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JUAN DOMINGO FERNÁNDEZ
Sábado, 30 de julio 2011, 03:08
No le gusta perder el tiempo. Entró en el seminario de su Palencia natal siendo un niño y cantó misa hace justamente 44 años. Es claro, directo. Cuando habla se le entiende todo. Le pregunto qué le parece más inteligente, la tolerancia o el humor. Y apenas duda: «La tolerancia con humor».
-¿Cómo acaba un palentino mesetario, un sacerdote nacido en un pueblecito de Palencia en Cáceres?
-Sencillamente porque en aquella época, estamos hablando del año 1975, 1976, yo había terminado los estudios de Derecho Canónico y experimenté que la diócesis de Palencia tenía mucho clero. Entonces, siguiendo una tradición según la cual los obispos facilitaban la salida del clero a otras diócesis y a misiones, pues me enteré que se había publicado en el boletín de la Diócesis de Coria-Cáceres una convocatoria de oposición de canónigo penitenciario y profesor de Teología Moral y me lancé. Estuve preparando la oposición unos cuantos meses, me presenté y la saqué. Y aquí me quedé y aquí sigo.
-¿Y qué idea tenía entonces de Cáceres? ¿Conocía la tierra?
-Tenía una idea muy vaga, porque en definitiva era la de haber pasado por Cáceres para ir a Sevilla o para ir al sur. No la conocía a fondo. Muy superficialmente. Y cuando me enteré de esa posibilidad, tampoco hice más disquisiciones. Es una posibilidad para mí positiva porque me abre el horizonte de trabajo, aunque yo en Palencia estaba en una parroquia grande y, en fin, estaba bien considerado.
-¿En qué año había cantado misa?
-Yo terminé los estudios el año 1964, me ordené el día 29 de julio de 1964.
-Dice Rilke en una frase que se ha citado muchas veces que la patria del hombre es la infancia. ¿Cómo recuerda su infancia?
-Recuerdo mi infancia un poco dividida. En el sentido de que nací en un pueblo de la provincia de Palencia, viví después en un pueblo de la provincia de Valladolid, después, al poco tiempo, a los once años, me fui al Seminario de Palencia, después me fui a la parroquia... quiero decir que ese pueblo de raíces con el que te identificas y que luego, al llegar a una cierta edad, aspiras a volver, pues yo no lo he notado porque he tenido como muchas patrias chicas: Palencia ciudad, por los estudios; Castromocho de Campos, mi pueblecito, donde estuve los dos primeros años; Palazuelo de Vedija, provincia de Valladolid, junto a Medina de Rioseco, donde estuve todos los años de estudio por razones profesionales de mi padre... Eché raíces en distintos sitios pero no tan profundas como para sentirme identificado con ninguno de los tres sitios.
-¿A qué se dedicaba su padre?
-Era jefe de estación de ferrocarril.
-¿Cómo eran sus veranos a los 12, a los 14 años de edad?
-Muy sencillos. Daba clases a chicos del pueblo que necesitaban ayuda, colaboraba bastante en las cosas de la parroquia y siempre tuve mucha afición a la música, y en verano pues practicaba un poco tocando el armonio, colaboraba para formar un coro, ayudaba al párroco...
-Más de un entrevistado se ha referido a los seminarios de aquella época como el 'instituto de los pobres'. ¿Ha conocido casos así?
-Sí, era una época en la que muchas familias, normalmente numerosas, no tenían medios para que sus hijos estudiasen en otros centros, y también porque existía una base de inquietud religiosa en esas familias. En los seminarios a lo mejor había también algunas becas. Nosotros empezamos a estudiar 1º de Latín, a los once años, más de ochenta alumnos.
-¿Y cuántos terminaron?
-Nos ordenamos veinticuatro.
-Ha trabajado con muchas generaciones de jóvenes, ¿la juventud siempre es igual?
-Yo creo que fundamentalmente la juventud siempre es igual, puede haber matices conforme a la selección que se haga. La juventud es un terreno moldeable, muy moldeable, en el que tanto lo bueno como lo no tan bueno puede influir muchísimo. En estos más de treinta años que he estado dedicado a la enseñanza en la Universidad Laboral y en el colegio Sagrado Corazón, para mí es una dimensión que ha llenado mi vida, y ahora noto no tener el contacto en la enseñanza con la gente joven. Una relación que pasados los años se ha visto compensada por la cantidad de bodas que he hecho de antiguos alumnos.
-Respecto al patrimonio artístico-monumental, ¿qué es lo que más le preocupa?
