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ANTONIO PANIAGUA
Martes, 28 de febrero 2012, 01:10
La vida cultural y religiosa de los judíos de la Península Ibérica se puede observar en la Biblioteca Nacional gracias a la exposición 'Biblias de Sefarad: las vidas cruzadas del texto y sus lectores'. Unos 40 manuscritos, entre los que hay textos sagrados pero también pergaminos de contenido científico y filosófico, componen la muestra, en la que también pueden verse algunos objetos como restos de lápidas y capiteles, así como lámparas para sinagogas.
La historia de los códices expuestos es más que interesante. Leídos por judíos y conversos de Sefarad, un sinfín de manuscritos se ocultaron a la vista de las autoridades tras la expulsión de los judíos de Castilla y Aragón (1492), Portugal (1497) y Navarra (1498). Muchos libros se fueron con los protagonistas de la diáspora, formando el bagaje de los que tomaron el camino del exilio. Por distintas vías, muchos de los textos fueron a parar a colecciones reales y eclesiásticas. En España se conservan íntegras una veintena de biblias, una cifra escasa teniendo en cuenta la importancia de su comunidad judía, según dijo el comisario de la exposición, Javier del Barco. La Biblioteca Nacional posee uno de los mejores fondos en cuanto a manuscritos hebreos se refiere y aporta a esta muestra obras muy valiosas de ciencia y geometría.
Buena parte de estos libros sagrados ha sufrido un importante deterioro. No en balde, abundantes hojas de pergamino acabaron hechas tiras, las cuales sirvieron de actas notariales y de la Inquisición. La muestra, que fue inaugurada por el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, cuenta con algunas joyas, como la Biblia de Alba, prestada por la Casa de Alba y que habitualmente se encuentra en el Palacio de Liria. Se trata de un libro extraordinario, del que se perdió la pista una vez que fue producido, en el siglo XV, y que luego reapareció en manos de la Inquisición. El códice se entregó al conde duque de Olivares, antepasado de la actual duquesa de Alba. Su valor estriba en que es una de las pocas traducciones completas al castellano que se conservan de la Edad Media. Fue traducida por un judío, que contó con la ayuda de dos monjes cristianos. Los expertos han constatado que hubo una pugna entre los tres a la hora fijar el texto en castellano.
El rollo de Ester o la 'Fortalitium fidei' es otra pieza excepcional, «una importantísima obra judeocristiana de la baja Edad Media». En aquella época, la Biblia hebrea adoptó en la cultura judía dos formatos distintos: el rollo y el códice. El primero era de papiro y en ocasiones de piel; el segundo, con forma de libro, se introdujo relativamente tarde en la cultura literaria judía, en los siglos VII y VIII.
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