

Secciones
Servicios
Destacamos
J. R. ALONSO DE LA TORRE
Domingo, 15 de mayo 2011, 04:38
Ha sido directora general de Medios de Comunicación Social de la Generalitat Valenciana, directora del Centro Territorial de TVE en la Comunidad Valenciana y presidenta de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios. Es autora del blog literario 'Crónica de Lecturas'. Acaba de pasar unos días en Extremadura para presentar en la Feria del Libro de Cáceres su novela 'Lucía o la fragilidad de las fuertes'.
-¿Cómo era la sociedad valenciana en su juventud, cuál era el papel de una mujer joven, cómo se refleja en su novela?
-Mi madre era ama de casa y tuvo una pequeña tienda durante un tiempo. Mi padre era empresario. Tenía un molino de arroz, también fue agente inmobiliario y de seguros. La novela, 'Lucía o la fragilidad de las fuertes', se sitúa entre 1971 y 1994. Está narrada en primera persona por Lucía, que en 1971 tendría veinte y pocos años y al acabar tiene 44 cumplidos. Es una mujer universitaria que tiene la edad que yo tenía en aquel momento. Refleja la vida de una mujer de la burguesía media alta, universitaria, con cultura, con acceso a la información. Esas mujeres fueron muy rompedoras. Llevaron adelante ideas innovadoras. En la novela no me interesa la lucha femenina en la universidad ni en la calle, sino llevar esas nuevas actitudes y principios al interior de las familias, que es donde se crean los conflictos más personales. Es una lucha de generaciones. Llevo los conflictos al ámbito de las relaciones humanas en las distancias cortas, la pareja, la familia. En esos años se modifican los criterios de valores para juzgar las conductas particulares. Lo inamovible se resquebraja. Pero eso no fue gratis, sino que tuvo unos costes importantes que incluso pudieron impedir que esas personas fueran felices.
-¿La universidad y la forja definitiva de su vocación?
-Yo pertenezco a una familia muy conservadora católica practicante. Me han educado en un colegio de monjas muy tradicional de Valencia. Al salir del colegio y entrar en la universidad, empiezo a escuchar otras voces y a leer otras cosas. Entonces, lógicamente, te cuestionas la herencia recibida y vas rompiendo con ella. En ese caso soy representativa de muchas otras mujeres. Pero esas rupturas son a costa de muchos sufrimientos porque cuesta desprenderse de lo que te han enseñado en la infancia y hay que romper con el entorno. Cada uno ha de vivir su propia vida. Estoy contenta de las decisiones que tomé en ese momento.
-¿Acaba la universidad y qué caminos se abren ante usted?
-Cuando terminé Económicas, tenía muchas ganas de independizarme y de salir de casa, lo contrario de lo que ocurre actualmente. Empecé a trabajar en urbanismo con un equipo y acabé en la administración municipal tras hacer unas oposiciones. Desde pequeña he sido una lectora insaciable. Ni en la época de los exámenes dejaba de leer novelas, cuentos y lo que hiciera falta. De pequeña, me regalaban una muñeca y me duraba media hora. Pero un TBO sucedía a otro TBO. Las personas que somos lectoras insaciables nos acabamos planteando el reto de escribir.
-¿Primeros pasos literarios?
-El único taller de escritura que funciona es la biblioteca personal, las lecturas, leer mucho. Una vez me puse a escribir en serio. Había dejado la Dirección General de Medios de Comunicación Social de la Comunidad Valenciana. Fue una etapa de mi vida intensísima. Mi familia es muy de derechas y fui el garbanzo negro. En el PSOE me ofrecieron ese cargo y me pareció muy interesante. Lo fue durante un tiempo, pero acabé no solamente exhausta sino sencillamente harta. Dejé la política y recuperé mi vida, regresé a mi puesto de economista por oposición en el Ayuntamiento de Valencia. Es muy importante tener un puesto de trabajo para dedicarte a la política, tener dónde regresar porque las presiones son brutales. Llevé el montaje de la televisión autonómica valenciana. Viví con gran intensidad ese proyecto, me dejé la piel en él y ahora hay veces que lo lamento, por el mal uso que se ha hecho de Canal 9, un patrimonio de los valencianos que ahora no se está utilizando bien, pero que se puede utilizar bien. Ahora no veo Canal 9, así de sencillo. Al dejar la política estaba más relajada, tenía más tiempo para escribir e hice una novela corta, que se llamaba 'La encuestadora', la presenté con seudónimo al premio Gabriel Sijé y lo gané. La siguiente novela, 'El juego de los espejos', ya fue una novela más larga. Con 'La encuestadora' di el paso de escribir a querer ser escritora. Es un paso muy diferente. Di también el siguiente: de escribir para mí a escribir para que me lean. Pero como la literatura es muy difícil, lo compagino con mi trabajo.
-Su novela parece la crónica de una generación de mujeres, la de los 50, que quizás sea la auténtica generación perdida porque la familia se impuso a su desarrollo profesional.
