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Paisaje de la ría de Vigo, que se incluye en la muestra.
La recuperación de Ángel Carrasco Garrorena
SOCIEDAD

La recuperación de Ángel Carrasco Garrorena

El Museo de Bellas Artes de Badajoz muestra sus paisajes y hasta cuatro autorretratos que reflejan su deterioro El pintor murió en 1960 en el manicomio de Mérida, tras media vida enfermo

M. BARRADO TIMÓN

Jueves, 7 de junio 2012, 10:55

El pintor Ángel Carrasco Garrorena nació en Badajoz en 1893, en una familia en la que muchos de sus miembros iban a estar destinados a la lucha por el dominio de la luz. Era sobrino de Fernando Garrorena, el fotógrafo que plasmaría la realidad extremeña con sus imágenes que se exhibieron en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.

Escaparon a esta especie de destino de familia sus hermanos Pedro y Rafael, que serían destacados científicos. A él le correspondió ser pintor, con un aprendizaje que incluye a maestros como Joaquín Sorolla y que le llevaría al cultivo de paisajes sin figura humana, a la reproducción de los espacios públicos de los jardines, «a la práctica del paisaje propugnado por la Institución libre de Enseñanza que centra su atención en los entornos naturales de Castilla», se dice en el tríptico que anuncia la exposición.

Carrasco Garrorena estudió en Madrid, becado por la Diputación de Badajoz y en calidad de pensionado entregó a la institución algunas obras, como las imágenes del Claustro de la Catedral pacense que se ven en esta muestra. Al término de sus estudios pasó una temporada en París, de donde volvió ya enfermo siendo ingresado en el Sanatorio del Carmen de Mérida en 1924, cuando solo contaba con 31 años de edad. Su diagnóstico fue el de demencia precoz y catatonia, lo que le mantuvo sumido en el silencio casi de por vida. Murió el 23 de marzo de 1960.

El Museo de Bellas Artes de Badajoz muestra ahora su obra, que es muy desconocida, mediante cuadros cedidos en su mayor parte por familiares del desaparecido artista. La exposición está comisariada por María Teresa Rodríguez Prieto.

Entre las obras, que incluyen algunos de sus dibujos trazados a lápiz y varios bocetos, destacan cuatro autorretratos que, uno junto a otro, suponen una ilustración impagable del deterioro mental que sufrió el artista. Del joven animado que viste sombrero al hombre que mira desconfiado, de frente o de perfil, como si hubiese dejado de entender el misterio de la luz.

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