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J. LUIS ÁLVAREZ
Viernes, 18 de marzo 2011, 10:24
España fue el año pasado más respetuosa con el medio ambiente. Empujada en parte por la crisis económica y el descenso productivo, las emisiones de CO2 a la atmósfera se situaron a tan solo cinco puntos de los objetivos marcados en la cumbre de Kioto. Según el informe anual del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSCE), los españoles produjeron menos residuos y consumieron menos agua en sus hogares, aunque su dependencia por el coche repercute en la calidad del aire.
El documento, presentado ayer, destaca que el aire es cada vez más limpio, pese a episodios como los ocurridos semanas atrás en ciudades como Madrid y Barcelona. Cada vez se emiten menos gases de efecto invernadero. Según el informe, en 2009 se realizaron un 28% más de emisiones de CO2 que en 1990, año fijado como referencia por el protocolo de Kioto, y se estima que en 2010 cayeron al 20% (una caída del 8%), lo que colocaría a España a 5 puntos del 15% propuesto como objetivo en aquella cumbre.
Sin embargo, el director del OSE, Luis Jiménez, destacó que hay «claras diferencias» de una comunidad autónoma a otra en el campo de las emisiones a la atmósfera. Así, las que mayores cantidades netas en relación a su superficie son producidas por la Comunidad de Madrid y el País Vasco, en buena parte debido a la industria que albergan, frente a Castilla y León, La Rioja y Extremadura, que son las que menos.
Buena parte de estos gases son absorbidos por las masas forestales. Así, los 'pulmones' verdes más eficientes del país al captar mayores cantidades de carbono están en La Rioja, Extremadura y Castilla y León, mientras que los que menos carbono captan son los de la Comunidad Valencia, Comunidad de Madrid, Andalucía, Castilla-La Mancha y País Vasco.
Respecto al suelo, el documento destaca que la construcción y las nuevas infraestructuras han llevado la tasa de 'artificialización' entre 2000 y 2006 a 3,37 hectáreas por hora, lo que supone que una superficie de poco más de tres campos de fútbol era asfaltada cada sesenta minutos. Sin embargo, y debido a la crisis del ladrillo, los expertos observan un parón -más importante en la franja prelitoral-, donde la ocupación representa el 30% de la superficie 'artificializada' de todo el país. El director del OSE advirtió que el suelo clasificado en estos momentos como urbanizable casi duplica al de la ciudad en la que está ubicado.
El informe observa una reducción de la dependencia energética, que se sitúa en el 77%, también debido a la crisis económica. Por el contrario, las fuentes alternativas y renovables aumentaron tres puntos en 2010 para llegar al 12% sobre el total energético. Así, la aportación al consumo bruto de electricidad de las energías que no proceden del crudo es ya del 35%.
Luis Jiménez explicó que las mejoras medioambientales se deben «en gran parte a los efectos de la menor actividad productiva y la bajada del consumo, pero también se empiezan a notar mejoras en la ecoeficiencia que van propiciando un cambio del metabolismo económico». Esto lleva hacia una nueva economía sostenible, que el estudio observa ya en marcha en los hogares españoles, que cada día consumen menos agua y generan menos residuos. Frente a ello, el estudio destaca que los ciudadanos continúan dependiendo del vehículo para sus desplazamientos, sobre todo en las grandes ciudades, lo que, como se apuntaba, repercute en la calidad del aire.
Por su parte, la secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera, destacó que no todos estos cambios «podemos considerarlos positivos desde el punto de vista ambiental: el crecimiento de las superficies artificiales ha sido notable en los últimos 15 años, en algunos casos con modelos urbanísticos dispersos, que además de la ocupación del territorio inducen un incremento de la fragmentación de los hábitats, el aumento de las carreteras y del transporte».
Frente a ella, la responsable medioambiental del Gobierno apuntó que «nuestras superficies artificiales no han alcanzado aún el 2,5% del territorio español, una cifra bastante menor que la de otros países europeos». Ribera también advirtió que «la economía verde no aparece ni se desarrolla sola», por lo que la transición hacia este nuevo modelo económico «requiere una normativa ambiental robusta, que permita incentivar de manera eficaz el incremento de la demanda de los bienes y servicios más sostenibles y equitativos, mientras disminuyen o desaparecen consumos o subsidios no sostenibles, que perjudiquen el medio ambiente».
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