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ROCÍO ROMERO
Sábado, 11 de junio 2011, 03:06
Ahora que Minayo es de los peatones, de tanto andar por la plaza uno repara en los detalles de este céntrico enclave. La plaza dedicada al obispo del siglo XVIII, alberga una estatua de un político del XIX, José Moreno Nieto, y el teatro rinde homenaje a quien llegó a ser presidente del Congreso en 1878, Adelardo López de Ayala.
Varios días después de que los transeúntes del centro comiencen a disfrutar de la peatonalización, cabe recordar que esta plaza era conocida como Campo de San Francisco hasta que en 1861 se la bautizó como plaza de Minayo. En 1924 quedó definida como llegó a las manos de los arquitectos encargados del proyecto para mejorar la movilidad, Daniel Jiménez y Jaime Olivera, hace apenas un año.
Se dedica a Manuel Pérez Minayo, que fue obispo de la ciudad entre 1755 y 1759. Él impulsó la construcción del hospicio Real de la Piedad, que después ocupó el Hospital de San Sebastián, según detalla el cronista oficial de la ciudad, Alberto González, en el libro 'Itinerarios y encrucijadas. Calles del viejo Badajoz'.
La iglesia de San Juan Bautista es la única parte que hoy se conserva del convento de San Francisco, que a su vez dio nombre al paseo que en principio se usó como huerto de los religiosos. Algunos estudios datan la fundación del templo en 1337. Ocupaba prácticamente toda la manzana y los terrenos colindantes. Fue desamortizado en 1835 y convertido en cuartel. Ahí se alojaron, entre otros, el regimiento Castilla 16, donde permaneció desde 1883 hasta su traslado al de Menacho en 1931. A partir de entonces tuvo otros usos hasta que fue demolido para construir pisos. Sólo queda de ello la iglesia, restaurada en los años 70. Hoy, a sus puertas, uno puede descansar en una de las butacas instaladas a modo de 'salón urbano', como las definen los arquitectos, mientras observa cómo cae el agua de la fuente telegestionada desde el Ayuntamiento. También puede contemplar la fachada del Teatro López de Ayala tras los nuevos jardines geométricos.
El espacio escénico fue inaugurado en 1886 tras 20 años de obras. La guerra civil lo destruyó en 1936 y cuatro años más tarde comenzó su reconstrucción. En 1943 los arquitectos Luis Bonet y Martín Corral diseñaron la fachada actual. El Ayuntamiento decidió el 30 de octubre de 1886 bautizarlo en honor a Adelardo López de Ayala, el dramaturgo y académico de la lengua de Guadalcanal. Entonces, esta localidad formaba parte de Badajoz y no de la provincia Sevilla como en la actualidad. Fue diputado liberal y sufrió el destierro a Portugal por oponerse al régimen de Isabel II. Después suscribió el Manifiesto de Cádiz que ayudó a destronarla. Fue nombrado Ministro de Ultramar en el reinado de Amadeo I de Saboya, pero de nuevo sus opiniones políticas le obligaron a dimitir. Con Alfonso XII, continuó siendo diputado y ministro. Llegó a ser presidente del Congreso en 1878.
Si se fija en su efigie, piense en la gran lámpara central que pende del techo de la Catedral. Fue él quien se encargó de traerla a la ciudad. El libro 'Badajoz, Mucho que ver', editado por la asociación Amigos de Badajoz, explica que es una pieza de incalculable valor realizada en Italia en el siglo XIX para el salón de sesiones del Congreso de los Diputados de Madrid. A instancias de López de Ayala, el Gobierno del Rey Alfonso XII la donó a la Catedral.
Otro político, sin embargo, es el que domina la plaza de Minayo. Se trata de José Moreno Nieto, cuya escultura tardó 15 años en estar terminada desde que nació la iniciativa en 1896. Se realizó por suscripción popular y es obra de Aniceto Marías. Moreno Nieto fue político, escritor, arabista e historiador. Nació en Siruela en 1825 y murió en Madrid en 1882. Se licenció en Derecho y obtuvo la cátedra de Árabe de la Universidad de Granada, así como la de Historia de los Tratados en la Facultad de Derecho. Llegó a ser rector de la Universidad Central. En política figuró en el partido progresista, pero después lo cambió por Unión Liberal. Fue diputado en las Cortes por la provincia de Badajoz y presidente del Ateneo de Madrid.
Esta plaza ha tenido, no obstante, otros modestos invitados que forman parte de la memoria colectiva de la ciudad. Habrá quien se acuerde de los urinarios subterráneos que estuvieron en servicio entre 1924 y 1980 y del suministrador de gasolina. Permanece la clásica Cafetería La Marina, que se ha quedado en la esquina del corredor peatonal que hoy forman el Paseo de San Francisco y la plaza, y que sube hasta la plaza de España por la calle del Obispo. En ese último tramo del paseo los transeúntes se encuentran con la estatua de Manuel Godoy. La efigie del primer ministro de Carlos IV es de las últimas inauguradas en la ciudad.
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