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TANIA AGÚNDEZ
Miércoles, 18 de abril 2012, 12:56
Son obras de arte en miniatura. Pequeñas creaciones artísticas que narran el pasado de Badajoz en tres dimensiones. Los dioramas adquiridos por el Ayuntamiento de Badajoz con motivo del bicentenario de la Toma de la ciudad contienen gran valor simbólico y material. Cuidadas al más mínimo detalle, las dos maquetas recrean la llegada del general Menacho a la capital pacense y el asalto a la brecha de la Trinidad durante la Toma de Badajoz.
Los autores de estos trabajos son los nueve miembros que forman parte de la empresa 'Recreaciones Históricas en Miniatura'. A través de estos proyectos pretenden representar la realidad de una manera atractiva y original. Llevar un hecho histórico a la sala de un museo.
Miguel Sordo, Pablo Valenzuela, Máximo Agudo ('Curro'), Alejandro Espina, Manuel Holguera, Benito González, Gerardo Calatayud, Ignacio Romero y Ricardo Cuéllar son los artífices de las maquetas que se exponen en el Museo Luis de Morales. Este grupo tan heterogéneo (compuesto por un jubilado, un farmacéutico, un electricista, un topógrafo, un técnico electrónico, un funcionario, un comercial, un profesor y un administrativo) se mantiene unido gracias a su pasión por este hobby.
Se conocieron hace poco más de dos años y medio a través de la Asociación de Modelismo de Badajoz. Para conmemorar el segundo bicentenario de la Batalla de la Albuera decidieron realizar cuatro dioramas sobre este suceso. Eso sólo fue el comienzo. En octubre del año pasado el Ayuntamiento de Badajoz les encargó dos maquetas que recreasen dos momentos de la Guerra de la Independencia. Desde entonces han estado trabajando en ello.
8.000 horas de trabajo
Según explican, estiman que entre todos habrán dedicado más de 8.000 horas a elaborar estos dos dioramas. Indican que el secreto para obtener un buen resultado es el compromiso, disponer de tiempo y saber coordinarse. «También tenemos muchas discusiones. Cada uno tiene un criterio distinto, pero siempre llegamos a un acuerdo. Lo importante es que lo que se haga, se haga bien», dicen.
Para lograrlo, se distribuyen el trabajo durante todo el proceso de elaboración según su especialidad y afición. Benito González, por ejemplo, se ocupa de la documentación histórica. Investiga cómo era el lugar y cómo ocurrió exactamente el hecho histórico para que la obra sea lo más fiel posible a la realidad. Alejandro Espina, en cambio, se centra en tomar las medidas de los espacios y organiza los planos. Miguel Sordo, Pablo Valenzuela y Máximo Agudo se encargan de la escenografía, es decir, plantear y estructurar el evento sobre una base e ir levantando los planos.
El resto del grupo se responsabiliza de pintar las piezas y las figuras e ir montándolas sobre la maqueta. «También nos encargamos de dar la iluminación adecuada a las creaciones para que el ambiente sea acorde con el momento y la época del año en la que ocurrieron los actos. Depende de si era invierno o verano o si era de día o de noche», destacan.
Las maquetas para celebrar el bicentenario de la Toma de Badajoz tienen unas dimensiones de 2,10 x 1,20 y 1,60 x 1,35. En cuanto a los materiales utilizados para su fabricación son variados. La madera para el soporte, el poliespan de alta densidad, la arena, la pintura y el pegamento no faltan en el taller. «Los dioramas están pintados al óleo, pero las figuras con acrílico», señalan. Estas dos obras junto con los cuatro dioramas de la Batalla de la Albuera ocupan un total de 14 metros cuadrados. Como curiosidad, cuentan que han usado más de 10.000 tejas hechas a mano para poder recrear los distintos tipos de construcciones. «Eso le da más naturalidad a los trabajos», añaden.
Además, también han empleado más de 200 litros de cola de carpintero así como miles de figuras. «Estas imágenes son comerciales, pero el 90% de ellas han sido modificadas. Hemos cambiado su postura, les hemos quitado elementos o les hemos añadido accesorios», manifiestan.
Los miembros de Recreaciones Históricas en Miniatura aseguran que este arte es aún muy desconocido por los pacenses y critican que este tipo de labores no se valoren ni aprecien lo suficiente. «Lo que hay ahí hecho no se ve en ningún otro sitio. Los proyectos de la Albuera, por ejemplo, se conocen a nivel nacional e internacional. Sin embargo, aquí hay gente que piensa que no somos más que frikis jugando con muñequitos. Las horas dedicadas y el esfuerzo empleado no están pagados. A veces sacrificamos los fines de semanas o nos acostamos a las 3 de la mañana. Pero merece la pena. Nos da mucha satisfacción. Disfrutamos más con esto que con nuestro empleo», agregan.
Para estos artistas lo más importante es el aspecto didáctico que aportan estas obras. «Hacemos un trabajo de calidad, pero creemos que el primer fin es contar la historia y queremos contarla lo mejor posible», subrayan.
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