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A. GILGADO
Domingo, 15 de enero 2012, 02:10
Carlos Calzado estaba ayer a las siete y media de la mañana en San Francisco enfundado en su flamante chaqueta de cocinero.
Por delante le quedaban todavía ocho horas en una macrococina improvisada que se montó en el quiosco del parque. Hasta hace poco tiempo, Carlos no tenía ni idea de preparar un plato de migas, pero ayer, junto con sus compañeros del curso de cocina, se levantaron casi tres mil raciones. Convirtieron 400 kilos de pan, 50 de pimientos, 16 de chorizo, otros tantos de salchichón, 70 cabezas de ajos y 20 litros de aceite en una migada por la que pasaron 3.000 personas entre las diez y media de la mañana y las dos de la tarde.
A nadie se escuchó quejarse del plato, al contrario, hubo quien repitió. Además de la voluntad de Carlos y sus compañeros, el éxito también se debió al toque de Javier García, el cocinero del restaurante Lugaris. Javier, conocido además de por su restaurante de la avenida Díaz Ambrona por ser uno de los cocineros extremeños que más trabaja en la promoción de la gastronomía autóctona, imparte dos o tres cursos de cocina al año en su propio restaurante.
En noviembre, a los alumnos les enseñó como elaborar unas migas extremeñas y se puede decir que en esta clase empezó todo.
El profesor y los alumnos decidieron organizar una migada popular en Badajoz y recaudar fondos para alguna organización caritativa. En un principio, el plan era hacerlo en Navidad, fecha donde abundan los festivales y las actos solidarios, pero decidieron posponerlo hasta que pasaran las fiestas.
Después llegó la llamada al Banco de Alimentos de Badajoz, donde Carmen Aguirre, su presidenta, les explicó que iniciativas como esta se necesitan como agua de mayo para tapar los agujeros que provoca el reparto de alimentos a 30.000 personas de la provincia.
Además del ejercicio de solidaridad de los cocineros y del apremio del Banco de Alimentos, para cerrar el círculo aún quedaba la respuesta de los vecinos. Y a juzgar por lo visto ayer en San Francisco durante toda la mañana, el resultado no pudo ser mejor. Tanto, que Javier y Carlos ya anunciaron la intención de repetir la iniciativa el año que viene.
La idea era repartir sobre tres mil raciones y en las enormes sartenes que manejaron los cocineros no quedó ni una miga de pan a las dos de la tarde. Las 3.000 raciones previstas se convirtieron en 6.000 euros porque cada una se vendió a 2 euros.
El dinero le va a venir que ni pintado al Banco de Alimentos. Se destinará íntegramente a sufragar los gastos de transportes a los que tiene que hacer frente esta organización para traer los víveres que se donan a las naves que tienen en el silo del polígono industrial El Nevero.
Aunque se trate de una organización solidaria formada por voluntarios, realizan la misma actividad que cualquier empresa de distribución y el combustible, el mantenimiento de las furgonetas y camiones o los pagos eventuales a los transportistas que traen las mercancías no se regalan. Por eso, los 6.000 euros que ayer consiguieron los alumnos de Lugaris con sus migas van a permitir seguir haciendo acopio alimentos, que posteriormente se repartirán entre las distintas organizaciones caritativas y los comedores sociales.
Carmen Aguirre aprovechó la oportunidad para agradecer a los cocineros el acto de solidaridad con los más necesitados y la acogida del público, que durante toda la mañana llenó San Francisco para llevarse las migas. En el capítulo de agradecimientos, Javier García también destacó la colaboración de los proveedores de los ingredientes que se necesitaron. A todos los que les pidió ayuda se sumaron a la causa. Se consiguieron incluso los componentes necesarios para elaborar migas para celíacos porque la asociación de pacientes de este mal contactó con los organizadores cuando se anunció la actividad para pedirles que también tuvieran en cuenta a los que tienen este problema.
Con gluten o sin gluten, el plato que se elaboró llevaba productos extremeños. Según contó Javier García, las migas extremeñas que ayer sirvieron son típicas de la zona de Cáceres, la diferencia radica en el color rojo que le da el pimentón de La Vera y en el embutido que se incorpora al plato.
Además de jamón y salchichón, los comensales pudieron elegir entre batidos de Colacao, café o vino para acompañar. Las preferencias fueron cambiando según pasó el tiempo. A primera hora se pedía café, pero a partir de mediodía la demanda estrella empezó a ser el vaso de vino. Con gluten o sin él, con vino o café, lo importante era colaborar.
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