plantearme si el Senado realmente es consciente de la realidad que vivimos hoy en día en este país, o por el contrario no representa para nada el sentir de los ciudadanos. Quizás sería justo replantearse si de verdad el Senado vale para algo más que para desgastar las maltrechas arcas del Estado, que nos cuesta a los contribuyentes un huevo y parte de la yema del otro.

El otro día, las imágenes del Senado, con tantos auriculares, y tantas voces en off, además de tristeza y algo de comicidad, ofrecían un ambiente sonoro parecido a una jauría de gatos. Todo este asunto de las lenguas, no sirven más que para dividirnos y establecer cada vez más distancia entre la gente. Me pregunto si a los catalanes, vascos y gallegos también les traducen a sus lenguas las interlocuciones narradas en castellano, porque si es así, dicha cuestión ya sería para evaluar muy seriamente si merece la pena seguir pagando impuestos en un país cuyos senadores prefieren protagonizar bochornosos espectáculos, con Torres de Babel incluidas, a solucionar los problemas reales de una sociedad que está pasando por momentos críticos.

Los únicos que habrán sacado tajada del asunto son los intérpretes que habrá tenido que contratar el Estado con nuestro dinero. Alguna voz apunta romántica y reflexiva que el asunto de las lenguas nos hará más fuertes. ¿Fuertes? No sé... pero lo que es más tontos seguro.

Estoy convencido de que habrá muchos que me critiquen, y me enviarán cartas y email ciscándose en mi menda lerenda y en la madre de mis entretelas. Desde aquí les aviso que pueden ustedes mandármelas en la lengua que prefieran, incluso en cantonés. ¿Por qué no? Total, no pienso molestarme en traducirlas, y uno, que es responsable, a diferencia de nuestros senadores, considera que las economías no están para traductores que valgan. Mil millones de truenos, rayos y centellas.

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