Borrar
Escena del asesinato recreada en un grabado que publicó la revista 'La Ilustración Americana' en 1871. En el círculo, el general Prim.
Magnicidio sin culpables
SOCIEDAD

Magnicidio sin culpables

Es el único de los cinco crímenes de Estado de nuestra historia reciente para que el que no hubo sentencia ni penados José Calvo Poyato novela el nunca aclarado asesinato del general Prim en 1870

MIGUEL LORENCI

Jueves, 22 de septiembre 2011, 12:07

En la gélida tarde del 27 de diciembre de 1870 el carruaje en el que el general Juan Prim y Prats, presidente del Gobierno y ministro de la Guerra, viajaba del Congreso al palacio de Buenavista fue tiroteado. En la esquina de la calle del Turco con Alcalá tres disparos alcanzaron a Prim, que murió tres días más tarde. 131 años después, aquel crimen de Estado sigue sin culpables. Hubo imputaciones, investigación y causa, pero nunca concluyó el juicio. No hubo, por tanto, sentencia ni penados, por más que la historia haya identificado con bastante certeza la mano negra -más bien las manos- que perpetraron el magnicidio. Es el único de los cinco cometidos en la reciente historia española -Prim, Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero Blanco- para el que no hubo sentencia ni castigo.

Era una historia abierta que clamaba por un final y sobre la que arroja luz la novela 'Sangre en la calle del Turco' (Plaza & Janés) del catedrático de historia y narrador José Calvo Poyato (Cabra, 1951). Tras una larga investigación, Calvo dedicó dos años a reconstruir la funesta trama, tratando de iluminar sus muchas zonas oscuras. Un empeño resuelto en un apasionante y apasionado relato de más de 500 páginas.

A través del personaje de Fernando Besora, periodista en ciernes y natural de Reus como el mandatario asesinado, la novela revela lo que muchos se empeñaron en ocultar. Retrata, además, la España convulsa del sexenio revolucionario, de 1868 a 1874, de la caída de Isabel II a la restauración borbónica, en la que ocupó fugazmente el trono el italiano Amadeo de Saboya, rey entre 1870 y 1873.

Tiempo salvaje

«Estamos en una España cambiante, en lo político y lo social, que pasa de las tabernas a los cafés, de la fondas mugrientas a los hoteles internacionales con agua corriente, y en un Madrid que pasa de la alpargata y los carros al tranvía», sitúa Calvo Poyato un tiempo en el que la política, -intensa, pasional y crispada-, y el periodismo, -militante y fiero-, tenían un punto salvaje. Una recreación adobada con intrigas, amores, y traiciones en una combinación de novela histórica y trama policiaca.

Las conspiraciones marcaban el día a día del Parlamento y las redacciones. En aquel clima de pasiones y sangres hirvientes, el militar radicalmente antiborbónico pero monárquico que era Prim, «como casi todos los del XIX», equiparaba República a libertinaje y no dejaba de ganarse enemigos en la filas republicanas. Prim buscó fuera de España un rey para instaurar una nueva dinastía. Movió hilos y negoció para ofrecer el trono a Amadeo de Saboya. El italiano desembarcó en Cartagena el 30 de diciembre de 1870, el mismo día de la muerte de Prim. Llegó a Madrid el 2 de enero de 1871 y se dirigió a la Basílica de Atocha para rezar ante el cadáver del general. Tras el doloroso trance, se trasladó a las Cortes y juró el trono .

La entronización de Amadeo acabó con las aspiraciones a la corona de dos figuras relevantes, el general Serrano y el duque de Montpensier, Antonio María de Orleáns. Este sería, según Poyato, una de las figuras clave en la conspiración que acabó con la vida de Prim. Eso sí, el aristócrata no se manchó las manos y tuvo la habilidad de comprometer a un comando de virulentos republicanos encabezado por el diputado Paúl y Angulo, presumible cabecilla del grupo de hombres armados que disparó contra el landó de Prim, hoy en el museo del Ejército de Toledo, junto al 'Dodge' de Carrero Blanco, asesinado por ETA en 1973.

«El de Prim no fue, ni mucho menos, un atentado inesperado. Como la novela de García Márquez, estamos ante una muerte anunciada» explica Poyato. «Por eso, choca más que Prim se moviera sin protección cuando la conspiración contra él era evidente. No en vano, diarios de la época como 'El combate', a la sazón dirigido por el ínclito Paúl y Angulo, clamaron en sus páginas por matar a Prim 'en la calle como a un perro'», destaca el escritor. Justifica la ausencia de protección del mandatario en el carácter de Prim, «un fatalista que se creía a salvo de todo, que desde sus campañas en África creía tener la misma baraka, la buena suerte que se atribuyó Francisco Franco, y que la balas le respetarían siempre».

No fue así. La tarde de marras Prim subió al coche en el Congreso y enfiló la Calle de Floridablanca, tras el último debate de la asignación de fondos a Amadeo de Saboya. Dos coroneles desarmados -Prim no quería armas en su entorno- le acompañaban en el carruaje, que descendió por la calle del Sordo -hoy Los Madrazo- para enfilar la del Turco, -hoy Marqués de Cubas-. En la esquina de Alcalá otro carruaje cortó el paso al de Prim y el general pudo oír con nitidez la bronca voz que ordenó abrir fuego a las 19.30: José Paúl y Angulo.

De diez disparos, tres alcanzaron a Prim en una mano, un codo y un hombro. No eran mortales, pero la infección y la penosa atención médica recibida lo mataron en tres días. El propio Prim llegó decir «no me matan los republicanos». Bien sabía que tras los autores materiales estaba la inspiración intelectual de Montpensier. Hubo investigación y causa, pero nunca condenados. El caso se cerró sin sentencia siete años después, en 1877, con los Borbones de nuevo reinando a través de Alfonso XII, hijo de la defenestrada Isabel II y con un fiscal que se ve obligado a dar carpetazo. Paúl y Angulo escribiría en 1886 un opúsculo en París culpando a Serrano del atentado.

«María de las Mercedes, esposa de Alfonso XII, era hija de Mont-pensier, a quien Prim cerró el paso a la corona. Está claro a quién beneficiaba la muerte de Prim», concluye Poyato.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Magnicidio sin culpables