-Mi caso es un poco diferente porque yo decidí no tener hijos. Respeto todas las decisiones, pero la mía, tomada con mi marido, conjuntamente, antes de casarnos fue no tener hijos. Era una cuestión filosófica. Se mezclaban muchas cosas. También el ritmo de vida ayudó a consolidar esa posición. Por eso no soy representativa de esa generación. Creo que no somos una generación perdida, sino que somos una generación que ha luchado muchísimo con sus hijos. Los hombres no han llevado el mismo ritmo que las mujeres y ahí ha estado el fallo. Porque mientras ellas sí iban asumiendo el trabajo fuera de casa, ellos no han ido asumiendo el trabajo que les corresponde dentro de casa. Esto ha provocado un desequilibrio que ha sufrido más la mujer. Creo que las mujeres de mi generación, que han visto cómo sus hijos han salido adelante y que han aportado dinero a la pareja, no cambiarían sus vidas por las de sus madres. Y eso es importante. Han ido de cabeza, estaban agotadas, pero no querrían volver a ser el ama de casa tradicional porque se sienten más valoradas, hay más autoestima y la relación con tu pareja es más equilibrada. Es fundamental que la mujer tenga independencia económica.
-Lucía no muere como madame Bovary o Ana Karenina, otras mujeres luchadoras de la literatura.
-Los estereotipos literarios de las heroínas son madame Bovary y Ana Karenina. Ambas deciden ser felices y enfrentarse a las normas sociales, deciden abandonarse a unas pasiones que en esos momentos las llenaban, pero eran censuradas por la sociedad. Madame Bovary se suicida con arsénico, que es una muerte horrorosa, y Ana Karenina se arroja a las vías del tren. Si no hubieran muerto así, la gente a lo mejor hubiera aceptado también esa novela. Hay un castigo a las protagonistas porque si no, las novelas hubieran sido subversivas. Es como decir: has pecado, ahí tienes tu castigo, tu condena. Me encantan Flaubert y Dostoievski, pero esos finales no me gustan. Tendremos que ser las mujeres escritoras las que creemos mujeres que hacen su vida al margen de las convenciones sociales y no por eso tienen un final trágico, sino un final como el que tienen los varones, que durante toda la vida han tenido cantidad de aventuras y a nadie se le ha ocurrido que tengan que suicidarse con arsénico o tirándose a las vías del tren cuando han engañado a sus mujeres miles de veces. Vamos a rescatar también desde el punto de vista literario la normalidad de la libertad de las mujeres.
-En su novela, se separa el amor y el sexo, se trata la infidelidad y la lealtad, los celos, la amistad. Me gustaría reflexionar, a partir de su obra, sobre estos temas, sobre cómo aparecen en su novela.
-Lucía está enamorada de un hombre, pero tiene un encuentro en Valencia con un amante, que en su época fue una terapia para ella, y se plantea que puede hacer el amor separando amor y sexo y encontrar placer en las dos cosas. Parecía que las mujeres, si no había amor, no se decidían a practicar el sexo. En el siglo XX esto empieza a cambiar. Otro tema son los celos. En mi época de universitaria, se llevaba la filosofía de los hippies, el amor libre, la pareja compartida, el nadie pertenece a nadie. Todo eso era muy bonito y se ejercía entre los jóvenes progres. Pero los celos existían porque no puedes evitarlos, aunque estuvieran muy desprestigiados. Encima, había que disimularlos con lo cual el sufrimiento era doble. Los teóricos del hippismo filosofaban, teorizaban sin tener en cuenta que el ser humano es contradictorio e inseguro y esa inseguridad es una importante fuente de conflictos. Este tema ha sido poco tratado y está también en mi novela, que me gusta porque es corta, pero es intensa y contiene muchísimos temas que nos importan porque tienen que ver con nuestra necesidad de ser felices.
-Entonces, los celos hay que manifestarlos.
-Se notan igual aunque se escondan así que es mejor no hacer ese esfuerzo y exteriorizarlos.
-Lucía acaba siendo una mujer fuerte, cínica y autónoma. ¿Debe de ser ese un ideal femenino: fortaleza, cinismo y autonomía?
-Lucía a los 40 años, tras las experiencias que ha tenido, dos experiencias amorosas y dos fracasos, madura. Hay una frase al final, que a mí me gusta. Ella regresa a Valencia para establecerse tras estar en Roma unos años. La espera Antonio que será un amigo incondicional y ella piensa: «Qué lástima, a partir de ahora todo va a ser moderado». Se refiere a las pasiones. Es como si el amor, después de una decepción, introdujera cierto cálculo, pero un cálculo que no hay que verlo negativamente. Es que madurar significa eso, que a medida que te vas haciendo mayor, las cosas las ves de otra manera y te vas haciendo escéptico. Esto ocurre en política en España con la corrupción del PSOE con Felipe González. El escepticismo en el amor llega porque te haces mayor y se relajan las pasiones, qué lástima, tienes nostalgia.
-¿Entonces, enamorarse con pasión a partir de los 40 es síntoma de inmadurez?
-Es posible, pero qué suerte. A mí no me ha ocurrido.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.