-La falta de sensibilidad más que en las instituciones públicas, en aquellos mecenazgos que yo veo que en nuestra región no afloran. Todo lo tienes que esperar de los ministerios, o de la Junta o de las aportaciones de buena voluntad de la gente. Pero instituciones privadas que sean sensibles a ese bien que se hace cultivando y atendiendo el patrimonio... Comparo por ejemplo con Palencia (de ahí me viene un poco el gusto y la sensibilidad por el patrimonio) y veo que Castilla tiene muchos más apoyos institucionales, tanto públicos como privados, a favor del patrimonio. Y han surgido instituciones de cara a su defensa. Creo que aquí se está dando ese progreso pero con cierta timidez, quizás porque tampoco el desarrollo económico lo permita o lo facilite.
-¿Le hubiera gustado montar en Extremadura algo similar a las muestras de las Edades del Hombre?
-Sin duda que sí. Precisamente estos días he estado en Medina del Campo y en Medina de Rioseco, donde está la exposición que ha organizado la diócesis de Castilla y León en Valladolid, 'Passio', y siempre hay una añoranza de por qué no tener en Extremadura estas muestras, porque materia prima hay. Claro, Caja Duero, Caja España, las instituciones públicas de Castilla y León, las instituciones para la defensa del Patrimonio se han hecho una piña para hacer realidad la maravilla que ha sido durante estos años esa serie de exposiciones.
-Hablando de esta materia, ha promovido un museo en la concatedral, el centro de interpretación de la Semana Santa, ciclos de música, exposiciones... ¿La cultura es una buena vía de apostolado?
-Pienso que sí. La cultura a secas tiene importancia, pero para mí tiene un sobreañadido muy importante descubrir que ese patrimonio obedece a una fe de nuestros antepasados, a unos valores que nos transmitieron y que no dejaron simplemente a la contemplación estética, sino que de ahí lógicamente podemos llegar a esa otra contemplación también espiritual, que ese es el sentido de la promoción del patrimonio en nuestros pueblos, en nuestras ciudades, de esas bellísimas obras de arte. Una satisfacción para mí es ver el Museo de la Catedral de Coria. La idea que teníamos en Cáceres de haber ampliado los espacios que tiene la concatedral para haber hecho unas salas grandes, nunca lo permitió el Ayuntamiento. Las posibilidades que ahora da la Preciosa Sangre es que necesitas muchos más medios, y tanto las cofradías como las parroquias son un poco reacias a dejar sus bienes culturales. Cada vez se tiende más a eso de tener lo propio en casa.
-¿Cuándo es la última vez que recuerda haber llorado?
-La última vez, con motivo de la muerte de un gran sacerdote, muy amigo, que se llamaba José Luis García Rodríguez, párroco de San Ignacio de Coria y canónigo de la catedral de Coria. Se nos fue en un infarto. Para mí fue una emoción especial por esa fraternidad y sobre todo por esa amistad que tenía con él. Un hombre que prometía mucho. Y otro momento que se me ha quedado grabado es la muerte de José Luis Rubio Pulido, en la misa del día de San Jorge cuando interpretando el 'Gloria' que estrenaba el Orfeón ese día, murió instantáneamente. Subí al coro, se le intentó llevar a la Residencia San Pedro de Alcántara, pero ya fue tarde.
-¿Es seguidor de algún equipo de fútbol?
-No he sido nunca seguidor. No he querido nunca apasionarme con el fútbol.
-Pero sentirá debilidad por algún color ¿no?
-No he sido forofo de ningún equipo. Cuando estaba en Palencia era seguidor del equipo local porque había seminaristas que jugaban en el Palencia. Ahora con toda esta movida que ha existido y he aguantado, casi por razones de conciencia, porque me decía: «mira que estar aquí dos horas, con lo que hay que hacer» pero este año algunos partidos del Real Madrid y del Barça me ha gustado verlos. Les he sacado un poco el gustillo. Pero sin llegar a pasarse de rosca.
-¿Con qué periodo de la historia de España se identificaría más?
-Eso es muy difícil contestar. Si hacemos un análisis de la historia, habría que hablar mucho. Si hacemos un análisis de la situación que uno ha vivido directamente, pues yo creo que me quedaría con la buenísima voluntad y los fundamentos que se pusieron bastante bien por ambas partes, por ideologías contrarias o contradictorias, de la transición. Creo que el momento de la transición, en el que hubo una reconciliación, un vamos a empezar de nuevo, en el que hubo una intención de olvidar, de que se intentase una solución basada en el diálogo y la relación entre unos y otros, creo que fue un paso importante que se dio; que luego puede haberse torcido. La transición como intento de conseguir una nueva sociedad, reconciliada y reconciliadora.
-¿Qué coche tiene?
-Un Renault Megane, tiene siete años ya.
-Dígame un libro que le haya impresionado.
