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NATALIA REIGADAS
Domingo, 28 de agosto 2011, 11:46
Manuel Rui Nabeiro comenzó su carrera cruzando la Raya. Venía de Campo Mayor a vender café de contrabando. Desde entonces ha creado empresas, ha visitado países en guerra en busca del mejor café, ha logrado una de las mayores fortunas de Portugal, ha sido político, ha patrocinado decenas de equipos deportivos y siempre repartiendo su tiempo entre ambos lados de la frontera. La semana que viene volverá a cruzarla, pero esta vez será para recibir la Medalla de Extremadura.
Él mismo se define como un hombre de la Raya y no podía ser de otra forma al nacer a tan solo 14 kilómetros de la frontera, en Campo Mayor, el 28 de marzo de 1931. Compartía habitación con sus padres y sus tres hermanos dentro de una familia humilde que vivía del campo. Tuvo que dejar los estudios muy joven. A los 13 años su tío Joaquín le pidió ayuda para trabajar en un tostadero de café que vendía de contrabando a España. Fue su primer contacto con un comercio que dominaría por completo.
«Yo tenía 10 años cuando le conocí. Era una época difícil. Empezábamos con el contrabando y en realidad éramos unos adelantados al mercado», recuerda José Fouto, empresario emeritense.
En esos años de la postguerra, un trabajador del campo ganaba siete escudos al día más la comida mientras que, por transportar 30 kilos de café hasta Badajoz, le pagaban 200 escudos. Así, el tostadero Camelo comenzó a crecer y cuando Manuel Rui Nabeiro solo tenía 19 años tuvo que asumir la dirección de la empresa porque su padre falleció.
Su juventud no fue un problema y en 1961 creó una empresa cuyo nombre puede verse en muchos de los cafés que se toman los extremeños: Delta. En pocos meses consiguió que se distribuyese por todo Portugal, pero ese solo fue el comienzo. Actualmente es líder en su país y exporta a más de veinte. Nabeiro cuenta ya con unas 23 empresas y suma una de las fortunas más grandes del país vecino. Los que le conocen aseguran que lo ha conseguido gracias a un empuje que no le para ante nada. «Es un monstruo, un hombre extraordinario. Traía café de países en guerra como Angola o Mozambique. Allí se fue en plena guerra. Es tremendamente valiente. Un luchador nato», cuenta Fouto.
Otro rasgo en el que coinciden las personas que le rodean es que es un trabajador incansable que, de hecho, a sus 80 años, sigue madrugando para ir a sus empresas cada día. «Es la persona que más horas trabaja de la empresa e incluso cuando se marcha a casa sigue trabajando», cuenta Antonio Cachola, directivo de Delta Cafés. Camino a su negocio, eso sí, debe pararse en numerosas ocasiones porque cada vecino de Campo Mayor que se cruza con el 'Patrao Rui' lo saluda con el máximo respeto. Las mujeres incluso le besan la mano y es que en esta localidad un tercio de la población vive de sus empresas por lo que no es raro saber que hay una estatua suya y una calle con su nombre.
Los vecinos, sin embargo, no solo le agradecen haber creado unos 3.000 puestos de trabajo, si no la generosidad. Cuentan que la gente le espera para pedirle favores a la puerta de su casa y que recibe cientos de cartas. Los atiende a todos y siempre que puede ayuda, aseguran sus amigos. «Es una persona fantástica. Simpático, agradable, generoso y siempre disponible», dice su empleado y amigo Cachola.
Puede que este carácter asistencial le venga de su faceta de político que comenzó en 1974, tras la Revolución de los Claveles. Así se convirtió en alcalde de su pueblo hasta 1985 con el Partido Socialista Portugués, dentro del cual dicen que hay grandes líderes nacionales que aún le llaman para pedirle consejo. En Campo Mayor realizó importantes obras, algunas de ellas con sus propios medios como la escuela para discapacitados. Aunque no solo ha dejado su impronta en su país. Ha realizado obras sociales en las mismas naciones donde compra el café (recientemente ha construido escuelas en Indonesia que llevan su nombre) y se ha convertido en un benefactor para museos, proyectos culturales y una de sus mayores pasiones, el fútbol.
Llevó al Campomayor a la primera división portuguesa y cruzó la Raya de nuevo para patrocinar numerosos equipos extremeños, entre ellos, el Badajoz y el Mérida. La semana que viene volverá a Extremadura, «que siento como mía», dice, para recibir el mayor galardón de la comunidad.
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