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OPINIÓN

La gran zanja

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 26 de junio 2011, 02:48

EXISTE un cómic de Astérix que viene que ni pintado para presentarles la idea que pretendo plasmar hoy, mis queridos y desocupados lectores. 'La Gran Zanja' es en mi opinión el mejor de los cómics de Astérix que el dibujante Albert Uderzo hizo sin ayuda del genial guionista René Goscinny. Fue el primero de los ejemplares que se editó tras la muerte del que otrora fuera también guionista de 'Iznogud' y 'Lucky Luke', y sería justo señalar, que aunque no se encuentra para nada a la altura de cualquier álbum de Goscinny, sí que es verdad que con diferencia es de los mejores que el dibujante francés ha otorgado a la historia de los fanáticos del héroe galo. Aún así, Uderzo aprendió bastante de los muchos momentos que trabajó junto al gran maestro y durante años pudo continuar las aventuras de Astérix con una cierta dignidad que no hace justicia a las últimas aventuras de los bebedores de poción mágica más famosos del mundo. Para poner en situación a quienes no conozcan esta aventura les diré que, a pesar de enmarcarse en el año 50 a.C. presenta una idea de lo más actual. En una pequeña aldea, muy parecida a la de Astérix, la vida se hace cada vez más complicada debido a la enorme zanja que separa a las partes derecha e izquierda del pueblo. Los hijos de los respectivos jefes, que a la postre están enamorados, sobrellevan una especie de relación a lo Romeo y Julieta, y junto con el resto de los jóvenes de la aldea son los más perjudicados por la decisión de los jefes de empeñarse en seguir dividiendo al pueblo. Supongo que van pillando ustedes la idea.

Los jóvenes de hoy en día no deberíamos olvidar que, hasta hace bien poco, nuestro país también quedó dividido, por una vergonzosa zanja, causa y producto a la vez de la horrible Guerra Civil, responsable entre otras cosas de que nos hallemos a la cola de Europa. Nuestros mayores, nuestros líderes políticos, siguen empeñados en que hay que ser de izquierdas o de derechas, despreciando el sabio dicho griego que afirma que la virtud se encuentra en el término medio.

No hay joven que no sea progresista, ni adulto de edad avanzada que no tenga algo de conservador. Es ley de vida y natural. ¡Que bonito es ser de izquierdas! Sobre todo cuando tienes dinero, en plan familia Bardem o Ana Belén y Víctor Manuel, o Miguel Bosé. ¡Qué estúpido ser de derechas cuando eres hijo de un obrero y no tienes ni para comerte los mocos! Hace mucho tiempo que me niego a que me sitúen a uno u otro lado del hoyo, y huyo de palabras como camarada, compañero, Franco, rojo, facha... Nací en 1978, en un país democrático y no me da la gana de cargar con los errores de nuestros padres. Llámenme cínico, pero voto al partido que más me conviene en cada momento, y no sufro cargo de conciencia alguno si cuatro años después voto a otro completamente opuesto. Las personas cambian y sus necesidades y circunstancias, también. Eso es lo grande de la libertad y de la democracia. ¿O es que muchos de ustedes, que votaron a Felipe González en el 82, no apoyaron igualmente a Aznar en el 96? Está claro que sí, porque si no, no me cuadran las cuentas.

Hay personas que van muy de 'progres' de cara a la galería; comparados con ellos, La Pasionaria y Carrillo son unos malditos fachas. Pero, en realidad, esconden sentimientos tan reprobables como los que ellos mismos combaten. Luego están los que se enorgullecen de ser de derechas de toda la vida, los que provienen de una familia de postín o se lo inventan, y veneran constantemente la figura de un dictador sin haber leído un puñetero libro de historia de España en su vida. En el fondo de su corazón saben que muchas de las ideas que profesan son tan injustas y despreciables como las que creen odiar. No somos tan diferentes, pero quieren hacernos creer que sí. Nuestros políticos se empeñan constantemente en asustarnos con que acecha la 'derechona' más rancia que coartará nuestras libertades, o en recordándonos lo que han 'trincao' los malditos 'rojos'. Los artistas, actores, músicos y escritores se esfuerzan por hacernos partícipes de sus ideales cuando en ningún momento se lo hemos pedido. Mi menda no quiere seguir viviendo en un pasado que no conoció. Quiero hacerlo y de la forma más feliz en un presente real, y tratar de construir el mejor futuro para nuestros hijos. Que nuestros políticos se vayan enterando de una vez y que tengan cuidado con la que les puede caer.

En el libro de Astérix, los aldeanos, cansados de sus jefes y de su empeño en dividirlos, les otorgan el poder a los hijos de éstos, que son los encargados de unificar por fin la aldea dividida en dos. ¡Que lección tan sabia y honesta! ¡Eliminemos de una vez todas las zanjas! Ni 'rojos' ni 'fachas'. Ni derecha ni izquierda. Dediquémonos a ser mejores personas y a aprovechar las buenas ideas que han de conducirnos sin duda a todos hacia una felicidad común, próspera y unida. Vengan del lado que vengan.

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