-En esto soy un poco... No sé a los 15 o 16 años salió una novela de Luca de Tena, 'Edad prohibida'. Fue un libro que me gustó. Y me gustan las historias noveladas del sacerdote Jesús Sánchez Adalid. He leído algunas. Lo que pasa es que no tengo demasiado tiempo para leer.
-¿Y alguna película?
-En la formación del seminario teníamos un mes o mes y medio durante los veranos en que, en Palencia, íbamos a la montaña. Teníamos todos los años unos espacios para cultivar el cine-forum. Varias películas que me llamaron la atención, (porque después he ido poco al cine) fueron 'Viva Zapata' y 'El renegado', con sus correspondientes cine-forum. Las que se me quedaron grabadas fueron esas dos por la forma, a tus 18 o 20 años de enseñarte a ver cine, de ayudarte a descubrir qué valores encierra la película en todos los sentidos.
-¿Le hubiera gustado trabajar en la Curia Romana?
-Cuando la he visto, y he tenido que ir con alguna frecuencia por allí, he visto que los de Italia son trabajos muy importantes en la iglesia universal, que se necesita una preparación muy a conciencia, pero también he visto que por una parte tienes una visión de universalidad, pero por otra, Roma está muy saturada diríamos de...
-...personal burocrático, entre comillas.
-entre comillas, religiosos, sacerdotes, monjas, con lo cual me parece a mí que es un pequeño agobio ¿no?, sobre todo en ciertos dicasterios o congregaciones. Por ejemplo, donde está Carlos Simón, el Consejo para la Familia, qué duda cabe que es una palestra de especial observación, de mayor importancia. Pero antes, teóricamente, decía: qué bonito, estar en Roma y tal, pero después, cuando he conocido un poco el trabajo interno de las congregaciones, o por ser profesor de Derecho Canónico cuando he explicado la Curia Romana, pues he visto que, por otra parte, también es mucha gente para tan poco espacio. [Risas].
-¿Cuál es su santo preferido, si se puede decir así?
-Tengo unos cuantos. San José, patrono de la Iglesia universal; la Virgen Santísima y Jesucristo... no pueden faltar; San Josemaría Escrivá de Balaguer es un santo de nuestro tiempo; San Juan María Vianney, patrono del clero de la Iglesia universal; San Juan de Ávila; el beato Juan Pablo II... Yo tuve la suerte de visitarle varias veces, de saludarle con mi familia, sobre todo en Castelgandolfo, y de celebrar una de las veces en Castelgandolfo a su izquierda; a la derecha pusieron al obispo auxiliar de Barcelona y a la izquierda me pusieron a mí, un detalle del secretario particular: le caí en gracia y me puso a su lado. Me llamaba la atención cuando después de la comunión él recitaba las oraciones que había aprendido desde niño con esa voz fuerte y ronca. Es un momento que me causó especial impacto.
-¿Qué le hace perder los nervios?
-Las cosas mal hechas. La mediocridad. Cuando se ve que se pueden hacer las cosas bien y no se hacen bien.
-¿Y los ha perdido muchas veces?
-Alguna que otra. [Risas]. Ya menos, antes, de joven, en las parroquias que estaba, la falta de respuesta o la mediocridad me ponían nervioso.
-¿Dónde recuerda haber pasado las mejores vacaciones de su vida?
-En los años de estudio, en esos seminarios de verano en los que teníamos mucho deporte, teníamos mucha comunicación entre los compañeros, en los que había muchas actividades culturales: cine-forum, pequeños grupos de música gregoriana, polifonía, charlas de literatura. Cosas tan curiosas como cómo conocer el carácter del otro a través de la grafología. Esos seminarios de verano, que era un mes anualmente, desde los 16 años hasta los 24 en que te ordenabas. A mí me marcaron mucho respecto a la inquietud cultural, hacíamos hasta obras de teatro y te dedicabas a toda esa dimensión que no puedes cultivar durante el año si quieres estudiar. Era una formación complementaria. Por la tarde, como era una zona de montaña, nos íbamos a coger patatas para asarlas, a los ríos de truchas, que las cogíamos a mano... Una zona paradisiaca en plenos Picos de Europa, en la Abadía de Lebanza.
-He visto que tiene ochenta y tantos amigos en Facebook, pero mantiene su muro poco activo. ¿Por falta de tiempo quizás?
-Falta de tiempo, falta de tiempo. Me gustaría atenderlo, pero es que no puede ser. Todas las noches te reclama alguien que es el cumpleaños de no sé quien, pero es que no puede ser, porque tengo una buena lista de cosas inmediatas pendientes, cosas de obligado cumplimiento que hay que sacar adelante en el día a día. Comprendo que es un instrumento muy bueno para la comunicación... sobre todo para los que tienen poco que hacer. [Y ambos reímos su ocurrencia].
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